Memorias de Ceuta: La Pollinica, por Manuel Castillo Sempere

Palmas, palmas, y ramas de olivo... Es Domingo de Ramos, y Ramón y yo, aún continuamos un buen rato entre las filas acompañando a «La Pollinica» por las calles de Ceuta

Palmas, palmas y ramas de olivos... Es Domingo de Ramos, y los niños, atraídos como por un encantamiento, hemos idos a la sacristía de la Iglesia de Nuestra Señora de África, frente al «Bar Sin Nombre» y al Ayuntamiento, a recoger palmas y ramitos de olivos para la procesión de «La Pollinica».
Efectivamente, Jesús, esta saliendo por el pórtico de la iglesia, montado en una pollina y camino de las calles de Ceuta. Los niños nos vamos incorporando en dos filas delante del paso, unos llevan hermosas palmas amarillas- recolectadas del palmeral de Elche- y otros, más humildes portan ramilletes de olivos en sus manos.
Todos, estrenan alguna prenda, es la tradición, dicen que: «el que no estrena en Domingo de Ramos se le caen las manos.» Algunos, estrenan una camisa, otros un pantalón; los hay que llevan zapatos nuevos; pero también los hay que nos han podido estrenar nada, como Ramón, mi amigo del colegio, un niño bondadoso y aplicado, que al saludarnos con alegría, su madre, cogiéndome de la manga y en voz baja me dijo:
-Este año, no ha podido ser, quizás el año que viene estemos mejor, y pueda comprarle una camisa y unos zapatos de charol.
Al instante, en su cara se le marcó la tristeza, y sin poderlo remediar, le brotaron dos lagrimas que le inundaron sus ojos...
Palmas, palmas, y ramas de olivo... Es Domingo de Ramos, y la Cruz de Guía, los monaguillos, Don Bernabé Perpén y las dos filas de niños, hemos caminado llenos de fe, por las calles de Ceuta, con Jesús de Nazaret...
Así, de esta manera, acontecían en Ceuta los Domingos de Ramos, pero lo que realmente me animó a escribirlo, fue el relato que con tanta ternura, Fini, me hizo llegar la víspera, a saber:
«Mañana será un día muy especial dentro del baúl de la nostalgia, ¿te preguntarás por qué?: pues muy sencillo, mañana es Domingo de Ramos; y esté era un domingo muy esperado por los niños y niñas de nuestra generación, todos los años por esta fecha teníamos que estrenar algo. Había un dicho que decía: «Domingo de Ramos quién no estrene algo se les caen la manos», ¿te acuerdas?, pues mama siempre nos compraba unos zapatitos muy pero que muy blancos; al igual que unos calcetines y si estaba la cosa bien hasta una rebequita, por supuesto también blanca; y nosotros como locos a vestirnos con nuestras prendas nuevas y a ver la procesión. Todavía recuerdo una foto que me hice en ese día con Africoli, y por supuesto una foto que guardo en el fondo de mi corazón, que papa me hizo en la puerta del Tele, yo muy pequeñita, tres años más o menos, iba estrenando un vestidito blanco con volantes, y papa dijo:
-Voy a ver si veo un fotógrafo para hacerle una foto a esta princesita; y hoy, esa foto, está en la mesa del comedor de la casa de la puntilla y en mi gran cofre de la nostalgia. Besitos...»
Sí, Fini, aquellos Domingos de Ramos se hallaban llenos de sentimientos, que ahora la nostalgia nos lo hace recordar como un tiempo donde los niños de Ceuta se sentían felices en una religiosidad sencilla entre palmas, ramas de olivo y Jesús subido a la pollina camino de las calles de nuestra ciudad.
Han pasado muchos años desde aquellos años cincuenta donde la vida y las tradiciones han ido cambiando y, ahora, el Domingo de Ramos puede, incluso, que sea más vistosos; sin embargo, la humildad y la ingenuidad de aquella tradiciones de entonces, donde las campanas repicaban dando vueltas y más vueltas, rompiendo el silencio de la mañana a la salida del Hijo de Dios por el pórtico de la Iglesia de África, nos parecía que el cielo había descendido y que Jesús llegaba a nuestro encuentro para entregarnos su bendición y sus palabras tan llenas siempre de consuelo y de acogida a nuestras tribulaciones y tristezas... Sin duda, eran fantasías de aquellos días que exacerbaba nuestra virgen imaginación; pero para nosotros, niños de la calle, era el mismo Jesús de Nazaret el que nos saludaba y se dirigía a nosotros, montado en su borrico, mandándonos el más bello mensaje de amor, a lo que nosotros le contestábamos jaleando nuestras palmas y nuestros ramos de olivo, como si de un mar agitado se tratara...
Palmas, palmas, y ramas de olivo... Es Domingo de Ramos, y Ramón y yo, aún continuamos un buen rato entre las filas acompañando a «La Pollinica» por las calles de Ceuta. A Ramón ya se le han borrado de la cara las lágrimas; y ahora resplandece con una alegría nueva, como si Jesús le hubiese alcanzado con su mirada, y él sintiera el fuego de esa mirada habitar en lo más profundo de su corazón...
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