Mezquindad contra nobleza

Ceuta se encuentra en una coyuntura histórica muy complicada. Precisa, urgentemente, una redefinición de sus fundamentos básicos que permita orientar el futuro con seguridad. El encaje territorial definitivo (en España y en Europa), un nuevo modelo económico viable a largo plazo y, en especial, el modo de vertebrar adecuadamente una sociedad étnicamente paritaria; constituyen la trilogía sobre la que debe descansar el insoslayable debate público a corto plazo, si no queremos que los acontecimientos nos atropellen y el final del camino sea fruto del caos en lugar de la voluntad reflexiva de nuestro pueblo. Por ello estamos en un momento político extremadamente interesante, no exento de inquietud.
Más que un debate clásico entre partidos, se están contraponiendo dos modos distintos, e incluso antagónicos, de concebir la vida pública. Por un lado, la hegemonía del PP, que representa lo más ruin y oscuro de la política. Tanto en sus fines como en sus medios. El Gobierno de Vivas encarna el inmovilismo, la división y la desigualdad, como fuente de privilegios de una élite que los defiende utilizando, sin escrúpulo alguno, los métodos más execrables. Frente a esta rémora del pasado, que se resiste al cambio, se yergue Caballas. Un proyecto que representa la nobleza primigenia de la política. La eterna lucha de los hombres y las mujeres por el progreso y la igualdad, desde la inquebrantable observancia de los valores éticos que han soportado el desarrollo de la civilización democrática. A medida que pasa el tiempo es más fácil visualizar este fuerte contraste.
El acto de presentación del programa electoral de Caballas, ha sido uno de esos acontecimientos que se quedan grabados en la retina. Los que allí estuvimos gozamos de la inigualable sensación de presentir que las utopías son posibles. Todavía es muy difícil predecir si ese sueño incipiente de una nueva Ceuta, en la que todos vivamos hermanados, prenderá y se podrá extender y consolidar suficientemente; o si, por el contrario, se desvanecerá estérilmente. Pero el mero intento ya merece la pena. Respiramos esperanza.
Aquella penetrante comunión de miradas de complicidad serena buscando un ideal, ha irradiado una fe indestructible en nuestras convicciones.
La reacción en paralelo del Gobierno de Vivas es un fiel reflejo de lo que son. Mezquindad en estado puro. Intriga, trampa, chantaje y mentira como pautas de comportamiento institucional. Han puesto en marcha una portentosa maquinaria propagandística para atacar a Caballas con una virulencia inusitada.
Al frente, y como capataces de plena confianza, figuran, evidentemente, reconvertidos del gilismo. Incapaces de ofrecer una sola idea, hacen lo que saben: llevar la política a las cloacas de los intereses espurios y las miserias personales.
De seguir así, no nos extrañaría ver a Vivas en un jacuzzi rodeado de señoritas en bañador contestando en público a las preguntas de sus fans. Es lo único que le queda. Aunque lo verdaderamente lamentable no es que se dediquen a esto. Están en su perfecto derecho. Lo grave es que lo hacen con dinero público.
Estamos ante una insoportable malversación moral de fondos públicos. En la Ciudad que bate todas las marcas de desigualdades y necesidades sociales, el Gobierno se gasta centenares de millones de pesetas al año, aportados por todos los ciudadanos, en pagar una legión mercenarios para que le hagan “prensa de partido”. Una vergonzosa falta de respeto a la ciudadanía.
Juan Vivas, en su doble condición de Presidente del PP y del Gobierno de la Ciudad, ha tomado una decisión muy peligrosa, que pude convertir la vida política en un infierno. De momento, el sentido de la responsabilidad de los que quieren hacer política está manteniendo las cosas dentro de cierto orden; pero no se debe tensar la cuerda más de la cuenta. Porque ser malo es muy fácil. Sólo requiere voluntad de serlo.