Hoy es el día que los recuerdos vuelven, y que solo se apartan de mí cuando deben de estar fuera. Pero llegó nuevamente ese día donde rápidamente se me pone delante el semblante de una bella mujer. Esa que durante toda su vida estuvo muy cerca de mí. Me dio todo lo que ella podía ofrecer, mi ser, su cariño, sus desvelos y por eso la quiero. Por ser una mujer única.
No puedo estar contigo ahora, más lo desearía. Aquí debo de permanecer para estar junto a los míos. Pero sé que algún día podré sentarme al lado suya y de todos mis seres queridos que se han ido poco a poco.
Pero tú eres especial, nos diste tanto que seguramente jamás te podré dar ni una parte pequeña de todo lo derramado por ti. Pero es así, todo lo que hacemos por nuestros hijos. Y sólo ahora comprendo lo que has hecho por nosotros. Todavía no estamos preparados para afrontar tu partida, mas ¿algún día será el día? Creo que aunque estuviéramos aquí en este lugar llamado Tierra siete vidas más, nunca te podremos recompensar por todo lo que has hecho por nosotros.
Ni si quiera ese silencio que tenías por defecto te hacía distanciarse de estos pequeños retoños tuyos. Ni tampoco nuestras descendencias que las querías tener cerca tuya. Ya que una madre lo es todo y nadie te ha podido dar eso que todos desearíamos para nosotros: la felicidad.
Poca te hemos dado y sí muchos quebraderos de cabeza, muchas noches en vela y seguro que tú si te has enterado de los escapes de las madrugadas y esos momentos de tensión en donde no podías dar más protección.
Y la vida continúa, sin esa madre nuestra, que está allá en lo alto, viéndonos y cuidándonos de todos los males de esta vida.
Y yo te doy las gracias por ser una madre modelo y estar con nosotros esos sufridos años de tu querida y añorada vida.
Gracias mamá por tenernos.
Y darte las gracias será algo que solo te podré dar con mi corazón destrozado y desgarrado por tu falta ahora mismo.