Categorías: Opinión

Medidas medievales

La indecencia sin límites reinante no deja de innovar y crecer semana tras semana, superándose y llegando a cotas sin precedente. La noticia de la semana es sin duda la huelga general, donde los medios se han volcado interpretándola cada uno a su manera (a algunos medios a penas le quedan recursos lingüísticos para buscar datos positivos a todo lo que sucede). Y como aquel padre que  juega con el anuncio de la llegada de un nuevo hijo, los sindicatos  intentaron darle un sigilo a la buena nueva que se difuminó un día antes cuando se filtró que sería el 29 de septiembre la fecha elegida. Los sindicatos han sabido marcar una fecha apropiada a sus intereses, una fecha lejana para poder llevar adelante el proceso para organizar lo más sagrado de un sindicalista, el momento de sacar la bandera y rememorar otros momentos gloriosos (algunos vibrarían y disfrutarían si vieran unos cuantos “grises” cerca, aunque sólo actuaran como figurantes). Para justificar todo el tiempo que queda para la huelga, han declarado que se trata del tiempo prudencial para acercar posturas -y sabe Dios que será de nosotros después del verano…-.
La huelga, unida a la manifestación son las medidas más primarias e inútiles, acciones creadas para justificar la lucha y la defensa por el trabajador. Los sindicalistas se agrupan entorno a dos grandes siglas, representadas por señores de la izquierda más manida y ocupados en hacerse ver por encima de los resultados. La huelga para un funcionario puede suponer la pérdida del sueldo proporcional a ese día y para un comerciante una oportunidad menos de ingresos, pero eso importa poco o nada a estos personajes. El 29-S un mar de banderas rojas al hombro ocuparán las calles del país (no sé si se trata de una obsesión personal pero poco los veo ondear al viento las rojas banderas de UGT y CCOO…) un pataleo organizado que dura un rato y que no ofrece ningún resultado, una fórmula que se pierde en los anales de la historia y con escaso efecto…
Los sindicatos se han ocupado con su forma de proceder a instaurar una desconfianza y un desamparo al trabajador. La manera de negociar los intereses laborales frente a la patronal sólo utiliza estrategias de presión y dime y diretes que no conducen a nada, enredando la relación entre las empresas (pública o privada) y el trabajador. Personajes que chantajean, únicos en el juego  del correveidile y llenos de estrategias de patio de vecinos más que de profesionales comprometidos.
Otra figura insoportable que no podemos pasar por alto es el “liberado sindical” (liberado como si el Medinaceli una tarde de temprana primavera lo hubiera sacado de la penitencia de su trabajo). Estos señores/as se ocupan, o más bien se desocupan de su profesión para la supuesta lucha de los intereses de sus compañeros, desvinculándose de sus quehaceres (la envidia para el resto que se dejan el alma defendiendo su profesión y un tormento constante para la patronal).
Muchos de esta subespecie hace décadas que se “liberaron” y nada conocen de la realidad de sus supuestos compañeros en la actualidad, porque fundamentalmente no son partícipes del devenir diario… ¿Cuántos son? ¿A qué dedican el día entero? ¿Qué hacen que tanto les ocupa que no pueden compaginarlo con su trabajo?
Estas y otro sin fin de cuestiones son algunas de las muchas dudas que nos rondan, pensando que la mayoría de esas intervenciones en pro de los derechos de los trabajadores podrían resolverse en unas pocas de llamadas y en reuniones fuera del horario laboral (No se iba a borrar pronto más de uno/a de la liberación sindical…).
El engranaje sindical destaca tanto por la cantidad de puestos y representantes como por la ineficacia e inoperancia… el modelo no funciona de ninguna manera pero ellos persisten adornándose en la suerte del despiste.
Nos queda un verano entero para intentar comparar las medidas de presión al gobierno actual con las utilizadas por los sindicatos en la huelga general del 20-J de 2002, donde gobernando el PP y con muchísimos menos motivos se intento paralizar el país durante un día (lo que buscaron y consiguieron con esa jornada todavía nos lo preguntamos…)  
“Here come the sun” como decían los Beatles y así lo asumen los sindicatos que no están dispuestos a sacrificar los buenos resultados que ofrece el verano a su estadística de reducción ficticia de desempleados. Mientras en la época estival se lamerán las heridas gobierno y sindicato, el mismo perro con distinto collar y que están intentando escenificar un esfuerzo vacío de gestión y sólo lleno de gestos de cara a la galería.

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