A veces, la vida -o quizás sería más apropiado referirse a esa consecuencia inexorable de ella, que es la muerte- nos da unos tremendos hachazos.
Siempre es doloroso perder a un familiar, pero ese dolor se acrecienta aun más cuando el que se ha ido pertenecía a una generación posterior, lo que va contra el orden natural de la vida Y tal ha sido el caso de mi sobrino Luis Manuel, fallecido en Sevilla el pasado día 9. Cierto es que llevaba luchando con la enfermedad casi tres años, pero parecía haberla vencido tras recibir un trasplante de médula. Por desgracia, en unos pocos días se le fueron presentando diversas complicaciones que su fuerte, aunque erosionada naturaleza, no logró superar.
Tenía 52 años. Casado con Sofía -una esposa ejemplar- y con dos hijos menores, de 12 y 9 años, Luis Manuel Olivencia Brugger era abogado, socio Director del despacho sevillano “Cuatrecasas, Olivencia, Ballester”, dominador de varios idiomas, profesor universitario y destacado mercantilista -de casta le venía-, además de experto en Derecho comunitario Su prematuro fallecimiento ha dado lugar a toda una cascada de noticias, comentariosy artículos laudatorios publicados en los medios informativos nacionales. Desde Carlos Herrera, en su conocida tertulia radiofónica, y empezando por “El Faro”, hasta “El País”, “ABC”, “Expansión” y -entre otros muchos más- “El Mundo”, en cuya edición andaluza mantenía una colaboración semanal, siendo además miembro de su Consejo editorial, todos han destacado su prestigio profesional, su personalidad y sus excepcionales cualidades humanas (cultura, sentido del humor, agilidad mental, desprendimiento, modestia, son algunos de los rasgos resaltado por la prensa). He de reconocer que,conociendo su valía, no nos habíamos llegado a percatar de la altura jurídica y moral que supo alcanzar durante una vida .tristemente segada cuando apenas había iniciado la más prometedora madurez.
Luis Manuel -Luis- entre otras cosas buenas, era un enamorado de Ceuta. Para comprobarlo, basta leer la semblanza publicada por Sebastián Torres al día siguiente de su muerte en “El Mundo de Andalucía”, bajo el título “Un mercantilista de cuna”.. Su primer párrafo ya nos da una clara pista: “La profesora explicaba que España lindaba al sur con el Estrecho de Gibraltar y entonces un alumno levantó la mano y dijo que no, que España lindaba al sur con Marruecos por la frontera del Tarajal. Esos eran ya el sentido común y la serena naturalidad de Luis Olivencia Brugger antes de cumplir los diez años”. Ahora, tras lo sucedido el 6 de febrero, millones y millones de españoles se han enterado de lo que ya sabía y proclamaba Luis, corrigiendo a su maestra, con tan corta edad.
Pero siguiendo lo escrito por Sebastián Torres -no lo conozco, lo que no es óbice para que le agradezca de corazón su citado artículo- más adelante dice que el apellido Olivencia le venía “de Ceuta, de donde provenía su familia paterna. Él se consideraba ceutí o caballa -'los ceutíes nacemos donde queremos'- había escrito en una de sus columnas”
Añade Torres que “en sus artículos escribía la palabra Patria con mayúsculas, como aquél en el que recordaba su servicio militar en la asesoría jurídica de la Comandancia General de Ceuta, y apostillaba 'La mejor época de mi vida, gracias a los desvelos de mi abuela Carmen'”.
Recuerdo una anécdota sucedida entonces..Luis acababa de incorporarse, tras el periodo de instrucción en Camposoto. Gozaba de pase de pernocta, pero tenía que salir, temprano y de uniforme, para acudir a su puesto. Llovía con fuerza ese día, por lo que le pidió a su abuela un paraguas. ··Hijo mio -le respondió ella-, tengo ya ochenta años y en mi vida he visto un soldado con paraguas”. Y a mojarse tocaron, En eso de la Patria con mayúscula, lo mismo que en el amor a Ceuta, coincidimos sobrino y tío. Dedicó varias de sus colaboraciones en “El Mundo”a nuestra ciudad, alabándola o defendiéndola cuando fue preciso. La Casa de Ceuta en Sevilla puede dar testimonio de su profundo ceutismo.
Seguidor del equipo de fútbol representativo de Ceuta -algo que ha transmitido a Luisito, su hijo mayor- en su última visita a esta tierra vinieron ambos para presenciar el partido de Copa que enfrentó a la A.D. Ceuta con el Barcelona, en octubre del 2010.
Escribo estas líneas en la casa familiar de Ronda, donde pasamos unos días mi mujer y yo, tras haber asistido en Sevilla, formando parte de una atribulada familia, a la gran manifestación de duelo que fue la misa de “corpore insepulto”. Se le han prodigado, como antes dije, numerosos elogios en prensa y radio, pero aquí, en la Venta “El Polvorilla”, a la que acudía con frecuencia cuando venía a la finca rondeña, he podido oír uno hasta ahora inédito. Cuando Ana, hija de los propietarios de la venta y “alma mater” de ella, conoció por nosotros la noticia de la muerte de mi sobrino, exclamó apenada: “¡El guapetón!”. Y a fe que lo era.
Hoy, Domingo de Pascua, las campanas de las iglesias, tras unos días de luctuoso silencio, vuelven a repicar gozosas ante la resurrección del Señor, recordándonos así que hay otra vida mejor, en la que -si Dios lo quiere- podremos encontrarnos de nuevo... y para siempre.