Opinión

Millán Astray y la Generación del 98

Como es bien sabido, Millán Astray creó en 1920 La Legión Española con el nombre de Tercio de Extranjeros, por lo que mañana día 20 los legionarios celebran el 96 Aniversario de la fundación de dicho Cuerpo de élite. Millán Astray, por Real Orden Circular (R.O.C.) de 7-01-1920, ascendió a teniente coronel. Por R. O. C. de 27-01-1920 (D. O. Nº 217) fue destinado al Regimiento de Infantería del Príncipe nº 3. Pero, mediante oficio de 9-02-1920 del Gobernador Militar de Oviedo, trasladando un telegrama del Ministro de la Guerra, se le comunica que por R. O. de 31-01-1920 se le comisionaba para organizar el Tercio de Extranjeros, creado por R. O. de 28 de Enero de 1920. Por R. O. de 2-09-1920 (D. O. Nº 197) es destinado a mandar el mismo. Y el día 11-09-1920 se incorporó a Ceuta, empezando los trabajos de organización de la nueva Unidad.

Sobre Millán Astray se ha escrito mucho, pero casi todo sobre su  figura  militar o del hecho que fuera el fundador de La Legión. En cambio, creo que se le conoce muy poco como persona “intelectual”, que es la imagen que aquí pretendo dar de él. Y entrecomillo lo de intelectual, porque soy consciente de que puede haber lectores que encuentren un tanto paradójico y  contradictorio que a Millán Astray se le considere intelectual, cuando fue él quien el 12-10-1936 gritó en la misma cuna del saber de la Universidad de Salamanca aquella famosa frase de: “¡Muera la inteligencia, y viva la muerte!”. Po eso, como civil que soy que nada me vincula a su profesión, quiero explicar el marco político, el ambiente militar tan efervescente que entonces existía en medio de la Guerra Civil y las anómalas circunstancias en que pronunció esta frase, más los motivos por los que sostengo su condición de intelectual; sin que con ello pretenda justificar ni justificar las veladas y metafóricas alusiones que sobre el general hiciera Unamuno, ni el innecesario exabrupto con que luego respondiera Millán Astray contra el rector, ya que, por su condición de autoridades académica y militar, ambos estaban obligados a ser más prudentes y comedidos.

El incidente tuvo lugar el día 12-10-1936 cuando, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, se reunieron las más altas personalidades del franquismo para celebrar la entonces llamada “Fiesta de la Raza”. Por cierto, que aprovecho para aclarar que el principal protagonismo de aquella solemne festividad, hoy llamada Día de la Hispanidad, lo ostentaba en aquella época mi tierra extremeña, desde que el 20-03-1907 el Papa Pío X declaró a la Virgen de Guadalupe su Patrona, y luego el 20-10-1928 fuera coronada por el cardenal Segura, en representación del Papa, y por el rey Alfonso XIII, con el título de “Hispanorum Regina” (Renina de las Españas, o de la Hispanidad), llevando su corona todavía esculpido tal título. Pero que luego, por un Decreto de 9-01-1958 del entonces Ministro de la Presidencia, almirante Carrero Blanco, la cambió a Zaragoza, a la festividad de la Virgen del Pilar, pero no a título exclusivoni permanente, dado que el mismo Decreto disponía que “se alternarían en lo sucesivo los lugares de celebración para que sirvieran de noble marco y mayor amplitud”, cuyo mandato no se ha cumplido..

Y - como decía - en esa celebración de 1936 en Salamanca, se encontraba también, como rector de su Universidad, Miguel de Unamuno. Refiere el historiador británico Hugh Thomas que el profesor vasco no se encontraba del todo cómodo aquella jornada, después de escuchar el discurso de exaltación del bando nacional de uno de los ponentes al que había aplaudido mucho Millán Astray, que representaba a Franco. Después de varias soflamas, el militar ponente consiguió excitar al auditorio, hasta el punto de que uno de los presentes exclamó el lema de Millán Astray: «¡Viva la muerte!». Entonces Unamuno, que ni siquiera estaba previsto que pronunciara ningún discurso, pero que se consideró obligado a lanzar una réplica al general en defensa de la Universidad, reprobó con dureza el grito y, en su intervención intempestiva, llegó veladamente a llamar «inválido» a Millán Astray, diciendo, entre otras cosas: «Este es el templo de la inteligencia y estáis profanando su sagrado recinto. Yo soy su sumo sacerdote. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis», siendo increpado por los presentes. A las que replicó el general: «¡Abajo la inteligencia, viva la muerte!». Hace sólo días se ha sabido por las redes sociales que, para vengar aquellas palabras de Millán Astray contra Unamuno, ha sido por lo que la actual alcaldesa de Madrid ha autorizado el cambio de nombre de la calle madrileña de Millán Astray, que ahora será rebautizada con el nuevo nombre de “Avenida de la inteligencia”.

Pues en ese ambiente tan caldeado y palabras tan inflamadas de aquel acto paramilitar, fue donde el general no pudo ya contenerse, replicando de tal forma al rector. Sin embargo,  hay que analizar luego aquella frase de Millán Astray en todo su contexto, y que luego le fue tan criticada, para extraer de ella que ni fue dirigida contra los intelectuales en general, ni tampoco fue fruto de una supuesta incultura que algunos círculos de opinión imputaron al general por haberla pronunciado, sino que sólo se debió a la animadversión y al resentimiento personal que Millán Astray y Unamuno mutuamente se tenían, sobre todo, porque este último había criticado a La Legión en algunos de sus artículos, habiéndose dicho rector mofado de la imagen mutilada del fundador, incluso insultándole en su misma presencia al decirle, en clara alusión metafórica, que “España, sin algunas regiones, sería tan inútil como un cuerpo manco y tuerto”. Además, al “¡viva la muerte!” de Millán Astray,  intelectualmente Unamuno oponía su antítesis de “¡viva la vida, y muera la muerte!”. Por tanto, es dentro de ese marco de rivalidad intelectual y de manifiesta enemistad  personal entre ambos como hay que entender dicha frase, pronunciada en el calor de la ira, en un acto entonces repleto de fervor militar y con la asistencia de numerosos militares, incluso con la presencia de la esposa de Franco; pero sin que la misma formara parte de las convicciones personales de Millán Astray sobre la inteligencia.

La personalidad intelectual de Millán Astray creo que está avalada por autores de reconocido prestigio como Ricardo de la Cierva, Juan Aparicio, Pemán, Gárate Córdoba, García Escudero, Gómez Mesías, entre otros; coincidiendo algunos de ellos en señalar que, al igual que hubo un grupo de intelectuales civiles pertenecientes a la Generación del 98, también hubo otro grupo de intelectuales militares de esa misma Generación, que comenzó con el teniente coronel Ibáñez Marín y terminó con el general Fanjul, y a la que igualmente pertenecieron los generales Primo de Rivera, Berenguer, Burguete y el propio Millán Astray. Estos últimos escritores se erigieron en defensores del buen nombre del Ejército y de la dignidad de sus compañeros de armas, en oposición a los intelectuales civiles que encabezaban un frente derrotista  muy crítico hacia la forma como en algunos casos habían sido empleadas las tropas españolas durante la pérdida de las últimas posesiones españolas en Ultramar y en los sucesos del Norte de África. Y aunque las posturas eran enfrentadas, probablemente a los dos bandos no les faltara parte de razón. Por otro lado, también el pintor Vázquez Díaz tiene incluido a Millán Astray en su “Galería de Intelectuales Españoles”, lo mismo que hace José María Gárate en su libro “Los intelectuales  de la milicia”. Tal elenco de autores creo que vendría a confirmar la personalidad intelectual del fundador de La Legión.

Pienso, que Millán Astray fue todo un genio creador que se adelantó casi en un siglo a esa efectiva realidad que hoy es ya la profesionalización de las Fuerzas Armadas. Él fue quien con su despierta y aguda intuición tuvo esa visión anticipada de futuro y concibió, ideó, planificó y  convenció a  las autoridades civiles y militares para que La Legión se creara; siendo el que dotó al nuevo Cuerpo de su Credo Legionario, o código militar de conducta, que es todo un ideario espiritual sobre el valor, la disciplina, el compañerismo, el sacrificio abnegado, el amor al trabajo y a la Patria, que asimismo recoge el “viva la muerte”, para los legionarios. Con sus arengas y dotes persuasivas supo captar a sus subordinados que se alistaron al Cuerpo creado, dándoles organización, infraestructura, adiestramiento, logística, etc, sin apenas medios. Fue capaz de aunar esfuerzos y voluntades de una masa de lo más heterogénea de personas, cada una extraída de los distintos estratos sociales, de los más variados orígenes y de las más diversas procedencias, incluso consiguiendo que extranjeros de diferentes países defendieran bravamente a España como si de patriotas españoles se tratara, porque todos juntos formaban bandera, tal como él con el espíritu legionario les inculcó y como siguen cantando, y así dieron vida al Tercio, un Cuerpo de choque, altamente operativo y eficaz, que siempre que se ha necesitado ha prestado los mejores servicios a España. Todo ello, por sí sólo, se cree que da ya la talla creadora e inequívocamente intelectual de Millán Astray, sin perjuicio luego de su carácter impulsivo y autoritario.

Mas, si ahora nos adentramos en su formación integral, Millán Astray se diplomó en Estado Mayor y estuvo destinado en Agregadurías Militares en el extranjero. Dominó varios idiomas, que entonces era una rara excepción. Fue profesor de la Academia de Infantería de Toledo, impartiendo enseñanzas a los cadetes hasta de ocho asignaturas, con la consiguiente preparación y capacidad intelectual que ello lleva aparejado. Pronunció numerosísimas conferencias por toda España, en Francia, Italia y América. Fue director general de propaganda, prensa y radio. En 1922 publicó un manifiesto exaltando la disciplina y en contra de la intervención de los militares en la política. Publicó varios libros sobre La Legión y sobre algunas  relevantes personalidades, así como numerosos artículos de prensa. Tradujo y publicó en español el Bushido, o código espiritual de los sumarais, escrito por el japonés Inazo Nitobé, del que extrajo buena parte de sus enseñanzas que inculcó a los cadetes de Toledo y que también le sirvió para esquematizar el Credo Legionario, junto con algunas otras partes entresacadas de su estancia y estudio en La Legión francesa.

De Millán Astray, en fin, se dice que fue el poeta lírico de la Generación del 98, porque era todo un idealista y un bohemio del heroísmo patriótico. Hombre valiente y enamorado de su Patria, por la que se hizo “novio de la muerte”, al igual que también hizo a “sus” caballeros legionarios, a los que enardecía con su elocuencia, con su idealismo lleno de fantasías románticas y con sus reflexiones de corte modernista. Hay autores que le encuentran bastantes similitudes con otros intelectuales civiles de la Generación del 98. Así, el odio mutuo que él y Unamuno se sentían se debía a que los dos tenían el mismo temperamento egocéntrico, pero que luego el mejor desarrollo del Credo Legionario sería la obra del propio Unamuno, porque éste tenía su carácter firme y enérgico como si de un militar se tratara; y el “¡viva la muerte!” de Millán Astray, sería la mejor síntesis del teresiano “muero porque no muero” de Unamuno. Millán Astray creó una Legión de bravura sin igual, aunque llena de paradojas en su misma esencia, tal como Unamuno era; también de desenfado y aventura, como Valle Inclán; de descarnado realismo celtibérico, como Pío Baroja; y de altísimo ideal senequista, de amor a la Patria y a la muerte en perfecta superación espiritual, tan intrépido e indómito como su grito de “¡muera la inteligencia!”, pronunciado  por boca de quien también era un intelectual de acción, a modo de Maeztu. Esa se cree que es la imagen intelectual y menos conocida de Millán Astray, paralela a la del general legionario. ¡Felicidades a La Legión y a los legionarios en su 96 Aniversario!.

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