Categorías: Opinión

Media manzana y un power point

El Gobierno de la Ciudad ha inaugurado el auditorio de la Manzana del Revellín. Lo ha hecho rodeado de la parafernalia habitual. Sobreactuando más allá de donde admite el pudor. Las instalaciones continuarán funcionando hasta que se celebren las elecciones municipales. A partir de entonces, cerrarán para poder terminar los remates pendientes. Puede parecer extravagante. Y sin embargo, en esta ocasión, la iniciativa de Juan Vivas tiene su disculpa. En un sistema democrático (normal) a los partidos que gobiernan se les vota por sus actos, y a los que están en la oposición por sus ideas  (no se le pueden exigir hechos a quien no tiene poder). Ha llegado el momento de hacer balance de los últimos cuatro años y se han quedado petrificados. No tienen absolutamente nada que mostrar. Por eso se remontan diez años atrás. Han invertido toda la legislatura en gestionar una enorme marea de corrupción consentida y alentada por un irreconocible Vivas. Incluso el único proyecto interesante (el plan de aparcamiento en barriadas) lo han terminado por arruinar, intentando abusar de los vecinos en una operación infame. Así que no les ha quedado más alternativa que aliarse con el power point, y lanzarse a tumba abierta por el cómodo universo de la promesa fácil. Ahora van a construir varios mercados, infinidad de escuelas infantiles, van a reducir los precios del barco, van a modificar el régimen fiscal, van a solucionar el problema de los cortes de luz, van a arreglar el Príncipe milagrosamente y un sin fin más de cosas, maravillosamente expuestas en tres dimensiones. Como único hecho tangible para acompañar el repertorio virtual han encontrado el auditorio de la Manzana del Revellín que, aún sin acabar y sin permiso de apertura, podría dar el pego (también podrían haber utilizado el polideportivo Guillermo Molina; pero después de haber tardado catorce años en construirlo, adjudicarlo tres veces y disparar el precio, no era muy buen ejemplo).
Lo cierto es que la decisión del Gobierno de dar por concluida la parte pública del proyecto, lo sitúa en el foco del análisis político.
La Manzana del Revellín es la construcción de mayor coste y dimensión ejecutada en la historia del Ayuntamiento de Ceuta, concebida en el Plan General como el eje urbanístico sobre el que transformar y desarrollar la  Ceuta del futuro. Para ello, de un modo unánime, se asumió la idea de hacer un esfuerzo especial, en términos económicos y sociales, que permitiera alcanzar los ambiciosos objetivos propuestos. Sin embargo, como si fuera una pegajosa seña de identidad de la que no podemos desprendernos, la corrupción política atropelló el proyecto dejándolo herido de muerte. El GIL vendió la parcela a una empresa privada, vinculada al Gobierno, queriendo convertir un gran centro cultural, en locales comerciales para que unos cuantos se enriquecieran (es preciso recordar que la transmisión fue prácticamente gratuita). Cuando Vivas accedió al poder, aupado por un grupo de tránsfugas del GIL entre los que figuraba el cerebro de la operación Manzana, tuvo la oportunidad de restituir el patrimonio expoliado, recuperando la parcela indebidamente enajenada. No quiso. Fue parte del precio que tuvo que pagar por ser alcalde. Antepuso su interés personal al interés general y convalidó la maniobra del GIL. Sólo el PSPC mantuvo la lucha por evitar tan ultrajante latrocinio. La sentencia judicial obtenida por el PSPC contra el Gobierno de Vivas, que empleo ante los tribunales todos los medios habidos y por haber, logró rescatar el objetivo primigenio en una parte muy considerable.
A partir de ese momento comienza una segunda fase (en la que estamos), no exenta de dificultades, sospechas y calamidades. Todo, por el hecho de que el Gobierno sigue pretendiendo satisfacer los espurios intereses de la empresa privada que aún sigue figurando en el registro como el dueño de aquella inmensa parcela. No conviene olvidar el siniestro episodio del intento de compra de la parte privada a la empresa amiga para instalar allí el mercado central.
Tras un largo peregrinar de diez años de duración y cincuenta y cinco millones de euros, hemos cosechado como resultado una gran decepción. Dejando al margen la indiscutible categoría de Alvaro Siza, y la más que probable exquisitez técnica de su trabajo (inapreciable para el común de los ciudadanos), nos encontramos con un edificio incoherente con el entorno, sin perspectiva suficiente para apreciar la combinación de volúmenes, desangelado, con exteriores muy poco cuidados y que transmite una inevitable sensación de estar inconcluso. Se han gastado más de cincuenta y cinco millones en un proyecto valorado, inicialmente, en veintiséis. No se puede elevar  por encima del doble el presupuesto de una obra pública de esta índole, sin hacer previamente un replanteamiento de objetivos y una justificación muy clara de estas desviaciones, porque Ceuta presenta un abultado déficit de equipamientos esenciales, y es preciso estudiar con mucho detenimiento el coste de oportunidad de cada euro. Aquello ha sido un pozo sin fondo, en el que han ido cayendo billetes (prestados por el banco) sin que nadie explicara suficientemente lo que estaba ocurriendo. El Gobierno se ha negado reiteradamente a decir públicamente cuanto ha aportado la empresa privada a la financiación del proyecto. ¿Acaso lo está pagando todo el ayuntamiento? Aún no se ha cerrado el precio…
Pero lo peor es que todavía queda un tercio del proyecto por ejecutar (un cuarenta por ciento si descontamos los aparcamientos). En cifras redondeadas, el aparcamiento ocupa cuatro mil metros, el auditorio diez mil y el conservatorio dos mil. Eso significa que aún quedan por construir ocho mil quinientos metros cuadrados, cuya titularidad corresponde a la empresa amiga. De ellos, cinco mil son para uso dotacional, mil quinientos para oficinas y dos mil para locales comerciales. Después de una década, el interior de la parte privada está intacto. Extraño. No tanto. Es muy fácil adivinar a quien va a vender la empresa privada los cinco mil metros cuadrados destinados a equipamiento, de los que no se puede extraer rentabilidad en el mercado inmobiliario. En la próxima legislatura, el ayuntamiento comprará esas zonas a precio de oro (siempre hay un socorrido técnico que pone en el papel la cantidad apetecida). Venderán los locales comerciales y se habrá consumado el pelotazo. Pero no hay que preocuparse, Juan Vivas nos lo explicará muy bien, con su gesto amable e inocente, atendiendo al interés general, y, evidentemente, con un deslumbrante power point.

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