Un día saltó a la calle con discretas pintadas e idénticos caracteres que aún pueden observarse. Y de la calle al ámbito institucional de la mano de ‘Caballas’, pasando por algunos estudios de docentes e investigadores. El dariya puede convertirse en un elemento reivindicativo y oportunista, auspiciado por esa fuerza localista y por quienes puedan sumárseles, frente a las posiciones netamente contrarias que no comparten cualquier posible oficialidad del mismo, o su presencia en las aulas como herramienta de ayuda al alumnado de origen musulmán para superar su alto grado de fracaso escolar.
La última chispa ha saltado tras las manifestaciones del delegado del Gobierno, señalando como un craso error tal introducción “porque ni siquiera es un idioma”. Y a vuelta de correo la réplica de Aróstegui, cual dardo fulminante, acusándole de estar “despreciando a ciudadanos ceutíes”.
Sin jugar a medias tintas o a diplomacia salomónica, uno tiende a pensar que del contexto total de las manifestaciones de uno y otro hay puntos de convergencia. Estoy con González en lo disparatado que sería una inmersión educativa de otro idioma, “que ni siquiera lo es”, efectivamente, como en su apuesta por reforzar la enseñanza del español en este alumnado para mejorar y avanzar en su rendimiento académico con la correcta comprensión del idioma de todos.
Pero claro, para materializar tal iniciativa habría que partir de una drástica bajada de la ratio en Educación Infantil, en la actualidad “totalmente disparada”. Algo ilusorio “al estar reduciéndose las plantillas, con lo cual de manera difícil van a quedar profesores para intensificar las clases de castellano”, como apuntaba Aróstegui. Comencemos pues por ahí. Luego, si queremos, sigamos con el debate. Es más, si el fracaso escolar no es aún mayor es gracias al excelente trabajo y profesionalidad de tantos docentes de Educación Infantil y de los niveles iniciales de Primaria, verdaderos y abnegados especialistas en la materia lingüística, con niños y niñas que llegan sin saber una palabra de español. Profesorado para el que me atrevería a pedir un reconocimiento explícito de su difícil labor por parte de la administración educativa.