Esta semana ha salido en el BOE el uso obligatorio de mascarillas. Ha tardado, pero ha salido. Parece que la población española vive en la innopia después de una catástrofe que estamos viviendo a nivel mundial. Nos hemos pasado dos meses y medio confinados en nuestros hogares sin apenas contacto humano y parece que no hemos aprendido nada.
¿Cuántas personas tienen que morir diariamente para que a los ciudadanos inconscientes de turno osen ponerse la mascarilla? ¿Cuánto más debe desbaratarse nuestra vida poniendo todo patas arriba para asumir una responsabilidad colectiva? Esto no es ningún juego ni somos títeres o muñecos de trapo que no sufren las consecuencias. Esto es la vida real y estoy seguro de que a nadie le agrada la situación actual. Pero claro, es mejor echar las culpas fuera: a la población china, a los gobernantes, a los compatriotas, al Estado, a la Administración… Siempre es más sencillo expulgarnos de nuestras obligaciones, echarle el muerto a otro y olvidar que cada uno que quebranta las normas también tiene la culpa.
En mis salidas he podido observar a decenas de personas que no cumplen las medidas de seguridad. Despertad. No vale de nada que yo cumpla y que mientras otros tantos se desentiendan. Sencillamente, me molesta. Y no, no es porque me fije en el resto sino que me preocupo por mi salud, por la salud de mi familia y por la de todos aquellos que nos amparan con actividades esenciales que nos salvan cada día: médicos, reponedores… Nadie va a venir con una varita mágica a arreglar el desastre que causemos. Cuidemos de nosotros, de quienes tenemos al lado, de nuestra familia, de nuestras amistades. No seas rebelde, sé ciudadano porque hoy más que nunca puede salvarnos.