Colaboraciones

Meningitis: ¿qué es? ¿debo vacunar a mi hijo?

La meningitis es una inflamación de las meninges, unas membranas que recubren el cerebro y cuya función principal es protegerlo. Esta inflamación puede tener muy diversos orígenes aunque son las producidas por bacterias y virus las más frecuentes.

Las bacterias causantes de meningitis son la Listeria, Haemophilus, neumococo (Streptococus neumoniae) y meningococo (Nisseria meningitidis), entre otras menos frecuentes.

La meningitis bacteriana puede ser una infección grave que llega incluso a la muerte, además de un 30% de pacientes con secuelas permanentes. Puede ser contagiosa, y esto, junto al hecho de que el 80% ocurra en la infancia, es por lo que en los brotes de esta enfermedad surge la alarma social, con la aparición en medios de comunicación miedos, dudas y confusión entre la población.

La información para la correcta evaluación, el tratamiento precoz y la prevención son nuestras únicas armas contra la meningitis, y mejoran notablemente el pronóstico.

La enfermedad surge cuando las meninges entran en contacto con la bacteria, bien a través de la sangre, por traumatismo, o por nariz y faringe, (sinusitis, faringitis u otitis), que es lo más frecuente.

Los síntomas varían según la edad. En los bebés se puede encontrar fiebre, erupción cutánea, rechazo de las tomas, vómitos, somnolencia, decaimiento, irritabilidad, llanto anormal, vómitos, quejido, alteraciones de la consciencia y convulsiones. En los mayores de 1 año, fiebre, erupción cutánea, dolor de cabeza, vómitos, visión doble, rigidez de cuello, sensibilidad a la luz, somnolencia, debilidad muscular, alteraciones de consciencia y convulsiones.

Las bacterias causantes varían según el rango de edad. Así en mayores de 3 meses la más frecuente es la causada por el meningococo (Neisseria meningitidis). Según las moléculas que contengan en su superficie, existen 5 tipos de meningococos (A, B, C, W e Y). Hace años, las más frecuentes eran otras bacterias o los tipos de meningococo A, C, W e Y, pero gracias a estar en el calendario de vacunas, apenas existen en nuestro medio. Por ello, ahora la más frecuente y en rápida expansión en niños y adultos (salvo ancianos) es el meningococo B, debido a que no existe una vacuna incluida en el calendario de vacunación. Sólo la opción voluntaria de administrar la vacuna, de momento, no financiada por el Sistema Nacional de Salud. Mientras tanto, muchas familias han decidido asumir el coste que supone la vacuna contra el meningococo B (la muy nombrada estos días, Bexsero®) y que se adquiere en farmacias.

De esta forma, la infección de las meninges que cubren el cerebro, producida por el meningococo B, se llama habitualmente meningitis B o tipo B. Esta bacteria vive en la nariz y faringe de los adolescentes y adultos jóvenes sin producir daño, pero como portadores de la bacteria que pueden contagiar. Tiene la peculiaridad de ser más agresiva y desarrollar la infección con mayor velocidad, transmitiéndose por las secreciones de la nariz, oídos y faringe (saliva), bien por contacto con las mismas o con las bacterias desprendidas al hablar, toser, estornudar, besar.... Y de ser más frecuente en niños y adolescentes, llegando a matar a 1 de cada 10 casos.

Para defendernos de ella disponemos de la vacunación, la quimioprofilaxis (fármacos) y la detección precoz.

En cuanto a la vacunación (prevención primaria), la Asociación Española de Pediatría (AEP) aconseja vacunar a los niños a partir de 3 meses y a los adolescentes. Así como a cualquiera que viaje a zonas donde esta enfermedad es especialmente frecuente, como es el caso de África con su denominado “cinturón de meningitis” en la zona subsahariana.

Por otro lado existe la quimioprofilaxis (prevención secundaria) que consiste en la administración de antibióticos a los contactos del paciente infectado, con el fin de evitar la enfermedad. Este contacto incluye a los convivientes en los 7-10 días antes del diagnóstico del niño, guarderías, colegios, al igual que otros establecimientos escolares y lugares cerrados como jardines, nidos, talleres y albergues. Y no olvidar los utensilios como cubiertos, cepillos de dientes...etc.

La detección precoz consiste en el reconocimiento temprano de los síntomas por las familias y profesionales sanitarios. Aunque ésta es difícil y cuando se manifiesta de verdad la verdadera sintomatología puede ser tarde.

Sólo con estas armas y la información podemos evitar que se convierta en una epidemia o curse con brotes endémicos en determinadas poblaciones. Además de evitar un desenlace fatal o secuelas graves y permanentes en los pacientes.

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