La Historia nos demuestra que cada era, cada época o cada momento se encuentra marcado por una serie de acontecimientos, incluso de sobresaltos, que han supuesto, a corto o a medio plazo, un cambio y una evolución. Estas explosiones, de tipo social, parecieron suponer, en su momento, una súper nova que antecedía al fin del mundo aunque, paradójicamente, un escaso centenar de años después (una mota de polvo en el devenir de la Humanidad), se consideraron normales e incluso hasta banales. La Escuela Moderna del anarquista Ferrer i Guardia -fusilado durante la Semana Trágica de Barcelona por unos crímenes que jamás cometió- es quizás uno de los mejores ejemplos de lo aquí expuesto.
Ferrer i Guardia se atrevió a plantear un escenario pedagógico que se enfrentaba directamente a los planteamientos de la Iglesia de entonces pero que, colmo de los colmos, se imparte hoy como un modelo más de enseñanza en cualquier Facultad de Humanidades. Sin embargo, en 1910, la osadía de querar enseñar en Libertad le costó la vida… como a tantos otros.
Gracias a la lucha de ese maestro catalán, y de muchos como él, hoy nuestros hijos asisten a clase para adquirir conocimientos y no para ser adoctrinados... ¿O quizás debería decirse hasta hoy? La duda podría parecer baladí, absurda e incluso demagógica si no fuese porque la dura y árida realidad se empeña en sembrar interrogantes donde sólo deberían existir exclamaciones. De hecho, la reciente creación de una Asociación para la defensa de la Escuela Pública debería preocuparnos a todos, y mucho. Esta asociación representa, en sí, una verdadera luz de alarma, una de las pruebas más palmarias de que el retroceso es mucho más que un epígrafe cuantificado en cifras restadas en los Presupuestos Generales del Estado, y por ende, en los de no pocas autonomías; es sencillamente el principio del fin de lo que hasta ahora hemos conocido como enseñanza pública. Es precisamente esa situación límite la que ha impulsado a padres y madres de alumnos, a docentes o a ciudadanos conscientes a tomar la palabra, a levantar la mano y decir que no puede ser. Y no puede ser, como dice la sabiduría popular, porque además es imposible.
No podemos, ni tenemos derecho a renunciar a que la Educación sea la base, el sustento y el progreso de nuestra Sociedad, de cualquier Sociedad. Así, estos hombres y mujeres han decidido, cabalgando en la Marea Verde de la indignación, hacerse oír para denunciar que lo que se conoce como escuela pública se está desintegrando aula a aula, programa a programa y curso a curso sin que ningún partido político (salvo honrosas excepciones) mueva ni una sola tiza al respecto, sino todo lo contrario.
Pero esta asociación es sólo un botón de muestra de las movilizaciones que se están llevando a cabo aquí, allí y más allá, siempre en defensa de lo público, es decir, en defensa de lo nuestro, de lo que todos necesitamos porque, entre otras cosas, todos lo pagamos. ¿Es que a nadie le extraña que la inmensa mayoría de las reivindicaciones vayan precisamente encaminadas a posicionarse contra los recortes en el sector público?
Quizás haga falta recordar que, por ejemplo, médicos, DUES, bomberos, servicios de emergencia, docentes, jueces, funcionarios del juzgado o de prisiones, fuerzas de seguridad, trabajadores sociales o educadores de calle (esos que trabajan en barrios que ni nos atrevemos a nombrar) también son empleados públicos y, de muchos de ellos, se quiere prescindir (y de hecho se está prescindiendo)… o que, en el mejor de los casos, no se quiere sustituir en caso de enfermedad o jubilación.
¿Será que tantos perro flautas/antisistemas/violentos a sueldo de no se sabe quién y utópicos trasnochados estamos viendo fantasmas donde no los hay? ¿Resultará finalmente cierto que todo va bien “a la forma orweliana”, y que, a pesar de tanta bondad recibida desde las altas esferas políticas que, en beneficio de no se sabe qué o quién, nos empeñamos en enmierdarlo todo para ofrecer una distorsionada imagen de país sumido en la constante contestación y en el continuado y batasunero desorden público, como bien se empeñan en reiterar los argumentarios del Poder?
Con este nuevo modelo de hombre del saco versión siglo XXI, ahora inteligentemente denominado “helenización”, nos están grabando a fuego un mensaje alto y claro: frente a los que defienden/defendemos lo público con uñas y dientes están los que quieren salvar el sistema y la civilización para evitar que, siempre por nuestro supuesto bien, volvamos a las cavernas y a la ley de la selva (como si esto ya no lo fuese).
La consigna es evidente: o los chicos de los recados con sus brutales amputaciones sociales imprescindibles o el caos, las tinieblas y el fin de los tiempos.
Pues bien, si así están las cosas, aceptamos el órdago.
Que les quede claro, desde ya, que no queremos su salvación en forma de Ibex 35 y paraísos fiscales, que no toleramos que, con la burda y falsa coartada de salvaguardar las generaciones futuras, nos condenen ahora al analfabetismo funcional, o al analfabetismo a secas. Debe quedarles claro que ya no estamos dispuestos a que se siga pagando con el dinero de todos, como indica el FMI, las pérdidas de los bancos que, de forma asquerosamente indecente, se han inflado de ganar dinero a nuestra costa.
No, ya no queremos jugar a este juego, y punto.
Y no, tampoco nos da miedo esa supuesta caída a los abismos porque si tenemos, la inmensa mayoría de nosotros, la suficiente capacidad de gobernar nuestras vidas personales, tendremos lo que hay que tener para seguir gestionando nuestro destino, pero esta vez sin intermediarios ni salvadores a sueldo (cuantioso sueldo, dicho sea de paso).
A veces Al Sur del Edén se nos reprocha una cierta falta de optimismo y, lo que es peor, una falta de alternativas criticando, además, una supuesta posición exclusivamente destructiva que no aporta ninguna capacidad creativa frente a tanta avalancha de podredumbre y de destrucción social.
Pues no, lo siento, no hay nada más alejado de la verdad.
Ya lo dice mi mañica preferida, si en su día algunos demostramos ser capaces de gobernarnos en libertad, sin que nadie mandase más que nadie y teniendo en cuenta que la mayoría de nosotros apenas si sabíamos leer y escribir, ¿qué nos impide hacerlo de nuevo ahora que todos manejamos ordenadores y decenas de sofisticados cacharros, ahora que el nivel de conocimiento e instrucción es infinitamente superior, ahora que parece todo más claro? ¿Si es así, por qué no hacemos entonces lo que hace casi un centenar de años hicieron otros cuya herramienta consistió en basarse en la ilusión de tranformar una sociedad desde una mal llamada utopía que finalmente resultó ser algo tangible y efectivo?
¿Y si ellos lo lograron, por qué nosotros no?
La respuesta debe venir en forma de otra pregunta. ¿Estamos dispuestos a ir más allá del optimismo y dar un paso más?
Los defensores de la escuela pública en particular, y de los servicios públicos en general, parece que sí; eso ya ha quedado evidenciado. El resto del tinglado, como siempre, depende de usted aunque, eso sí, el margen de respuesta es cada vez más exiguo, pero, como mayorcito que es, usted ya sabrá lo que más le conviene, o espero que así sea, por el bien de nuestros hijos; ahora bien, hay una cosa axiomáticamente clara: más allá del optimismo, siempre se encuentra la Revolución. Al final, todo se resume a lo mismo: ¿dispuestos a que Amanezca? A veces, la Luz asusta más que la oscuridad, ¿ o no?