Categorías: Opinión

Matar moscas a platanazos

La estúpida acción de un espectador en el campo de fútbol del Villarreal, arrojándole un plátano al jugador de fútbol del FC Barcelona, Dani Alves, ha provocado ríos de tinta y reacciones; algunas nobles y otras no tanto. El despropósito de hipocresía que se ha desatado a tenor de tan insignificante falta y que comienza con la especulación sobre la intención racista del lanzador del plátano, es una muestra de esnobismo,

donde multimillonarios que pasean en Ferrari se solidarizan con otro de ellos mientras ven el mundo a su alrededor cargado de injusticias que reclaman valedores.
El hecho, que todo el mundo ha supuesto cargado de connotaciones racistas, ha provocado una ola de comedores de plátanos solidarios, que lejos del buen humor original de Dani Alves, pretenden vapulear a un irreflexivo espectador, sin dejar de soslayo el aprovechamiento publicitario del asunto.
La rápida acción policial y la actuación del club de fútbol, celeridad que ya quisiéramos para otros asuntos de mayor gravedad, están labrando un particular monte calvario para este arrojadizo graciosete con presunta vis racista al que pretenden crucificar en olor de multitudes para escarnio público.
Para remate de despropósitos, el jugador agredido consuma la insensatez criticando a todo un país por la actitud de un arrojador de plátanos. País que le permite ganarse la vida más que honrosamente y que le da un prestigio profesional inalcanzable en otros; otra mente lúcida agradecida, vamos.
Curioso país donde se abofetea a la gente en la calle por su pensamiento; donde se señalan los domicilios de los discrepantes; donde los pederastas, narcotraficantes y otros indeseables son presuntos y solo conocemos, si acaso, sus iniciales; donde políticos corruptos sonríen en las entradas de los juzgados; donde la Casa Real tiene que dar explicaciones sobre enriquecimientos cuando regresa de millonarias vacaciones en Suiza; y sin embargo, de este individuo lanzador de plátanos conocemos el nombre, los apellidos, su foto y pronto su domicilio, a ver si por suerte algún descerebrado le arroja algo más que plátanos.
País de contradicciones, donde con la derogación de la doctrina Parrot, se libera de la cárcel a un individuo que arrojó una granada explosiva sobre una niña de 6 años, y ahora se detiene de inmediato a un practicante de la idiocia que arroja un plátano cerca de un jugador de fútbol. Ya nadie se acuerda del mecherazo a Cristiano, de la cabeza de cerdo, de la botella de whisky o de cuando Busquet llamó “mono” a Marcelo.
Algo que con la expulsión del Club, castigo que ya ha recibido, hubiese bastado, se ha tornado en un linchamiento moral público y en un derroche de recursos del Estado para atrapar a un arrojador de plátanos, delincuente peligrosísimo para la sociedad. A ver si alguien toma nota de la cuestión y monta dispositivos policiales para acabar con la delincuencia en Ceuta. Bastará con sorprender a algún mafioso arrojando plátanos.

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