El PP aprobó el presupuesto para el próximo ejercicio reincidiendo en su viciado fundamento. Las cuentas públicas constituyen la representación numérica de la ciudad asimétrica por antonomasia. El lujo y el despilfarro más indecentes conviven en el mismo documento con obscenas carencias, en un desgarrador contraste que desborda la indignación.
Nuestra realidad actual queda definida por tres indicadores sobrecogedores. Más del 40% de la población está bajo el umbral de la pobreza. Más de catorce mil personas no tienen empleo. Dos de cada tres jóvenes está parado. Estamos en un estado de emergencia social, que el Gobierne pretende acometer con bombillas de colores y campañas publicitarias. A lo que añaden algunas dosis de limosna que les permitan blanquear su discurso y su conciencia.
El PP se reafirma cada año en este modelo de gestión presupuestaria porque resulta muy favorable a sus intereses electorales. Aplicándolo han obtenido rotundas mayorías absolutas. "No cambian ni el polvo". Esto no es muy extraño, aunque lo parezca. La inmensa mayoría social que sufre el atropello y la humillación de la derecha aún no ha alcanzado el grado de conciencia ciudadana necesario para exigir sus derechos. Se sienten súbditos, siempre agradecidos por las migajas que generosamente tenga a bien repartir el poder. Para otros no es necesario realizar ningún análisis político, les basta con cubrir el voto con el manto de la virgen y acompañarlo con el himno de la legión.
La consecuencia de esta egoísta forma de proceder es que los graves problemas que nos aquejan, lejos de encontrar una vía de solución, se enquistan y complican a pasos agigantados. Así sucede con la barriada "El Príncipe"
El Gobierno de la Ciudad, encarnando la opinión más desenfocada de esta cuestión, está actuando de manera absolutamente irresponsable. Para quienes así piensan, el problema del Príncipe se reduce a una barriada con algunos déficits de equipamiento y dotaciones, similar al de otras zonas de la Ciudad, aunque de mayor tamaño. Tímidas inversiones, ejecutadas a un ritmo desesperante, terminarán por normalizar la situación. La línea argumental se complementa con las apelaciones a los "ilegales" que allí residen, y la "falsa pobreza" que practican los "millonarios" de las casas de dos plantas y los vehículos de gran cilindrada aparcados en la puerta. Irritante miopía.
La barriada "El Príncipe" constituye una realidad social poliédrica y sin parangón, que es imposible definir y diagnosticar de un modo reduccionista. Confluyen diversos factores que se retroalimentan en un proceso identitario muy pernicioso para esta Ciudad. Ninguna persona inteligente puede mantenerse al margen del problema que representa esta barriada para el futuro de Ceuta. La solución nos concierne y nos debe comprometer a todos, porque las consecuencias de este fenómeno amenazan con extenderse a toda la Ciudad.
Existen razones incontestables para reclamar soluciones. Desde un elemental sentido de la solidaridad, no se pueden soportar las cifras de paro, pobreza, fracaso escolar y precariedad de servicios públicos que allí se concentran (baste recordar como lacerante ejemplo, que allí el servicio de limpieza no barre las calles). Esto es un drama para cada persona de aquella barriada y para el conjunto de la sociedad. Suficiente para intervenir con diligencia y contundencia. Pero hay algo más. Corremos el riesgo de que la suma de estos problemas cuantitativos, se transforme en un problema cualitativo. Sería muy peligroso para el futuro de la Ciudad que los conceptos de pobreza, paro y fracaso escolar se asocien en la conciencia a la condición de musulmán. Sería una tragedia que fuera calando en la mentalidad de los musulmanes, en especial de los más jóvenes, que es su origen étnico el que los condena irremisiblemente al paro, la pobreza y la marginación. Porque este sentimiento de exclusión se contagia con extrema facilidad.
Es urgente abortar el proceso incipiente por el que "El Príncipe" se está convirtiendo en una "causa musulmana" de dinámica imprevisible. Para evitar que esta semilla germine, es preciso contar con el concurso de todos. La Ciudad entera se debe volcar en devolver la dignidad a aquella barriada. Sus vecinos se deben sentir queridos, protegidos y atendidos. Deben percibir que sus problemas son los nuestros, que compartimos sus inquietudes, y que estamos dispuestos a cooperar en normalizar la situación cuanto antes. No es sólo una cuestión de dinero (que también), sino de actitud. Por ello es necesario reclamar de nuestros gobernantes un comportamiento ejemplar en este delicado asunto. Lamentablemente, su egocentrismo nos empuja a todos al abismo. Ellos siguen convencidos de que tocando algunas claves de opinión en la barriada, desactivan el conflicto, e incluso obtienen más votos.
Practican un perverso punto de embrague que les permite tener contenta a su parroquia reaccionaria, demostrándoles que no hacen concesiones, a la vez que prodigan algunas medidas caritativas que utilizan para acallar los brotes de rebeldía. Peligrosa miopía. Porque es insostenible en el tiempo.
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