A finales de los 90 comenzó a mostrarse una inmigración de menores que provocó que la Ciudad tuviera que reaccionar a trompicones. Se cometieron errores pero también aciertos. Políticamente se tuvieron que gestionar cambios, socialmente ir asimilando que una población migratoria menor de edad cruzaba la frontera y tenía que ser tratada con una legislación acorde.
Hoy, años después de todo aquello, Ceuta ha normalizado la atención a los etiquetados como MENA y buena parte de la sociedad ha sabido orientar su capacidad de apoyo hacia unos menores que en la mayoría de los casos solo piden una oportunidad.
El Faro dedica su reportaje especial del mes a contar las historias de chicos que cruzaron el paso fronterizo y que se han preocupado por aprender, formarse e ir adquiriendo los posos de un oficio. Son más que números, van más allá de ese acrónimo. Son ejemplos de superación y evidencian enormes ganas de prosperar.
Empresas de esta ciudad tienden la mano a esa cooperación y trabajan en colaboración con el área de Menores para que estos chicos no solo aprendan un oficio sino, lo más importante, se abran a la ciudadanía.
Contar esto es contar una realidad superando esa constante criminalización a todo un colectivo, ese discurso falso que siempre les relaciona con lo malo, esa cosificación en los términos y el lenguaje que incluso se plasma en medios de comunicación.
No se trata de un blanqueamiento de la realidad sino más bien de apreciarla desde todos los puntos de vista y entender que esta inmigración que asoma por la frontera sur tiene que encontrar una normalización. En eso precisamente está la clave: alejándose de exabruptos, intereses y falsedades.