Medio siglo después de que Mohamed Chukri escribiera en árabe ‘El pan a secas’ hay cosas que no han cambiado mucho. En Ceuta todavía se puede ver hoy, por desgracia, a muchos de estos niños magrebíes obligados a ser unos buscavidas, niños que no son tales pues su infancia ha sido robada.
Chukri fue uno de ellos, una persona que tuvo que transitar desde la cuna por el lado más salvaje y difícil de la vida. Nada fue fácil para él desde que nació en 1935 en Beni Chikar, una comuna rural del Rif que se encontraba en el entonces Protectorado español de Marruecos.
El 15 de noviembre se cumplirán 19 años de la muerte de este rifeño que transformó las letras árabes del siglo XX partiendo de la tradición oral y de sus vivencias. Un autor con fama de maldito cuyos libros marcaron un antes y un después en la literatura norteafricana, y que en ayudaron a consagrar Tánger como la “patria moral que se han buscado todos aquellos que jamás podrán tener una patria”, según una frase de Eduardo Jordá.
La historia de la publicación del ‘Pan a secas’ es de esas que están también en el marco de la leyenda. Después de haber vivido mil vidas en Tetuán, Orán y Tánger entre su infancia y su juventud, cárcel incluida, con poco más de 20 años aprendió a escribir y leer en Larache. No obstante, este amor incipiente por la lectura y por la cultura fue en Tánger donde lo amplió de la mano de autores como Paul Bowles o Tennessee Williams.
Empezó a ser sus pinitos con relatos hasta que en 1972 escribió en árabe el ‘Pan a secas’, un libro que en realidad en España se conoció durante décadas como ‘El pan desnudo’, pero que a petición de Juan Goytisolo se afinó en su traducción como el ‘Pan a secas’. En la obra narra toda su infancia y primera juventud hasta que da con sus huesos en la cárcel y empieza a tomar el camino de las letras. La primera parte de una autobiografía en tres partes.
El relato de un niño de la calle muy crudo y descarnado, con la sencillez, la sinceridad y la oralidad como mejores armas. Páginas en las que aparecen asesinatos, pedofilia, prostitución infantil, adicción a las drogas y a la bebida, delitos y todo enmarcado en un tono muy violento. Fue el escritor neoyorquino Paul Bowles, otro mito tangerino con el que tuvo una relación amistosa bastante difícil y hasta turbulenta, el que se encargó de traducir la obra en 1973 mientras Chukri la tradujo de forma oral en español.
El libro creó un gran escándalo en los países árabes y estuvo prohibido hasta 1982. Es decir, tardó diez años en ser apto e, incluso, Chukri siempre estuvo mal visto y apartado de las distinciones por parte de la monarquía Alauita.
En el ‘Pan a secas’, reeditado por Cabaret Voltaire en 2012 con traducción de Rajae Boumediane El Metni, hay una mención a Ceuta cuando Chukri habla de un amigo adolescente en Tetuán como ‘Sebtaoui’, el ceutí. Anécdotas de una obra maestra trufada de genialidades como el final del libro: “Mi hermano se convirtió en ángel. ¿Y yo? ¿Qué soy? Un diablo, de eso no hay duda. Cuando mueran, los niños se convierten en ángeles y los mayores en diablos. ¡Ya es tarde para ser ángel!”.