No es de fiar el vecino. O mejor, su rey y bien que lo siento porque me encanta Marruecos. Recelo también de la fortaleza de Pedro Sánchez. En esta ocasión cuando supimos el cambio de postura de su gobierno sobre el Sahara, no a través suya sino por un comunicado de prensa desde ese país. Puedo comprender el sigilo del presidente al no adelantarnos nada en absoluto de lo que puede esperarse de ese acercamiento entre ambos países, especialmente para nuestras dos ciudades. “Ha primado la seguridad de Ceuta y Melilla”, se limitó a decirnos.
Seguridad si, pero de qué forma plasmaremos y rubricaremos ahora esa seguridad, bien en un acuerdo bilateral, en un documento, qué se yo… Aún así, si se hiciera, sabemos que Marruecos es siempre imprevisible y los acuerdos pueden ser papel mojado en cualquier momento para el monarca alauita.
Con su acercamiento, España, en principio, parece haberlo dado todo a cambio de nada, renunciando a sus responsabilidades históricas sobre el Sahara que le confirió la ONU. Una decisión que han reprobado la oposición y todos los socios de su gobierno, desconocedores por completo de ella hasta que se enteraron por la prensa. Una decisión que, curiosamente, sólo aplauden, y a manos llenas, los presidentes de las dos ciudades autónomas, detalle que no ha escapado a los medios nacionales.
"Ahora bien, ¿acatará ahora Mohamed VI la españolidad de Ceuta y Melilla y de ser así, que lo dudo, hasta cuándo?"
¿Qué puede haber detrás de este reencuentro entre los dos países propiciado por España? Después de la invasión de los marroquíes de mayo y del reciente asalto de los 2.000 subsaharianos a la valla de Melilla, el chantaje marroquí con el Sahara en el cenit de su política expansionista parece evidente. Como los temores, cada vez más crecientes, de que podrían producirse más, incluso de un mayor calado, de lo que habrían alertado los servicios secretos españoles. Con Estados Unidos Francia y Alemania del lado de la causa marroquí de fondo, es evidente que el gobierno ha optado por quitarse de encima la posibilidad de cualquier riesgo importante para nuestras dos ciudades.
Con la “buena voluntad” mostrada por España y el diálogo abierto, la palabra, como siempre, la tendrá ahora Marruecos. Pedro Sánchez, al que habrá que agradecerle su visita, aún en el caso de que fuera por puro oportunismo visto como tiene el patio, nos hablaba de “normalización de la relación fronteriza, comercial y de cooperación entre ambos países”. Genial. Aquí podríamos hablar, por ejemplo, de la coyuntura de los programas de cooperación transfronteriza entre los dos países, los INTERREG III, de los que Marruecos ni quiso oír hablar en su día.
"Debería ser el momento de la reapertura de la aduana de Melilla, del inicio para crear la del Tarajal"
Ahora debería ser el momento de la reapertura de la aduana de Melilla; del inicio de los trámites para crear la del Tarajal o, cuando menos, de propiciar un puesto fronterizo por el que puedan circular sin cortapisas artículos en régimen de turismo; que vuelva el pescado marroquí a nuestros mercados; que la agilidad presida el paso de vehículos y personas perfectamente documentadas como buenos vecinos; que se propicien políticas turísticas entre ambos sentidos… Las iniciativas podrían ser muchas.
Si los intereses de España han salido beneficiados con este acuerdo, a decir de determinados analistas, yo como español y ceutí me quedo finalmente con esta cita de Sánchez: “el pacto con Marruecos exige respeto mutuo a la integridad territorial”. Así debería de ser de una vez por todas.
Ahora bien, ¿acatará ahora Mohamed VI la españolidad de Ceuta y Melilla y de ser así, que lo dudo, hasta cuándo? Por un buen acuerdo que se consiga, la reivindicación marroquí seguirá manteniéndose en el tiempo, aunque sólo sea a efectos retóricos. Seguro.
Sólo queda esperar ya y estar muy atentos a las noticias que vayan surgiendo tras el encuentro de esta semana del ministro Albares en Rabat y la posterior cumbre entre Mohamed VI y Pedro Sánchez.