Opinión

Marcela (II)

A Ceuta llegó con doce años y fue de la mano de unos familiares que se habían establecido por acá a finales de los años 50. Estuve bordando justo enfrente de lo que es el Ayuntamiento. Era una familia militar y pudiente. Hacíamos muchas cosas pero lo que más me recuerdo de todo esto fue una tarde antes de entrar en la citada casa conocí a un mozo muy atractivo, por aquella época ya tenía 18 años yo tan sólo me plantaba en los 15. Fue fulminante. Me contó en días sucesivos que era un gran cocinero y que estaba allí de compras. Me guiñó el ojo y yo me quedé prendada. Le dije cuántos días iba a estar aquí y me dijo que dos días a lo sumo. Yo no sabía que hacer.
Mi mejor amiga era mi prima y consulté el tema. Yo sabía que era muy consumidora de leer novelas rosas y se quedó muy pillada por el asunto. Primero dudó. Luego estuvo pensando. Y me dijo muy seria: “y tú qué piensas de ese muchacho”. Lo veía muy guapo. Y me atraía mucho. Ella no quería decirlo pero fue un golpe de su pasión literaria y me dijo: “los caminos del señor son infinitos. Y contra el amor no hay nada que hacer. Tu busca en tu interior y decide”. Y la verdad no lo pensé dos veces. Cogí lo poco que tenía y me fui con el muchacho. Él se quedó de piedra. Me aseguró que tenía un lugar para ella. En la zona de Estepona y más por el verano hacía falta mucha mano de obra. Cogí lápiz y papel y le mandé una carta a mi madre.
Sabía que no le iba a gustar pero tenía que aguantarse. Lo esperado. Fueron muchas cartas por mi parte y la de mi familia dándome el Consejo que me fuera para Ceuta o para el pueblo. Pero yo estaba muy a gusto con mi Antonio y con el trabajo que estaba haciendo. Sólo le hice una promesa. Llegar al matrimonio Inmaculada. Y la verdad que lo conseguí. Con mucho trabajo por que una no es de piedra pero lo hice efectivo. Tuve muchas noches la presencia de mi padre. Parecía que estuviera junto a mi hablándome. Siempre con la mano cogida a la mía y hablando de lo felices que habíamos sido en el pueblo. Que por qué no venía con nosotros nuevamente. Que me echaba mucho de menos y mucho más su madre y hermanos. Que respetaba la decisión que había adoptado pero que había sido muy precipitado. Normalmente antes de irse a convivir con alguien siempre había unos años donde se tenían que ver para hablar y conocerse. Todo en esta vida no eran los impetus del corazón. También la razón había que oírla. Y muchas cosas. Pero yo siempre le replicaba que era feliz. Y quería estar junto a él. Era cuando los sueños se sumergían en la tranquilidad que uno quería tener. Para estar al día siguiente fuerte para afrontar un nuevo día. A mí me gustaba mucho charlar y por eso me enteré que su familia era muy grande. Tenía cuatro hermanas y tres hermanos todos vivían junto a sus padres. El padre era el jefe del clan. Todas las dudas se la participaban a él y él decidía. Llegaron los 18 años y a los pocos días decidimos casarnos. Avisé a todos mis allegados y la ceremonia fue en Estepona. Donde vivía mi nueva familia y mis nuevos parientes. La verdad fue muy bonita. Yo iba de un blanco inmaculado. Me resaltaba toda.
Soy muy alta y siempre he tenido un buen tipo que me ha costado mucho mantenerlo aún hoy en día. Paso mucha hambre pero la figura está por delante de todo. No hice viaje de novios ya que lo principal era tener una casa propia y eso había sido muchos gastos y mucho ahorro por parte de los dos. Mi padre fue el primero en felicitarme por lo bien que había adornado la casa. Tenía dos habitaciones, una cocina, un saloncito y un cuarto de baño con bañera. Me dio dinero. Mucho para mí. Casi un año de mi salario y me ordenó que lo guardará para el futuro que sólo Dios sabe cómo será. Yo le respeté y lo guardé bien guardado y mira que el futuro fue muy de presente. Lo digo por que mi marido tenía dos problemas. Uno eran los porros y el otro la bebida. Había estado muy reprimido pero se agudizó cuando llegó a Estepona su primo el Susi. Salía todas las noches y volvía a las tantas y con unos buenos colocones. Como no se metía conmigo pues yo lo dejaba.
Mira que una de sus hermanas me lo decía. Hay que atar muy corto a Antonio. Esa mala influencia lo trae loco. Pero yo tenía los ojos muy cerrados. Lo quería con locura y no veía nada malo lo que hacía. Que equivocada estaba. Hoy en día lo achaco al amor. Y además a lo niña que era por aquellos entonces.

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