Siento los pensamientos de aquellos que se los llevó el viento. En aquellos instantes donde quedamos baldíos.
Fueron momentos donde la conciencia se desplegó hacia un lugar lejano.
Las aves me daban envidia y tan lejos que llegaban, no enlazaban con el espíritu de vuestras almas.
Encantado quedaron las majestades, al sonar la bolsa en la tempestad, más no valía la pena de encontrar aquel dicho del “oro y del moro”, cuando aquí no están.
Canto al viento, suplico en mis oraciones que estéis en libertad, de no tener que resguardar a nadie más.
Y siguen los días donde los 1 de noviembre me llenan el rostro de lágrimas.
No estáis, pero os siento. No os veo, pero sé que me veis. Mi alma sabe que algún día podré estar junto a vosotros. Ese momento llegará y seré nuevamente un hombre feliz
Ahora solo me queda arrimarme a vuestros nichos, y dando las gracias, en mis plegarias, rezo con toda mi devoción y os digo: Gracias a tenernos.
Allí quedan baldíos y en el lugar donde el descanso debería de ser efectivo y los pensamientos volarán al mundo como los piropos alegran el día a esas nenas que tanto desean escuchar: “guapa"”.
Y no han visto pisar por las aceras, a esa Encarna, que barría todo, cuando se movía.
Y a ese Tete que con sus palabras moderadas sabía estar en el mundo y no dar qué hacer a nadie.
Miembros de una comunidad donde la igual era distinta y los momentos solo se unían los sábados y sin ningún tipo de rencores.
Hasta pronto queridos padres que tanto os echamos de menos.