Esta será la segunda Semana Santa consecutiva en la que nuestras hermandades dejen de hacer estación de penitencia por las calles de nuestra Ciudad a consecuencia de la pandemia. Habría que irse hasta la II República para encontrar una situación semejante, pues las adversidades, lejos de ser un impedimento para rogativas y procesiones han sido siempre un acicate para las mismas.
Encomendarse a la divinidad en tiempos de desgracia es algo tan antiguo como el ser humano mismo, y no hay cultura ni religión que no lo haya hecho, de una manera o de otra. También lo es en nuestro día a día, en nuestras entradas y salidas. Así lo demuestran la colocación de los Dioses Lares en las viviendas de la antigüedad, las hornacinas con vírgenes, cristos y santos de media Europa, o las imágenes de puerta como nuestro Cristo del Puente.
Las televisiones de toda España rebuscan en la historia popular de nuestras ciudades para mostrarnos imágenes de cristos y vírgenes a los que nuestros antepasados se encomendaron en tiempos pasados. Muchas de estas imágenes continúan siendo portadas en procesión cada Semana Santa. Algunos periodistas me han preguntado sobre lo que hacían los ceutíes en esos casos, y he vuelto a repasar mis notas.
Indiscutiblemente, la imagen de Nuestra Señora de África -que junto con la de Nuestra Señora del Valle son las más antiguas con las que contamos en la ciudad, y que nunca han dejado de venerarse-, es la que ha copado las peticiones, oraciones y gracias de los ceutíes. Desde pocos años después de su envío por el Infante D. Enrique, las tropas que salían o llegaban a la Plaza se encomendaban a ella. Del Santuario sacaban banderas y pendones para que les acompañasen y protegiesen, y así siguió haciéndose durante generaciones.
José Guerra Lázaro, que alcanzó a conocer la colección de exvotos del Santuario, publicó en 1907 la primera edición de un libro en el que se recordaban votos y milagros ofrecidos y agradecidos a la Virgen. En los momentos malos, y a pesar de que había otras devociones muy queridas por los ceutíes, la Virgen de África era siempre la primera. Eso sí, hemos conocido tablas de exvotos en la Ermita de San Antonio y en el altar del Cristo de la Vera Cruz, entre otras, que demuestran que no era exclusivo de la Patrona. Así, en la Iglesia del Convento de Trinitarios hubo imágenes con ese mismo tratamiento.
Los momentos sin duda más duros, de más temor, debieron ser los de las epidemias de peste, como la de 1651 y la de 1743, que dieron lugar a sendas salidas de la imagen. La segunda de ellas, perfectamente narrada en las actas capitulares de la Junta de Ciudad.
Hay que decir que estas iniciativas eran mayoritariamente impulsadas por los fieles, y no siempre bien vistas ni secundadas por la Iglesia. En cuanto a las autoridades político-militares, solían potenciar las devociones nacionales.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII la Junta de Ciudad, es decir, el Ayuntamiento de Ceuta, tiene numerosas competencias, bajo la autoridad delegada del Gobernador, pero no el poder económico, que se concentra en la Junta de Abastos.
Conservamos bastantes años de actas y algunos documentos de la Junta de Abastos en el Archivo General de Ceuta, entre ellos, cuentas de los gastos que se pagaban por las fiestas que patrocinaba la institución. Llama la atención que junto a las festividades del Voto a Nuestra Señora de África y Santos Mártires, venerados como Patronos, solamente se detallen los gastos de Semana Santa, Corpus y las funciones de La Candelaria, San Sebastián y San Roque.
Merece la pena centrarse en estas dos últimas, dado que son los patronos más venerados como protectores contra las epidemias y, particularmente, contra la peste. La imagen de San Sebastián se veneraba en su ermita, en el barrio de la Cerca, mientras que la de San Roque estaba en la Iglesia de África. Curiosamente, ambas se conservan hoy en la Catedral, San Sebastián en la Capilla del Sagrario y San Roque en sus dependencias.
Hubo imágenes muy veneradas como el Santo Cristo del Portal en el Convento de los Trinitarios, donde también estuvo N.P. Jesús de Medinaceli, pero como decían las crónicas del siglo XIX, “al final los ceutíes siempre recurren a su Virgen Morenita”.
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