Aunque parezca mentira, más de treinta años después a la barra del Maresco, de la que han comido tres generaciones de vecinos de toda Ceuta, siguen llegando nuevos clientes. La bocatería hubiera cumplido 34 años el 28 de diciembre, pero el 27 de abril bajará la persiana definitivamente y Jesús Maresco e Inés Llorca podrán dedicarse a hacer “otras cosas” y despedirse por la puerta grande.
“A mí me apetece tener tiempo para hacer otras cosas porque yo no me voy a quedar de brazos cruzados viendo una telenovela”, advierte ella, tarifeña “pescada” al otro lado del Estrecho por su marido en 1978, “guapa todos los días” para su marido, “siempre con la manita de cal”, bromea ella citando un dicho de su tierra natal.
“Lo que más nos importa”, advierte él, menos coqueto, “es el reconocimiento de la clientela, que nos dice unas cosas que son normales, desde críos que llevan 34 años viniendo y ahora lo hacen con sus hijos o sus nietos...”. “A mí se me van a saltar muchas veces las lágrimas”, augura emocionado. “Vamos a terminar y recoger lo nuestro y si aparece alguna familia que de verdad tenga interés en buscarse la vida honradamente como hicimos nosotros, quizá podría ser la idónea para plantearnos un alquiler o un traspaso”, apunta.
La historia empezó un 28 de diciembre de 1990 poco después de que Jesús dejase el mundo del bazar y su padre le ofreciera un garaje para emprender con lo que quisiera. Junto a su esposa se lanzó a la hostelería. La primera jornada, primera inocentada.
Como ninguno de los dos tenía más idea de cocinar que lo aprendido en casa contrataron un planchista que desapareció el mismo día de la apertura. “Ya habíamos gastado hasta la última peseta, lo que habíamos comprado se podía estropear, nos miramos y dijimos... 'Vamos a levantar la persiana con un par de cojones”, recuerdan a coro.
La primera tanda de pinchitos se fue al suelo. La segunda se quemó. Cerraron la noche con seis bocadillos vendidos y sus tres hijos dormían enfrente del local en el coche o debajo del mostrador para terminar la jornada. Fueron cogiendo vuelo, muy alto. A finales de los noventa abrieron otro local en Puertas del Campo y llegaron a contar con una quincena de empleados.
“Empezamos a estar insatisfechos, a tener mucho trabajo pero sin estar a gusto, no nos veíamos apenas...”, relata Llorca. Entonces decidieron frenar, dejar de vivir para trabajar y volver a hacerlo para vivir. Les dio vértigo, pero hoy creen que acertaron volviendo al modelo familiar con el que han llegado a la orilla, ahora junto a su hijo pequeño, Rafael. Siempre con la misma consigna: una atención cercana, el cliente como un amigo y un producto de primera.
"Cuando arrancamos me dijeron: pinchos y filetes de pollo, corazones, hamburguesas y de ahí no te salgas, pero nosotros hicimos eso y lo contrario"
“Nos asustamos un poquito, pero volvimos al inicio y lo mejor que tuvimos fueron los clientes, que cuando nos quedamos sin reparto a domicilio [solo lo recuperaron en pandemia] siguieron viniendo a recoger sus encargos”, se congratulan. “Cuando arrancamos me dijeron: pinchos y filetes de pollo, corazones, hamburguesas y de ahí no te salgas, pero nosotros hicimos eso y lo contrario, ir introduciendo por ejemplo el roquefort, dándole al cliente la libertad de pedirnos lo que quiera, incluso de decirnos que le hagamos lo que nos parezca”, resume su política.
En su carta solo hay un bocadillo con nombre propio, el que homenajea a Manuel Cantero, uno de esos clientes que han compartido parte su vida con la pareja desde el otro lado de la barra, donde se trabaja con productos de primera. Las patatas congeladas, por poner el ejemplo más mundano, están vetadas, e Inés sumando años feliz pelando “como una marmota” esas agrias que también marcan la diferencia por su “calidad y fritura”. Mientras, a su lado, Jesús despieza la carne con mimo para tenerlo todo preparado a las 20.00 horas, cuando su compañera se incorpora al timón de martes a sábado.
"Un cliente firmó y puso: 'Hay que llenarlo' y los clientes han empezado a hacerlo... No lo íbamos a hacer, pero nos lo vamos a llevar de recuerdo"
Así sigue recibiendo ceutíes hambrientos que se desplazan hasta desde Benzú y que han empezado a despedir su otra casa en el cartel con el que Jesús e Inés anuncian su despedida. 'Top 1', 'Los mejores bocadillos de Ceuta', 'No encontraré una bocatería mejor en mi vida', '¡Los mejores camperos de España!' se puede leer, entre otros mensajes en el que panel desde el que ambos dan las gracias. “Un cliente firmó y puso: 'Hay que llenarlo' y los clientes han empezado a hacerlo... No lo íbamos a hacer, pero nos lo vamos a llevar de recuerdo”, avisan henchidos de orgullo.
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