La vocación solidaria que alumbró el nacimiento de la ONCE hace ya 75 años planeó ayer sobre el Auditorio del Revellín cuando frente al atril se colocó Patricio Cárceles, su delegado territorial en Andalucía, Ceuta y Melilla y la persona elegida para colgarse al cuello la Medalla de la Autonomía, el máximo galardón que concede la Ciudad. No podía ser de otra forma: la reivindicación de la igualdad de oportunidades, de integración, de eliminación de discriminaciones, los pilares que en definitiva han sustentado tres cuartos de siglo de batalla por los derechos de un colectivo, alentó buena parte del discurso con el que la organización correspondió a la distinción.
“Son tiempos difíciles, pero nuestra energía es positiva”, defendió Cárceles durante su intervención. A partir de ahí, engarzó un discurso que en su primera parte había enfatizado el agradecimiento a la Ciudad y una alabanza a su patrimonio, pero que también encontró hueco a la reivindicación. El máximo representante del colectivo de ciegos en el sur de España advirtió “que el éxito logrado en estas últimas décadas entre todos no se venga abajo por la posición de los mercados”, y frente a ello proclamó que a los ciudadanos “se nos vea y se nos escuche”. Y fue aún más elocuente y preciso al reclamar un modelo social, ahora zarandeado por la crisis económica y el recorte del Estado del Bienestar, en el que vuelva a primar “la persona sobre el capital”. No es justo, según esbozó ayer Cárceles ante su audiencia, “que paguemos al final todos por el error cometido por unos pocos”.
Frente a ese modelo social imperante en el que se rescatan bancos pero se deja caer al ciudadano, el eslabón más débil de la cadena, reivindicó “un modelo social diferente” en el que primen “la transparencia, las ideas, el diálogo, la participación y la pluralidad”, conceptos que, según ese diseño, se traducirían en una sociedad dominada por “la libertad, la justicia y la igualdad”. Un modelo “más equitativo” que la ONCE cree factible por un simple argumento: “Tenemos la fuerza de la razón y del corazón”. El auditorio le agradeció la frase con aplausos.
Antes de adentrarse en esa reivindicación, Cárceles se detuvo en definir a Ceuta como “un espacio abierto, de respeto, tolerancia y cooperación”. Una ciudad que ha brindado en estos 75 años a la ONCE su “cariño, confianza y credibilidad”. Un “apoyo incondicional” que se ha visto refrendado por “la confianza y la credibilidad de los ceutíes” en una institución volcada en salvar de la discriminación a quienes “sentían el límite de la vulnerabilidad en su piel”.
Una ciudad que, destacó, ofrece un ejemplo diario de convivencia social que le hace pensar que “Ceuta es el ejemplo de la mejor sociedad posible, un ejemplo de la mejor España”. Y eso, aseguró, es precisamente lo que impide que la Medalla de la Autonomía concedida por el Pleno de la Asamblea por unanimidad y entregada ayer sea considerada simplemente “como una distinción más”. “Es el máximo galardón que podíamos recibir y así lo agradecemos”, destacó.
La propia organización también canalizó su discurso. La misma que forjaron hace siete décadas y media “un grupo de personas que aspiró a ser iguales pese a la exclusión que les separaba abismalmente” del resto de la sociedad. Era, recordó Cárceles “una sociedad de posguerra herida de muerte y partida en dos”. En ese complicado contexto, la ONCE, guiada por “el tesón y la voluntad, y el afán de superación”, supo escalar frente a la adversidad porque sus impulsores “soñaban con un futuro cargado de esperanzas” y es, a su juicio, “a ellos a quienes debemos la construcción de un mundo mejor”.
“Reclamamos nuestro derecho a ser iguales en nuestra diferencia”, defendió tras enfatizar el gran logro de la organización en estos 75 años: “Pasamos de la beneficencia a los derechos, de la lastimería a la dignidad”. Y ese avance se ha traducido en 136.000 trabajadores o en la atención solidaria a casi 4 millones de discapacitados. “Ese motor social se mueve gracias a la confianza de los ceutíes y del resto de españoles en nuestro modelo de juego responsable”. Un afán de “solidaridad y cooperación” que alimenta cada ciudadano anónimo cuando compra un cupón. “Nuestra fuente de energía es la ilusión”, recordó retomando el lema de la ONCE.
Una apuesta por Ceuta como gran interlocutora con Marruecos
El discurso con el que Patricio Cárceles agradeció la concesión de la Medalla de la Autonomía se detuvo también el capítulo de las propuestas. En ese punto, el delegado territorial de la ONCE lanzó su apuesta por Ceuta como “interlocutora privilegiada entre la Unión Europea y Marruecos”. La ciudad es, a su juicio, un enclave privilegiado en un área, las dos orillas del Mediterráneo que requiere “un conocimiento común”. De ahí que recordara que Marruecos es uno de los socios privilegiados de Bruselas, al mismo tiempo que España es ya el segundo país en potencial inversor en el reino norteafricano. “Es el momento de generar oportunidades económicas, de una colaboración que redunde en el bienestar de las relaciones”, auguró. La ciudad está, pues, llamada a jugar “un papel fundamental en las relaciones bilaterales entre España y Marruecos” y, por extensión, entre Bruselas y Rabat. Ceuta puede aportar “su modelo de acercamiento, de convivencia y tolerancia”, de “cruce de culturas” que es “síntoma de su desarrollo”. Una pluralidad que Cárceles intuye como “la normalidad, lo que anhelamos” y que hunde sus raíces en “el potencial de la diversidad”, de la “interculturalidad en un espacio de diálogo” y que “no es fragmentación sino coexistencia”. Y fue tajante en ese punto: “El otro no es un problema, debe ser una oportunidad”. Un “patrimonio como pueblo” que debe conducir a los ceutíes “a presumir de su ciudad con pasión”.