Las concertinas que coronan el vallado de Ceuta tienen nueva fecha de retirada. La última que se conoce: finales de septiembre. Así lo han confirmado fuentes de toda solvencia a este periódico, aludiendo al último de los anuncios trasladados por el Ministerio de Interior a la Dirección General de la Guardia Civil.
De los anteriores ya ha llovido. Nada se ha hecho al respecto a pesar de que al llegar Pedro Sánchez al Gobierno de España colara en su discurso la promesa de retirada de las concertinas, quizá más para disfrazarlo de cara a la galería que con un sentido de la coherencia.
La valla sigue en su lugar y las alambradas que el propio PSOE colocó las siguen coronando, teniendo como hermanas a las que va instalando Marruecos en su propio vallado perimetral. En su única visita a Ceuta como ministro de Interior, Grande-Marlaska insistió en que las concertinas se iban a quitar subiendo de altura el vallado. Y puso fecha, el 23 de febrero habló de “lo haremos en semanas”. A la Dirección General de la Guardia Civil se le ha comunicado que las cuchillas que cortan y matan empezarán a retirarse a final del próximo mes, pero nada se ha dicho de lo que se irá colocando después. Tampoco de las mejoras sobre un sistema de control antiguo, más allá de las cámaras que ya llegaron hace meses.
El vallado de Ceuta, como el de Melilla, es un pozo económico sin fondo. Al destino de gran cantidad de guardias civiles comisionados durante meses en Ceuta, con sus respectivas dietas y gasto extraordinario y permanente, se suma todo lo que lleva invertido el Gobierno de la Nación en blindar esos kilómetros que separan España de Marruecos. Según la última respuesta escrita ofrecida por el Ejecutivo a preguntas de Amaiur, desde 2005 se han invertido 72 millones de euros. Un montante al que hay que sumarle 8 años más de gasto, los que van desde esa fecha a su construcción.
Dinero, mucho dinero; negocio también; contratos adjudicados a empresas que siempre serán rentables, fabricación de concertinas a diestro y siniestro... un pozo sin fondo que tampoco tiene funcionalidad determinante puesto que la impermeabilidad de los perímetros más depende de lo que quiera el gendarme de la Frontera Sur de Europa: Marruecos.
Cuando Mohamed VI quiere, convierte en un auténtico bunker el espacio fronterizo en el entorno de las ‘hermanas’. Muy pocas oenegés se atreven a cuestionar las políticas antihumanitarias aplicadas; la comunidad internacional calla. Tras la última entrada de inmigrantes de agosto de 2018, Marruecos recibió la encomienda de aceptar no solo a los detenidos en una devolución histórica que fue descubierta gracias a las grabaciones de FaroTV, sino también de evitar que situaciones así volvieran a suceder.
El refuerzo desde entonces ha sido notable y percibido a ojos de todos. Marruecos no se esconde e incluso ofrece entrevistas detallando su papel de controlador. Al Gobierno de Pedro Sánchez, además de resolver la papeleta de cómo conseguir la acción de gobernar, le toca ahora ofrecer, difundir y ‘vender’ su imagen más progresista retirando unas concertinas mientras su ‘socio’ las levanta. Ya hay fecha a menos que, de nuevo, sea otro sueño de verano más.
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