El curtido y tratamiento de cuero es uno de los oficios centenarios que han resistido a la extinción, sobre todo en la ciudad marroquí de Fez, donde 23.000 artesanos mantienen las técnicas de producción de hace más de mil años.
Su trabajo está tan unido a la identidad de Marruecos que por algo se llama "marroquinería".
En Fez, centro geográfico y espiritual del país, el cuero sigue tratándose en los mismos lugares y manteniendo gran parte de las técnicas, materias y herramientas utilizadas desde la construcción de la urbe en el siglo VIII.
En la curtiduría o tenería de Chuara trabajan unas 500 personas, en un gran patio interior al aire libre, con el suelo dividido en decenas de pozas llenas de agua, llamadas tinas o tambores, que desprenden un olor pestilente al agua fermentada donde se ablandan los pellejos de vacas, ovejas o cabras.
Vistas desde arriba, forman una estructura de agujeros redondos o cuadrados que miran al cielo, la mitad blancos y la otra de tonos pardos.
Los trabajadores se mueven por encima o entre las tinas o bien se meten dentro para remojar las pieles, mientras otros las despojan de los últimos restos de pelo y solo gozan de sombra los encargados del pulido, que trabajan en unas pequeñas estancias alrededor del patio.
En uno de estos aposentos, repartidos por los pisos superiores de las casas circundantes, hay una barra de madera donde reposa la piel, mientras un hombre la frota con vehemencia, al ritmo del sonido de un transistor.
El lugar es tan especial que forma parte de los circuitos turísticos en Fez, y los guías suelen proporcionar a los viajeros hojas de hierbabuena para ponérselas en la nariz y soportar durante su visita el hedor que desprenden las tinas.
Los miradores para los turistas son los balcones que rodean las tenerías, que sirven además como tendedero para secar las pieles una vez despojadas de todo el pelo animal.
"Nuestro gremio no es solamente un grupo de profesionales; somos una familia que está unida por algo más que el trabajo", precisó Abdallah Mtiui, que ha ejercido en Chuara desde hace 50 años.
Unas reglas de funcionamiento propias y hasta un vocabulario difícilmente comprensible a los ajenos han hecho de los curtidores un mundo aparte durante siglos.
El proceso de tratamiento de la piel pasa por varias etapas que se desarrollan en distintos puntos de la medina de Fez: antes de la curtiduría, está el mercado de piel en bruto en Ain Neqbi, donde se concentran los recolectores de pieles que compran su mercancía en los mataderos para luego venderla a los curtidores.
En Ain Neqbi los pellejos forman capas y capas distribuidas según su origen (caprino, ovino o vacuno), que son cargados en motos con remolque o en burros para trasladarlos a las tres curtidurías de la ciudad.
Una vez en la curtiduría, la piel es sumergida en agua para quitarle la dureza, y más tarde se envuelve en pasta de cal para arrancarle el pelo o la lana. Tras ello, viene una nueva inmersión en agua con salvado de trigo o excrementos de paloma, que darán a la piel su tersura definitiva.
La piel es después secada al sol y ya está lista para ser cortada, y luego decorada con pintura conseguida a partir de vegetales -cáscaras de granada para el amarillo o amapolas para el rojo-, última fase antes de convertirse en producto final.
Una vez que la piel está pintada y seca, los curtidores la llevan a un pequeño mercado en la medina donde, con la ayuda de intermediarios profesionales, la venden en subasta a los costureros que dejan sus talleres de fabricación de babuchas, bolsos o sillas de montar para venir en busca de su materia prima.
Decenas de intermediarios se concentran, durante una hora cada día, en el mercado, anunciando a gritos los precios cambiantes de su producto, mientras que los artesanos observan a los vendedores, comprobando la calidad de sus cueros, y negocian el precio.
El cuero de cordero, teñido de amarillo, llega al pequeño taller de Ahmed Buchaala de unos seis metros cuadrados y donde produce de forma manual la famosa babucha marroquí de color amarillo llamada "belga ziuania", y que se viste como parte del atuendo de gala en las grandes festividades del país.
No lejos del lugar, está el taller de Anuar Mzian, que produce bolsos, maletas y carteras, de diferentes diseños y colores, con la ayuda de una decena de artesanos jóvenes, mientras que en un local similar labora Abdelali Chafouk produciendo sillas de montar y botas para la caballería que se dedica a desfiles y festivales.
Chafouk es el principal proveedor en accesorios de cuero para los caballos de la Guardia Real y de la Policía.
La marroquinería da trabajo a 23.000 personas solo en Fez, una tercera parte de los 63.871 empleos del sector en todo el país.
El volumen de negocios del sector supone en Marruecos el 8,2 % del total de la artesanía, pero en Fez es un 29% del total, y supone un volumen de negocio de 6.600 millones de dirhams (unos 610 millones de euros anuales).
Debido a esta importancia económica, el Gobierno marroquí ha desplegado varios programas para restaurar la infraestructura de la artesanía de cuero, desarrollar los recursos humanos y darles más protección social.
Además, el ministerio de Artesanía ha establecido "marcas de calidad" para los productos artesanales: por ejemplo, 247 artesanos pueden poner la etiqueta diferenciada de "babucha ziuania" para proteger su reputación.
Los curtidores, como Mtiui, reconocieron que ha habido algunos avances en la protección de los trabajadores, sobre todo en la prevención de los riegos laborales, pero lamentó que todavía no gozan de la cobertura social y médica, ni del apoyo para aumentar su competitividad.
En los últimos años, las autoridades han equipado a 857 trabajadores de las curtidurías con monos de trabajo impermeables, además de someterlos a exámenes médicos periódicos, y ayudarles en la compra de tres "lavadoras", como llaman a la enorme noria de madera en la que se lavan los cueros en una de las etapas.
La jefa del servicio de la Artesanía y Economía Social en la delegación región del ministerio de Artesanía, Fatima Barhaila, explicó a Efe que el Gobierno marroquí ha empezado el proceso de la organización de este sector, y la piedra angular de la reforma es la aprobación de una ley que regularice estas profesiones centenarias.
En paralelo, están restaurando los distintos mercados de piel y las curtidurías, además de formar recursos humanos en técnicas más modernas.
Agregó que la última fase, después de la aprobación de la ley que regulariza la profesión, será el establecimiento de un sistema de protección social y médica para los artesanos, del que ahora carecen.
Al lado de la curtiduría de Chuara, se puede ver a un grupo de curtidores jóvenes alrededor de dos expertos españoles tomando notas con mucha atención. Se trata de una formación técnica organizada en asociación con la Universidad de Fez para 46 hijos de antiguos obreros de las tres curtidurías de la urbe.
El objetivo de esta formación, que dirigen dos ingenieros procedentes de la localidad catalana de Igualada, es ayudar a los artesanos marroquíes a adquirir conocimientos que les permitan producir cueros de calidad con menor gasto de agua y menos contaminación.
"Estamos transmitiendo nuestra experiencia en Igualada, donde muchos años atrás el sector del curtido hizo una serie de cambios para adaptarse a nuevas tecnologías con el fin de conseguir un producto de calidad", comentó Pere Carles, ingeniero de Medioambiente.
Los artesanos fesíes -recordó- trabajan con productos naturales, lo que no les ha permitido dosificar las necesidades de cada etapa del proceso del tratamiento de la piel, y la formación que los catalanes imparten ayudará a los trabajadores a corregir estas prácticas.
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