Llegó por fin el sábado. Nos fuimos mi mujer y yo andando hacia la casa de mi madre. Lo decidimos ya que teníamos que hablar de muchas cosas y en mi piso no se puede hacer. Por un lado por que se podían enterar nuestros hijos y por otro, los vecinos que siempre están atentos a todos. En cuanto a nuestros peques, los dejamos con mi suegra ya que queríamos dar la noticia de que tenían una nueva tita más adelante. Ya eran mayores de edad pero no creí oportuno dar de sopetón una noticia del calado que tenía está.
Cuando pegamos nos abrió mi madre. Como siempre muy cariñosa. Pero esta vez me dijo al oído que era una chica maravillosa. Se notaba que había habido filin entre ellas. Nos puso a parte de una sopita del cocido, unos calamares rellenos y un arroz con leche. Nos pusimos bien. Durante la comida volvió a contar que mi padre la veía en agosto y que tenía muy buenos recuerdos. Que estaba muy sorprendida por tener tantos hermanos y que deseaba conocerlos. Pero cuando se pudiera. Mi madre estaba embobada por cómo hablaba e incluso le propuso que se quedara una temporada. La pobre estaba siempre sola. Le hacía falta compañía. Pero debemos de recordar que ella era una perfecta desconocida y debía de acreditarse poco a poco. También tocó el tema del ocultismo ya que decía que tenía esa facultad. Ahí la verdad que nos dio en plena cara.
Mi madre quería hacer algunas preguntas a su esposo y yo también tenía alguna que otra. Así que empecé a llamar a cada uno de mis hermanos para darle la novedad tan novedosa de tener una hermana que se encontraba escondida y encima ser mayor que todos nosotros. Fueron muchos los tacos que escuché pero lo principal es que todos estábamos de acuerdo en dos cosas: conocerla y poder hacer un encuentro espiritual. Quedamos en casa de mi madre y allí fuimos llegando. Ella se fue presentando uno a uno. Y hubo disparidad de criterios. Pero donde todos coincidimos en que era una gota de agua su cara y sus gestos a nuestro difunto padre. Mi madre se la ingenió para dar cobijo a las 16 personas que estábamos invitadas al evento. Puso unas tablas largas y varios caballetes entre ellas. Además buscó de los vecinos sillas. Yo me di cuenta por los colores de las mismas. Nos puso un menú de paella de arroz a la marinera, riquísimo y de segundo unos filetitos de pollo con una salsa de queso azul y de postre unas natillas con azúcar caramelizada. Lo de la carne creo que sería idea de MariCarmen, ya que mi madre nunca había hecho esta especialidad que la verdad triunfó.
Después de la comida hizo una pequeña presentación que todos nos quedamos callados. Era evidente lo que ya he expuesto. El gran parecido que tenía a nuestro padre. Todos lo estuvimos hablando. Era un perfecto doble de nuestro querido, difunto y añorado padre. Incluso cómo redondeaba las frases, nos daba un viaje al recuerdo de nuestro progenitor. No me extrañaba nada que nuestra madre también estuviera embobada. Hubo una de las partes, la femenina, que se puso de parte de nuestra mamá de que se quedara con ella una temporada. Sin embargo ella fue la que nos plasmó que tenía una vida donde vivía a más de 400 kilómetros y que no podía faltar más tiempo. Nos iba a dejar el teléfono para cuando hiciera falta venir a vernos. Aunque en esos momentos se giró y puso unos ojitos vidriosos a nuestra madre. No sólo era filin sino creo que había amor casi materno. De eso no hubo la menor duda. Y fue el comentario generalizado. Rápidamente nos recordó que habíamos venido a parte de la presentación en petit sociedad, para intentar contactar con nuestro común padre. Y empezó a darnos las instrucciones oportunas para evitar los fallos clásicos en la práctica del espiritismo que íbamos a practicar después de traernos el correspondiente cafecito para espabilarnos y unas pastas de te que había traído de la pastelería. Se recogió toda la vajilla y las mujeres hicieron los honores de llevarla a la cocina y fregarla y colocarla en su sitio.