Lo ocurrido en Ceuta esta jornada pasará a la historia por ser la crónica de una de las crisis migratorias más graves que se ha vivido. Por ser la crónica de la materialización de la advertencia que le hizo Marruecos al Gobierno de España tras el bautizado como caso Ghali. Y así, aunque sorprendentemente la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, afirmara que no tenía constancia de que Marruecos estuviera levantando la mano para permitir la salida de inmigrantes y ejercer una presión diplomática a costa de Ceuta, la realidad demuestra todo lo contrario. Marruecos dio orden de que sus agentes de fronteras no actuaran y lo hizo desde el inicio de la madrugada de este lunes
En torno a las dos empezó esta historia que terminó en una auténtico caos. Fue a esa hora cuando empezaron a llegar a nado inmigrantes marroquíes bordeando el espigón de Benzú: hombres, pero también mujeres y menores de edad. La Guardia Civil se comunicó con los agentes del vecino país topándose con la respuesta que nunca reconocerá el Gobierno de España ni su Delegación del Gobierno en Ceuta: Marruecos no iba a actuar. Ni a esa hora ni después. Tenía orden de no hacerlo. Tenía orden de mirar hacia otro lado. Y vaya si lo hizo. Unas 2.700 personas han llegado a entrar en nuestra ciudad, entre ellas muchos menores de edad –un 60% de todos ellos, unos 700- pero también familias al completo. El dato oficial no está cerrado porque siguen produciéndose más llegadas. Hasta dónde se puede llegar, nadie puede asegurarlo más que Marruecos, si empieza a actuar.
En las primeras horas de madrugada ya habían entrado unos cien. Y la cuenta empezó a subir y subir primero con un goteo constante de grupos de 10 a 30 personas, pero luego con auténticas avalanchas conforme el efecto llamada iba cobrando fuerza de entre 100 y 200 personas. Los agentes marroquíes se retiraban de la frontera, miraban hacia otro lado mientras las barcas salían cargadas de personas o estas iban camino hacia la playa y bordeaban los espigones a la vista de todos, sin que un solo agente marroquí moviera un dedo. Es más, mientras salían niños y familias enteras ellos se dedicaban a charlar o a retirarse del lugar. Hacían lo que se les había encomendado: dejar en evidencia el papel de guardián de fronteras que deben cumplir y no lo hicieron. Pusieron con esa actitud en riesgo las vidas de sus propios compatriotas, ya que hubo casos de llegadas de hombres y mujeres además de niños en condiciones extremas.
“No nos consta”, respondió la ministra cuando se le preguntó por la presión. Lo decía mientras seguían entrando grupos y grupos de personas por los espigones en un hecho sin igual, que bloqueó la acción de las fuerzas de seguridad porque no daban abasto con tantas y tantas personas que cruzaban una línea fronteriza no ya sin obstáculos en su país, sino con ánimos para hacerlo. Y es que desde Marruecos salían todos llamados por esa ausencia total de control y no les importaba nada más que cruzar.
Algunos entraban con traje de buceo, pero muchos con la ropa que vestían, algunos ayudados de flotadores y, lo más curioso, llegaban hasta familias al completo. De madrugada, por ejemplo, un par de ellas a bordo de barcas hinchables y formadas por dos hombres, dos mujeres y cinco niños pequeños, alguno incluso de corta edad. Salieron de Beliones ante la mirada de unos agentes que ni se inmutaban. Y así venían más niños solos, jóvenes ayudados de flotadores y se producían los primeros casos de hipotermia que requerían traslados al hospital universitario. Y así pasaban las tres de la madrugada, las cuatro… las siete de la mañana y esto no paraba. Seguían entrando y entrando, ya no solo por Benzú, sino dando una vuelta de tuerca accediendo por el Tarajal. Ya no era solo acceso por un espigón, se hacía por los dos a la vez y, esporádicamente, se producían saltos a la valla de un número muy escaso de subsaharianos.
De la noche de los brazos caídos se pasaba a la mañana de la evidencia más clara de cómo Marruecos plantaba cara a España y lo hacía evidenciando lo que puede hacer en Ceuta y cómo puede mover a su población a entrar sin problemas en la ciudad. ¿Cómo?, mirando a otro lado. Y mientras hacía eso, el Gobierno de España negaba la mayor y nadie comparecía para dar siquiera una explicación a la ciudadanía que, atónita, pedía explicaciones.
Y Marruecos además no se escondía, quería que se supiera lo que hacía y cómo lo hacía. Es un claro guiño a la débil línea que sostiene las relaciones en la Frontera Sur de Europa, un claro guiño que evidencia el abandono al que se tiene sometidos a Ceuta y Melilla cuando se trata de garantizar algo tan determinante como la integridad, amenazada durante toda la jornada de este lunes.
Las escenas que podían verse en el Tarajal forman parte de lo nunca visto: hileras de personas que entraban sin problemas mientras al fondo se perdía la masa de más hombres, mujeres y niños que andaban en dirección a Ceuta. Es como si la frontera del Tarajal estuviera abierta, pero en vez de cruzar el paso fronterizo mostrando el pasaporte, lo que se hacía era pasar a Ceuta bordeando el espigón, sin más para llegar a una ciudad completamente bloqueada.
El Ministerio del Interior lleva desde el inicio de los acontecimientos trabajando para dar una respuesta contundente. Desde el Gobierno de la nación aseguran estar en “comunicación permanente” con el resto de departamentos ministeriales afectados, especialmente con el de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación. También con la Delegación del Gobierno en Ceuta, con la Ciudad Autónoma y con las autoridades marroquíes.
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha presidido esta tarde una reunión en la que se ha acordado “el refuerzo inmediato de los efectivos de Guardia Civil y de Policía Nacional en la zona”. Se reforzarán con más de 50 efectivos de la Guardia Civil los lugares más susceptibles de paso en Ceuta y más de 150 agentes de la Policía Nacional, entre miembros de las Unidades de Intervención Policial y personal específico de Científica y de Extranjería y Fronteras para agilizar los trámites de devolución.
En esta reunión se ha acordado el refuerzo inmediato de los efectivos de Guardia Civil y de Policía Nacional en la zona. En concreto, se van a reforzar con cerca de 50 efectivos de la Guardia Civil los lugares más susceptibles de paso en Ceuta.
La Policía Nacional, por su parte, va a incrementar en más de 150 agentes sus efectivos en Ceuta, entre miembros de las Unidades de Intervención Policial y personal específico de Científica y de Extranjería y Fronteras para agilizar los trámites de devolución en aplicación del acuerdo con Marruecos de 1992.
Todo esto forma parte, explican, de un trabajo de coordinación “de urgencia” para dar respuesta a la situación en Ceuta, a la que han asistido, entre otros, el secretario de Estado de Seguridad, Rafael Pérez; la subsecretaria del Ministerio del Interior, Isabel Goicoechea; el director general de la Policía, Francisco Pardo; la directora general de la Guardia Civil, María Gámez; y la directora general de Relaciones Internacionales y Extranjería del Ministerio, Elena Garzón.
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