Pala pequeña y bellota en mano. Niños que, junto a sus familiares, han serpenteado por senderos naturales en busca del lugar perfecto. Esta es la imagen que se ha repetido una y otra vez este sábado en las inmediaciones de la pista de aeromodelismo de Ceuta.
El objetivo no es otro que el de sembrar mil semillas que den la vida a nuevos alcornoques. Una iniciativa que alienta a los más jóvenes a actuar para mejorar el entorno natural de la ciudad y que, al mismo tiempo, esconde una enseñanza de educación medioambiental.
Es la segunda edición que se lleva a cabo y, al igual que la anterior, ha cosechado éxito. Alrededor de 80 voluntarios se han inscrito en el evento, que, fundamentalmente, está dirigido a niños sin olvidar a adolescentes y adultos. Los asistentes a lo largo de la jornada van desde alumnos de centros educativos hasta los scouts o los usuarios de algunos centros de menores como el de La Esperanza.
Este acto altruista también ha tenido en cuenta a aquellos seres vivos que residen en lugares naturales. Los frutos usados en esta ocasión han sido recolectados en entornos urbanos. “No se han recogido en un entorno forestal, por lo que no se ha privado a ningún animal de alimentos”.
Bien abrigados y entre la niebla, el grupo ha avanzado por distintos caminos de tierra hasta llegar a una zona donde han recibido instrucciones y una serie de explicaciones.
Julio Pérez, coordinador de la actividad, ha trasladado que este acto es necesario y que el ser humano es el que debe encargarse de recuperar a esta especie ya que, su pérdida, se debe en gran parte a su acción.
Asimismo, ha incidido en que este árbol aporta a otros especímenes, en especial a los pájaros, que lo usan de refugio. “Es uno de los más significativos de Ceuta. Es importante para la fauna local, sobre todo, para las aves y otros habitantes de los bosques”, ha destacado Pérez.
Desafortunadamente, este símbolo de identidad de la naturaleza ha sufrido un gran descenso en su población en los últimos años. Cada vez más ha aminorado su presencia en las zonas verdes, en concreto, ha pasado de ocupar en torno a 500 hectáreas a unas 20.
“La intención es meterles un poco la semilla de la conciencia ambiental a estos chicos y lo imprescindible que es mantener y recobrar los espacios verdes de nuestros montes”, ha comentado.
Han aprendido otros detalles relacionados con esta especie, como el corcho, que actúa de escudo protector ante el fuego o sobre cómo hay que plantar la bellota para que germine. La meteorología ha ayudado al proceso. Las precipitaciones recientes y la humedad favorecen a que esta tarea coseche éxito en los próximos meses.
“El año pasado se hizo en esta fecha. Tuvimos la suerte de que nos llovió días antes y justo después volvió a ocurrir. Parece que el karma nos está devolviendo aquello que intentamos hacer”.
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