{jaimage crop="TC" /}Las inmediaciones del Azud del Arroyo del Infierno amanecieron a mediados del pasado mes de diciembre cubiertas por los cuerpos sin vida de al menos 15 ejemplares de garcilla bueyera, un ave que desde hacía meses había elegido esa zona como dormidero, y de otra veintena de barbos que flotaban sobre el agua. La Sociedad Española de Ornitología (SEO) en Ceuta puso el caso en conocimiento de la Consejería de Medio Ambiente, que a la vez lo trasladó a los responsables de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir en Ceuta. Este último organismo, tras las indagaciones, comunicó el pasado 20 de febrero a la Ciudad las conclusiones de su informe, que con sus concluyentes: las pruebas de toxicidad practicadas a las muestras de agua descartan la presencia de elementos nocivos, por lo que debe descartarse que los animales murieran por la presencia de vertidos químicos en la zona.
En el documento remitido a Medio Ambiente por la CHG se detalla cómo sus efectivos retiraron del lugar las aves y los peces muertos para, acto seguido, recoger agua de las inmediaciones que fue enviada a los laboratorios de Labuca Alicante. Los resultados, certificados por sus técnicos, son los que descartan la presencia de agentes químicos en el entorno. En contra de la teoría del envenenamiento, las conclusiones del informe apuntan, en el caso de los barbos, a que “la muerte se deba probablemente a la falta de oxígeno, ya que son especies especialmente sensibles a su disminución”, algo que se considera factible por la escasa renovación del agua que habría provocado la escasez de lluvias durante ese mes en el Azud. Además, también se apunta como agravante el aumento de la temperatura en esos días.
En el caso de las aves, el informe coincide con la teoría que ya apuntaron en su día los ornitólogos de SEO: las garcillas bueyeras pueden haber muerto como consecuencia de un envenenamiento, causa más que probable, pero la ingesta de la sustancia que acabó con sus vidas no se habría producido en las proximidades del Arroyo del Infierno, sino en otro lugar distante, ya que está comprobado que sólo acuden hasta allí de noche después de sobrevolar otras áreas de la ciudad e incluso de Marruecos. “En otras ocasiones se habían avistado en el Monte Hacho o cerca del Tiro Pichón, pero habían elegido esa zona como nuevo dormidero. Van variando y ahora han preferido ese emplazamiento”, confirmaba en diciembre a El Faro José Navarrete, de SEO.
Desde la Sociedad Española de Ornitología dan por buena la respuesta de Medio Ambiente, que coincide con las interpretaciones que esbozaron hace meses cuando conocieron el caso, aunque prefieren esperar al resultado de las investigaciones que, de forma paralela, está realizando el Seprona de la Guardia Civil para esclarecer también con sus propias conclusiones el motivo de las muertes.