Opinión

Marruecos, reservorio cultural de primer orden

Tengo que reconocer que mi visión de nuestro país vecino ha cambiado de manera importante desde el inicio de mis investigaciones sobre la magia talismánica en época medieval. Ahora percibo a Marruecos como un reservorio cultural de primer orden. Aún perduran, muy cerca de nosotros, tradiciones y costumbres milenarias que permiten acercarnos y estudiar las estructuras de consciencia arcaica, mágica y mítica. Esta manera de ver y entender el mundo y el cosmos es enriquecedora desde el punto de vista emotivo y espiritual. Jean Gebser estudió con detalle y amplitud la evolución de la consciencia humana. Del pensamiento arcaico, caracterizado por la falta de sentido del yo separado y de perspectiva dimensional, pasamos a la estructura de consciencia mágica, que nos permitió participar de manera mística con la naturaleza y el cosmos. El siguiente salto evolutivo en el plano psíquico fue el desarrollo del pensamiento mítico. Con él llegaron la imaginación, la distinción entre cielo y tierra, la separación entre el ser humano y la naturaleza, el surgimiento del mito y el nacimiento de la astronomía y la astrología. La forma que mejor define a la estructura de consciencia mítica es el círculo. Esta idea del círculo mítico partió de la propia observación de los ciclos en la naturaleza y de los movimientos de los astros, en especial del sol y la luna. Nuestro satélite crecía, alcanzaba su plenitud y empezaba un progresivo decaimiento para, después de tres días de oscuridad, volver a renacer. Por tanto, la vida y la muerte estaban unidas dibujando un círculo que no parecía tener fin.
Sin embargo, a partir de mediados de la Edad del Bronce, el círculo mítico empezó a romperse. De la cabeza de Zeus nace Atenea y con ella emergen el pensamiento autorreflexivo, la perspectiva tridimensional y el tiempo lineal, además del ego racional, el dualismo, el materialismo, el monoteísmo, el mecanicismo y materialismo. Es también el tiempo de la rotura de los muros que contenían el mundo mágico y mítico. Precisamente fue Heracles el que apoyando un pie en Calpe (Gibraltar) y otro en Abyla abre el Estrecho y permite que las aguas de la consciencia mental penetren en el oscuro mundo del inconsciente. Sin duda, esta apertura mental tuve un efecto positivo, al menos durante la etapa que J.Gebser denominó estructura de la consciencia mental eficiente, para diferenciarla de la fase deficiente que ha creado, en opinión de Keirón Le Grice, un mundo de aislamiento, mentalidad de masas y atomización.
Como contrapartida a la estructura de consciencia mental deficiente, J. Gebser atisbó el nacimiento, a partir de principios del pasado siglo XX, de la consciencia integral. Su principal virtud es la comprensión y reconocimiento de las previas estructuras de la consciencia (la arcaica, mágica, mítica y mental). Todas ellas sirven al propósito de gozar de una vida más digna, plena y significativa, ya que colman el deseo de trascendencia y la necesidad de desarrollar todas nuestras potencialidades y modos reprimidos del ser humano. De igual modo, la estructura de consciencia integral nos libera del estrecho marco espacio-temporal en el que discurre nuestra vida y nos devuelve, de una manera ahora consciente, a la periodicidad cíclica que es posible apreciar en la naturaleza y el cosmos.
Hecho este comentario sobre las distintas estructuras de consciencia que se superponen en la psique humana, y volviendo al tema central de este artículo, pienso que sería deseable reconocer la importancia y valor de las manifestaciones de pensamiento mágico y mítico que aún es posible observar en Marruecos, dejando, eso sí, la puerta abierta, de par en par, para que lo mental eficiente acceda a este mundo, lo enriquezca y le ayude a acercarse a la emergente estructura de consciencia integral. A mí, personalmente, me atrae mucho la percepción de lo que en Marruecos y en otros países del Magreb llaman la “Baraka”. Este poder o fuerza es atribuida a determinadas hombres que en vida destacaron por su valentía, bondad o sabiduría; o a mujeres, más míticas que reales, integradas bajo el nombre genérico de Lalla Aisha. No hace mucho tuve la oportunidad de visitar los santuarios de Sidi Ali ben Hamdouch y Sidi Ahmed Dghughi, situados en el Monte Zerhoun (Meknés). Miles de peregrinos acuden cada año a estos santos lugares para hacer sus ofrendas y sacrificios a los santos y a sus contrapartes femeninas: Lalla Aïcha al-hamdouchiya y Lalla Aïcha Sudania. Estas últimas pertenecen al mundo de los yinns (genios) y son queridas y temidas al mismo tiempo. Poseen a hombres y, sobre todo, a mujeres durante frenéticas danzas animadas por una música capaz de trasladarles a un plano de existencia intermedio entre lo terrenal y lo celestial.
Los cultos animistas permanecen en este mundo en el que subsiste la magia y el mito. A cada paso me encontraba con improvisados tenderetes en los que se vendían pócimas mágicas cuyos principales ingredientes son semillas, plantas, flores y agua de azahar, así como pieles de serpientes, púas de erizos o camaleones secos. El agua, como era de esperar, es un ingrediente fundamental en los ritos y creencias animistas en el monte Zerhoun. El propio santuario de Sidi Ali está construido sobre un arroyo que trae el agua fresca de las montañas. El agua discurre bajo el sacro edificio y es aprovechada en una fuente y unos baños que, según creen, les aportará la fertilidad deseada. Forma parte de estos ritos el arrojar las ropas que llevan antes del baño en el arroyo causando, de esta forma, un notable problema medioambiental. Esto me hizo pensar que el culto al agua, a los árboles y las cuevas que es observable en los aludidos santuarios no conlleva el esperable respeto al entorno natural. Estoy convencido de que si a alguien se le ocurriera cortar la higuera que crece sobre la gruta de Aïcha al-hamdouchiya lo pagaría con su propia vida, pero a nadie parece importarle toda la suciedad que se acumula en el arroyo contiguo a la fuente de Eyn Debir.
Los problemas medioambientales que pude constatar en el entorno de los santuarios de Sidi Ali y Sidi Ahmed evidencian que no se ha establecido un vínculo entre naturaleza y sacralidad, no al menos en su conjunto. La aludida higuera es respetada, pero no así los alrededores. El poder de la naturaleza y de cosmos ha sido trasladado a las figuras de los santos y las yinniyas. Son ellos los que poseen la “baraka”. La naturaleza puede seguir siendo profanada, pues ha perdido, en parte, su fuerza. No obstante, en las ofrendas y sacrificios subyace un cierto reconocimiento al poder de la naturaleza y a sus cuatro elementos: el aire y el fuego (representado por las velas y el incienso), el agua (el rociado de los cuevas sagradas con agua de azahar) y la tierra (semillas, frutos secos, pétalos de flores, etc…).
Desde mi punto de vista, sería deseable que la activación de nuestra estructura de consciencia mágica nos devolviera la perdida capacidad de participación mística con la naturaleza, al igual que el reconocimiento a la verdad oculta tras los mitos nos ayudara a mirar de nuevo al firmamento y a tomar consciencia de los ciclos de la naturaleza. No menos importante es el reconocimiento de la razón para romper las rígidas fronteras de las férreas doctrinas religiosas y los peligros asociados a las supersticiones. La filosofía, la ciencia y cultura deben jugar un papel fundamental en el desarrollo de la economía, la política y el arte. Aunque nos pueda resultar difícil de asumir, llevamos tiempo discurriendo por una nueva senda, la de la consciencia integral. Desde esta perspectiva podemos entender y apreciar todo lo que la magia y los mitos contribuyen al pleno desarrollo humano. Sintámonos afortunados por estar tan cerca de Marruecos, un país que se enfrenta a importante retos ambientales, económicos, sociales y políticos, pero que posee un patrimonio intangible de enorme valor e importancia para el futuro de la humanidad. Nuestra aportación, -con libros como “Marruecos: el litoral para viajeros inquietos” de nuestros compañeros Óscar, Paquita y Paco, o el estudio sobre los cultos femeninos durante la Edad Media en Ceuta y el norte de Marruecos que verá la luz en poco tiempo-, sin duda es modesta, pero puede ayudar a que este patrimonio intangible sea estimado y valorado.

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