Solo recordar que Ceuta está separada de la Península y con frontera a Marruecos, que su población es multicultural y que la ciudad está sometida a presiones políticas, migratorias, de abandono durante décadas y atravesando una grave crisis que no es abordada con hechos concretos después de años de espera.
Ante esta situación es muy fácil y políticamente positivo decir que la solución es más España y más Europa, pero hay que poner también un etcétera, porque tenemos en la población local vínculos desde hace tiempo con Marruecos incluso familiares, hay trabajadores transfronterizos que son necesarios y, si Ceuta pretende utilizar el turismo como una fuente económica, no puede despreciar el procedente del sur, un país en vías de desarrollo.
Por otra parte no se están tomando medidas concretas, salvo subvenciones como en el resto de España, que tienen en silencio a muchos. Y lo que se necesita son decisiones eficaces para que Ceuta pueda vivir de forma autónoma, sin depender del país vecino, pero no despreciando las relaciones fronterizas que son también necesarias.
Por supuesto que no es posible conservar la excepción al Tratado de Schengen que empujaba hacia Ceuta a miles de habitantes en la provincia de Tetuán e incluso a ocasionales residentes allí. Pero ya integrados de pleno derecho en el territorio Schengen, quizás sea posible conservar el visado exclusivo para Ceuta de los residentes en la citada provincia de Tetuán, sistema que existe en la propia excepción al Tratado de Schengen. Este sistema permitiría a los Consulados españoles comprobar la auténtica residencia de varios años en la provincia mencionada y facilitaría las relaciones familiares y económicas. También se puede hacer referencia a las especificidades de los territorios fronterizos con países Schengen vigente en otros lugares.
Porque además, la normalización del paso hacia Marruecos de ceutíes y peninsulares iba a proporcionar un relanzamiento de la vida económica del norte de ese país, gracias a las inversiones inmobiliarias y los viajes de ceutíes y peninsulares a hoteles, restaurantes, tiendas y otros servicios que ahora están atravesando una grave crisis. Incluso la zona franca de Fnideq necesita conexión directa con esos empresarios ceutíes que han invertido allí.
Y es preciso reconocer con tristeza que la Unión Europea no ha llevado a cabo en Ceuta un plan de desarrollo regional como en otros territorios, lo que produciría oportunidades reales de mejorar en el aspecto económico. Ni España, durante varios gobiernos, tampoco llevó a cabo medidas que relancen la economía de una ciudad y un puerto que simplemente se están acomodando poco a poco a la modesta realidad de un pueblo de 80.000 habitantes.
Desde luego con unas tarifas en las conexiones marítimas como las actuales, se renuncia de entrada a la visita de turistas desde la Península porque el costo de un fin de semana o un simple ir y venir a Ceuta es disuasorio. El Estado subvenciona el tráfico en el Estrecho, pero no a los turistas que podrían justificar el slogan de más España. Y el más Europa depende de que Ceuta esté presente con representación activa en Bruselas y, con la ayuda del Gobierno español, acceda a la Unión Aduanera, al citado territorio Schengen, a una política de pesca adaptada a Ceuta y, en resumen, que Europa recuerde que tiene en la frontera sur una ciudad que presta grandes servicios por ejercer de muralla de contención y presencia en el norte de África.