En este artículo, me propongo informar a los lectores cómo se desarrolló en Extremadura la guerra de la Independencia de los franceses contra España y, muy especialmente, la heroica resistencia que opusieron unos 300 hombres franceses que, en 1809, durante 30 días, ocupaban y defendían Mérida y sus alrededores, incluida Mirandilla, y que resistieron heroicamente el asalto de un contingente de más de 5.000 españoles.
El 14 de mayo de ese mismo año, el general español Zayas, adelantó un fuerte destacamento hasta la orilla izquierda del Guadiana cerca de Mérida. "Al tener noticia de estos hechos, la población se amotinó y un soldado holandés que luchaba en favor de los franceses, recibió seis puñaladas de uno de los habitantes, aunque afortunadamente sus heridas no fueron de consideración".
También en Mirandilla surgió otro grave incidente, que aprovecho para referirlo. Resulta que un obrero del pueblo estaba segando trigo en un huerto próximo al llamado "Charco Santiago", frente al vado que lo atraviesa. Dos soldados franceses se presentaron montados a caballo e irrumpieron en medio del trigo pisoteando las espigas y echando a perder el fruto de la cosecha que tanto le había costado producir con su esforzado trabajo.
El segador protestó enérgicamente recriminando tal actitud a los franceses; uno de ellos se bajó del caballo y propinó una paliza al segador que, hoz en mano, reaccionó intentando segar el cuello al francés agresor en el curso de la pelea y en el calor de la ira; el segador del pueblo, temeroso de su grave conducta, echó a correr regato a bajo, siendo perseguido por el otro caballista francés, al que en la carrera ganó distancia pudiendo llegar hasta otro huerto que estaba más abajo – y todavía sigue estando – frente a las llamadas "Tres Fuentes", donde había un pozo de agua rodeado por una pequeña galería interior, donde el segador se refugió escondiéndose de la ira de los franceses.
Las tropas francesas montaron en cólera y desplegaron todos sus efectivos en el pueblo en busca del segador atacante, pero sin que lograran localizarlo. El refugiado huido logró contactar con su familia, que pudo socorrerle llevándole comida clandestinamente a la galería del pozo, relevándose diariamente los familiares para no levantar sospechas del apoyo, hasta que, pasados unos tres meses, las tropas francesas se retiraron definitivamente de Mirandilla y de la zona de Mérida y, entonces, el hortelano perseguido salió de su escondite, habiendo podido sobrevivir.
Los franceses, además de haber invadido entonces España ilegalmente y mediante engaño, se dedicaron luego a perseguir, oprimir y maltratar, en general, a los españoles; de ahí que éstos tuvieran que organizarse en guerrillas contra los invasores para defenderse. Estas guerrillas resultaron ser muy eficaces y causaron severos daños a las tropas francesas invasoras.
El día 15, siguiente, de aquel mayo de 1809, el ejército español de vanguardia consiguió reagrupar unos 10.000 soldados de infantería y caballería al otro lado del río Guadiana. Muy pronto, la mayor parte de los efectivos comenzaron a atravesar el río Guadiana mediante pontones y, antes de caer la noche, los españoles tomaron Mérida a "tambor batiente", que significa algo así como "haciendo mucho ruido" y a modo de anuncio triunfal.
La guarnición francesa, cercada en el Conventual Santiaguista emeritense, recibió a un emisario español intimándole a la capitulación, con el siguiente texto escrito: "Abandonado por el Ejército francés, solo puede V.M. esperar su salvación en la generosidad que caracteriza a la Nación española. La humanidad y el sacrificio inútil, que con sus cortos medios de defensa V.M. puede ofrecerle, intima a V.M. que se rinda en el término de un cuarto de hora a las armas Españolas. Si V.M. contra todas mis esperanzas se obstina en sostenerse, declaro a V.M., señor Comandante, que al primer cañonazo disparado no deberá esperar otras condiciones, que las que deben concederle hombres tan justamente provocados, la muerte".
En esta operación sobre Mérida destacó especialmente el coronel Adrian Storm de Grave, un holandés que luchó al lado de los francese y que, en el transcurso de los primeros meses de 1809 había dejado aniquilado al Ejército de Extremadura. La victoria de Medellín permitía al ejército francés continuar el camino real hasta Sevilla prácticamente sin oposición alguna. Sin embargo, el mariscal francés, Claude-Victor Perrin, detuvo la marcha de sus tropas acantonándolas en la comarca de Tierra de Barros hasta tener noticas del mariscal Jean de Dieu Soult, que debía avanzar desde Galicia conquistando Portugal y bajando hasta Extremadura.
Ambos debían converger en Badajoz, pero mientras el I Cuerpo de Víctor había alcanzado su objetivo, el II Cuerpo de Soult continuaba en Oporto sin llegar. Ambos mariscales tenían dificultades en comunicarse, puesto que la columna móvil del general William Carr Beresford, dispuesta a lo largo de la frontera, interceptaba los correos.
Esta situación era muy peligrosa para el general francés Víctor, puesto que su flanco derecho se encontraba desprotegido, el izquierdo amenazado por el Ejército de La Mancha y el frente, que tras Medellín parecía expedito avanzando, pero ahora estaba ocupado por el recompuesto Ejército de Extremadura, de tal manera que las avanzadas hostigaban a los franceses a altura de Fuente de Cantos.
Por tanto, lo más razonable era acantonar las tropas a la espera de información precisa y estableció el cuartel general en Mérida, con guarniciones adelantadas en Tierra de Barros, contentándose durante el mes de abril y gran parte de mayo de 1809, "a gallardear ante Badajoz, a saciar torpes apetitos en los pueblos pequeños y a continuar sus movimientos progresivos tanto como les fuese posible, corriéndose por Alcántara hasta Alburquerque y por Mérida hasta Almendralejo”.
Antes, el día 1 de mayo de 1909, el general francés Semellé, había comunicado en un mensaje al coronel holandés Storm de Grave, que apoyaba al ejército francés, lo siguiente: Durante este tiempo, el territorio ocupado entre ambos ríos extremeños era sostenido por las plazas de Mérida, cuartel general de la avanzada, y Trujillo, que mantenía abierta las comunicaciones con Madrid a la espera de nuevas órdenes. Éstas llegaron cuando el rey José supo que un ejército anglo-portugués, dirigido por Arthur Wellesley, que había desembarcado en Lisboa el 22 de abril, se dirigía a enfrentarse a Soult a la altura de Oporto, donde sería derrotado el 12 de mayo. Como Beresford cerraba la posibilidad de una retirada hacia el este, el mariscal Víctor debía realizar una diversión para atraerlo hacia Alcántara y evitar que el II Cuerpo fuera exterminado.
Durante treinta días la suerte de dos Cuerpos de la Grande Armée francesa estuvo en manos de trescientos hombres encerrados en la centenaria Alcazaba de Mérida.
El Estado Mayor General del I Cuerpo, Jean Baptiste-Pierre Semellé, envió una carta al comandante de los holandeses con las siguientes instrucciones:
La guarnición, cercada en el Conventual Santiaguista, recibió a un emisario intimando la capitulación: Quartel Gral. de Mérida, 15 de mayo de 1809. José de Zayas. Comandante de la vanguardia del ejército de Extremadura. La respuesta, en francés, no se hizo esperar: "Sería indigno de ostentar el nombre de soldado e indigno de la confianza que S.E. Monseñor Duque de Belluno ha depositado en mí, que rindiera cobardemente la plaza que mis camaradas y yo hemos jurado defender y resistir hasta el límite de nuestras fuerzas. Reciba testimonio de mi mayor estima "El Caballero Storm de Grave, Coronel al servicio de Su Majestad el Rey de Holanda, Comandante de la fortaleza de Mérida.
El 16 de mayo, con los primeros rayos de sol, los españoles abrieron fuego desde el margen izquierdo del Guadiana con cuatro piezas de artillería y un obús. Tras sostener un intenso bombardeo durante toda la mañana, a mediodía se envió de nuevo al parlamentario para que instara la rendición incondicional:
"Al señor Comandante de las tropas Francesas encerradas en el convento de San Gerónimo. Señor Comandante, La consideración, que debo a este lastimoso pueblo, que tan mal tratado a sido de las tropas francesas, ha suspendido por un momento mis operaciones; pero viendo que contra todos los límites, que prescribe el derecho de la humanidad, trata de resistir, sacrificando a esos desgraciados intimo en diez minutos rinda las armas al Ejército español, siendo esta última comunicación, que pueda haber entre los dos. Soy con consideración de V.M. el atento servidor. Quartel Gral. de Mérida, 16 de Mayo de 1809. José Zayas.
Sin embargo, las bajas de los defensores fueron escasas y tan sólo contaron un muerto y dos heridos. Durante toda la noche parte de la guarnición estuvo ocupada en las tareas de desescombro y de reparación de la brecha, mientras el resto establecía un camino cubierto para enlazar con los corrales del ganado y con el huerto. Además, abrieron aspilleras en la parte que daba a la ciudad, para responder al fuego que se les hacía desde los edificios más próximos, especialmente desde la torre de la iglesia, donde se habían apostado tiradores que continuamente hostigaban el Conventual.
El 17 de mayo cesó el fuego de los españoles. El general Zayas estableció una tregua para recibir a dos e misarios del mariscal Víctor, que trataron de persuadirle para que levantara el cerco informándole sobre la retirada de las tropas austriacas y el avance imparable de Napoleón en Europa. Los españoles no se dejaron convencer y respondieron a los emisarios que la Grande Armée sería derrotada muy pronto en el Danubio, por lo que las tropas de la Confederación del Rin que sostenían la defensa de Mérida, libres de su compromiso con los franceses, abandonarían la plaza para regresar a sus respectivos territorios.
Sin embargo, Víctor necesitaba otra vez ganar tiempo para reunir el grueso de las tropas y evacuar la región hacia el norte. El mariscal Jourdan está de acuerdo con estos planes, pero consideraba que "si a la fortaleza de Mérida le es posible resistir diez o doce días, no habría ningún problema para continuar ejecutando el movimiento de Alcántara; pero si [Victor] estima que la fortaleza sucumbiría antes de recibir auxilios, entonces sería mejor evacuar inmediatamente la plaza". Finalmente decidió que Mérida podía resistir otros diez días.
El 30 de mayo. Al medio día, más de cinco mil infantes y jinetes completaron el cerco sobre el Conventual. El coronel Storm de Grave comisionó de nuevo con dos cartas dirigidas al general Cuesta. Se estableció una tensa tregua de dos días a la espera de respuesta y los efectivos se retiraron más allá del puente romano. Mientras tanto, los observadores habían informado que algunos escuadrones de dragones del general Latour-Maubourg acantonados en Mirandilla y Aljucén para apoyar la posible evacuación de Mérida, se encontraban desprotegidos y aislados del resto de regimientos. El general Zayas, a la cabeza de la vanguardia situada en Calamonte, inició esa noche junto a ochocientos jinetes, un movimiento envolvente en busca de los dragones franceses.
El 31 de mayo la caballería de Zayas rodeó Mirandilla dispuesta para cargar, pero los dragones ya no se encontraban en la localidad. Más suerte tuvo el destacamento enviado a Aljucén, donde los escuadrones franceses fueron sorprendidos y reducidos por los españoles. El 1 de junio, a las tres de la tarde, un emisario del general Cuesta fue recibido en el Conventual con la respuesta remitida con Pacheco. Llevaba dos cartas dirigidas al mariscal Víctor y un periódico en español con noticias de la derrota de Soult en Oporto y de la incursión del ejército de Wellesley en España. Envalentonados, algunos destacamentos vuelven a tomar las calles de Mérida.
Cuartel General de Torremocha, 11 de junio de 1809. Sr. Comandante: Tengo el honor de informarle que, de conformidad con las órdenes del Mariscal Duque de Belluno, deberá evacuar la fortaleza de Mérida la noche del 12 al 13. Le remito las disposiciones adoptadas por su excelencia: Diecisiete carros serán necesarios para sacar las piezas hasta Mirandilla. Mañana, doce de junio, el General Latour-Maubourg con cuatro regimientos de dragones y el noveno de infantería ligera llegará a Mirandilla. Esa noche partirán, por lo que usted deberá desalojar la guarnición de Mérida con los diecisiete carros durante la noche del 12.
Con lo que se pone de manifiesto el encarnizado y violento choque que pudo haberse dado entre las tropas francesas y las españolas en Mirandilla, mi pueblo, de no haber abandonado los franceses dicha población, antes de que llegaran las fuerzas españolas del general Zayas, como había sucedido el día anterior en Aljucén.