El centro de La Esperanza apura cada ocasión que tiene para idear talleres y actividades coincidentes con las festividades que se celebran o con un fin único de avanzar en la integración. Alejados de la presión obsesiva de quienes no ven más allá, de quienes solo usan el término MENA de forma despectiva, de quienes criminalizan al colectivo culpándolo de todo lo que pasa... tras esas cuatro paredes hay quienes se empeñan en seguir su ritmo para sacar adelante a los que cruzaron la frontera buscando una oportunidad. Sí, no son rubios y de ojos azules como los ucranianos, ni son del perfil que gusta a las formaciones políticas que hasta se atreven a seleccionar la inmigración que quieren, aceptan y respetan. Son menores iguales que los primeros y son chicos que necesitan de un apoyo para, al menos, tener otra alternativa de vida. Desgraciadamente todavía hay que leer titulares que no solo hacen un flaco favor a la mínima defensa de la dignidad, sino que son el reflejo de un puro racismo inaceptable pero cada vez más extendido. Y eso es peligroso porque termina provocando que aceptemos auténticas barbaridades como algo común y permitido, blanqueando los discursos de la más absoluta tragedia social sin remordimiento.
Del centro de La Esperanza han salido muchos chavales que hoy día están trabajando. Otros llegaron a formar sus propios centros de acogida en la Península. Muchos crearon sus propias familias. Tuvieron una vida distinta a la que podrían haber alcanzado de quedarse en su propio país. Aprovecharon la oportunidad y salieron adelante, aunque para algunos eso sea impensable porque el ser menor extranjero no acompañado y además marroquí lo ligan al ámbito de la delincuencia. Y no lo hace el de la calle o el aficionado a las tertulias en las que de todo sabe y de todo entiende. No. También hay medios de comunicación que desinforman a sabiendas empecinados como están en ofrecer un único prisma de la realidad y siempre negativo además de falso. Su misión se tuerce en el momento en el que lo hacen a sabiendas, compartiendo ese mal social que ataca siempre el débil.
En ‘La Esperanza’ han hecho un taller de chuparquía, la más sabrosa de todas aunque lleve los mismos ingredientes que el resto, porque esconde valores, cariño, interés y ganas por salir adelante. Enhorabuena.
Muy bien, ahora ya puede remitir la cartita al sultán de Marruecos. A mi como ciudadano español que me cuenta...¿ somos culpables los españoles de la opresión del dictador sobre su pueblo? .