Gracias por confiar en mí. "Fui muy feliz durante el largo tiempo que duró ser pareja con él. Me sacó de un terrible lío que tenía mi cabeza. Me levantaste y me distes un nuevo rumbo. Fue muy prometedor, te lo aseguro. Remé junto a ti. Nunca te deje solo. Incluso cuando los delirios hicieron ver en mi a una persona que no era yo, seguí junto a ti, ignoré los insultos, fruto de su presión.
El mal estaba mermando todo el sentido común que tenías hasta las fechas más recientes, donde fuistes un nuevo Quijote. Lo único que veías era a tus seres queridos que te decían una y otra vez vente con nosotros y tu no podías disimular que estabas en otra dimensión y levantabas tus brazos y tu cara cambia a aspecto y tus ojos se salían de sus órbitas.
Decías a todo pulmón “mamá, qué guapa estás. Pero estás ahí. Quiero darte un beso". Todos sudábamos ya que intuíamos lo que tus palabras querían decir.
Aunque nunca pude hablar de estas escenas con los míos, yo siempre supe que mi pobre amor quería abandonarme. Me entraron unos celos tremendos, pero cuando me confirmaron los médicos la enfermedad, además de hincharme a llorar, puse un muro sobre mi día a día y aunque mi figura maternal ponía una sonrisa mis entrañas estaban quemándose de dolor y de envidia.
Todas mis amigas estaban felices y yo tenía este mal trago. Pero, en fin, me había tocado. Y llegó el momento de la perdida total de mi ser tan amado y lo despedí con un beso y un hasta luego, junto a los míos. Es muy duro, pero la vida sigue aunque él ya no esté junto a nosotros. Siguieron muchas lágrimas y un “no puedo más”.
Pero su hija siguió el relato. “Mi perrita se subió en los pies de mi padre. Empezó a llorar. Serían las siete de la mañana. Nos despertó a todos. Yo había escuchado muchos relatos sobre esta escena.
Por este motivo se me pusieron los vellos de los brazos de punta. Pero no quería pensar mal. Quería que mi padre saliera de este trance; nuevamente su pulso no lo encontraba. Llamé a urgencias y vinieron. Fueron muchas horas donde no decían nada. Aunque mi madre ya empezó a olfatear el final del camino de nuestro padre.
Le entró un síncope y perdió el momento. Le administraron varias inyecciones y reaccionó. Gracias a Dios. Y fue cuando la perrita paso a aullar. Tuvimos que sacarla de la casa y dejársela a una vecina, pero a pesar de la distancia yo la oía. No paraba. Según dicen es ver el desfile del cortejo de la muerte. Yo empecé a llorar y a los pocos minutos salieron los médicos y nos comunicaron el fallecimiento de mi padre.
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