Opinión

De "malditos" a oficiales

El Servicio Militar Obligatorio desapareció de forma precipitada y para el Ministerio de Defensa al principio, fue difícil conseguir un contingente razonable para nuestras Fuerzas Armadas, circunstancias que fueron cambiando paulatinamente.

Antes de esta nueva situación los jóvenes tenían asumido que debían dedicar un tiempo de sus vidas a servir a España. Muchos veían aquella obligación como una penosa carga que llegaba en el peor momento, precisamente cuando se iba a iniciar una actividad laboral. Y los estudiantes universitarios o técnicos observaban con preocupación que, casi al terminar la carrera, debían incorporarse a filas y hacer un paréntesis en sus proyectos.

En el caso de Ceuta, donde además se unía la separación geográfica para los peninsulares, el barco trasladaba en los licenciamientos a miles de jóvenes que vivían como una fiesta la salida de la Ciudad, a pesar de los esfuerzos de los responsables militares por mejorar las condiciones de vida y la atención a las familias en Juras de Bandera y otros actos. Pero lo cierto es que, transcurrido el tiempo, aquellos muchachos que salieron de Ceuta alegrándose de ello, después recuerdan aquel tiempo en África con simpatía e incluso añoranza. Y las autoridades turísticas todavía no han desarrollado una política de captación de esos miles de españoles que volverían con sus esposas e hijos si se les planteara un programa atractivo. Sorprende ver en Normandía y otros lugares a veteranos que vuelven a revivir recuerdos de su juventud gracias a una eficaz propaganda, mientras que en esta ciudad aún no se ha abordado este tema.

Los "malditos"

Los “malditos” Según nos recuerda Jesús López Medel en su obra “La Milicia Universitaria”, en el Servicio Militar Obligatorio existía la posibilidad para los universitarios y estudiantes de Escuelas Especiales, realizarlo en lo que se conocía como Instrucción Premilitar Superior (IPS) que comprendía a la Milicia Naval Universitaria (MNU), Milicia Aérea Universitaria (MAU) y Milicia Universitaria (MU) término este que se empleaba para el Ejército de Tierra, naturalmente la más numerosa. Centrándonos en la Milicia Universitaria, es necesario reconocer que fue una iniciativa admirable. Para el Ejército porque le permitía contar con un plantel de militares con gran capacidad de aprendizaje y el acceso a los integrantes de la Universidad con todo lo que ello conlleva. Para los estudiantes, el contacto con lo castrense se realizaba en principio con disgusto y después con la curiosidad que caracteriza al estudiante. Los oficiales profesionales de las distintas Armas que formaban a los llamados “milicios” se encontraron de pronto instruyendo a un colectivo poco habitual y se creó un ambiente muy interesante entre profesores y alumnos. La IPS en su segunda época permitía hacer el servicio militar en Verano, del 15 de junio al 15 de septiembre y sin vacaciones, salvo una semana en la Jura de Bandera. Las enseñanzas se desarrollaban en Campamentos y siempre al aire libre, en clases teóricas y prácticas que se sucedían ininterrumpidamente en las instalaciones de El Robledo (Segovia), Montejaque (Ronda), Los Castillejos (Tarragona), Monte la Reina (Zamora), Los Rodeos (Tenerife) y La Forestal (Cádiz). Montejaque, por ejemplo, muy cerca de Ronda, tenía Infantería y Caballería y se montaba un poblado en tiendas cónicas por los propios universitarios que establecían las unidades y hasta llenaban los colchones de paja en las dependencias de Caballería.

"Aquellos muchachos que salieron de Ceuta alegrándose de ello, después recuerdan aquel tiempo en África con simpatía e incluso añoranza"

Los que después de terminar el penúltimo curso de carrera se incorporaban al Campamento tras superar pruebas físicas, eran llamados Aspirantes aunque en la jerga cuartelera, los de segundo curso les denominaban cariñosamente “malditos”. Y estos, al llegar a aquellos montes de Ronda que se poblaban con casi 5.000 jóvenes, recibían su equipo consistente en uniforme de paseo (de bonito se le llamaba entonces), uniforme de campaña (bautizado como de faena), algunos detalles para gala como guantes blancos y gorro cuartelero, cordones de Aspirante y una insignia en forma de corazón con el universitario cisne del Cardenal Cisneros cruzado con armas y flechas.

Universidad y Ejército

Universidad y Ejército Viendo con la perspectiva que da el paso del tiempo aquel sistema de realizar el servicio militar, hay que reconocer que se consiguió que colaboraran estrechamente el Ejército y la Universidad. La Jefatura del Distrito Universitario la desempeñaba un Teniente Coronel o Comandante profesional que se inscribían prácticamente dentro de la estructura de la Universidad. Los estudiantes pasaban por estas oficinas militares como por cualquier dependencia docente y esa colaboración producía excelentes resultados, sobre todo en un tiempo en que los campus estaban en ebullición. Desde su nacimiento en 1941 hasta su extinción en 1972, más de ciento cincuenta mil jóvenes pasaron por las filas de las Milicias Universitarias y encontraron un Ejército pobremente dotado al principio, con oficiales profesionales muy motivados pero con más reconocimiento social que económico. Aunque, tras el Pacto con Estados Unidos, el material empezó a mejorar, los Aspirantes encontraron en los Campamentos una vida dura al aire libre, mucho estudio teórico, ambiente de competitividad porque solo algunos terminarían de oficiales y unos profesores de la milicia profesional que se esforzaban por hacer mandos de aquellos soldados de temporada. Tras el primer Verano si se superaban todas las pruebas, se accedía al empleo de Sargento de Complemento y si no, había que repetir campamento, suplicio que muy pocos soportaban sin desesperarse. Estos veteranos del segundo ciclo volvían a llamar “malditos” a los que llegaban y lucían sus galones por las calles de Ronda, Marbella o sus lugares de origen los fines de semana. Cuando llegaba Septiembre del segundo verano, aproximadamente un treinta por ciento alcanzaban el grado de Alférez, el resto se quedaba en sargento y al año siguiente, en otro verano, los ya graduados se integraban en distintas guarniciones para hacer prácticas en unidades y alcanzar el empleo efectivo. Y esta era una oportunidad para los universitarios militares, ya que entraban en contacto con los soldados que tenían otras preocupaciones y problemas. Ese nuevo choque de convivencias era a su vez beneficioso para todos.

Margarita se llama mi amor

Margarita se llama mi amor Algunos dentro del Ejército profesional no entendían que unos jóvenes privilegiados que en aquellos tiempos accedían a estudios universitarios, tuvieran la posibilidad de alcanzar el grado de oficial en dos veranos, mientras que ellos precisaban años para alcanzar esa meta. Pero se trataba más de discusiones de Sala de Banderas que de algo serio. En realidad, la Escala de Complemento en que se integraba la Milicia Universitaria, servía para complementar los cuadros de oficiales profesionales en caso de que fuera necesario completar estos o para situaciones de emergencia. Y la emergencia llegó en 1957, cuando ya la figura del Alférez de Milicias estaba presente también en La Legión o Regulares y fue en Ifni, donde bandas armadas marroquíes atacaron el territorio y el Alférez de la IPS Francisco Rojas Navarrete fue destinado allí con el Regimiento de Infantería de Soria nº 9, donde hacía las prácticas reglamentarias. Había estudiado Derecho y era natural de Úbeda, en Jaén. El 7 de diciembre de ese año, cuando protegía a tropas de Ingenieros con su sección, resultó gravemente herido por una granada de mortero, falleciendo poco después. Se le concedió la Medalla Militar Individual en 1960. Su madre recogió la condecoración de manos del Ministro correspondiente en el Campamento de la Milicia Universitaria de El Robledo, mientras sus compañeros seguramente desfilaron a los compases de Margarita se llama mi amor, la canción más repetida en aquellos veranos castrenses.

El olvido

El olvido 1972 dio por terminado un sistema que funcionaba bien y se cambió por el IMEC (Instrucción Premilitar para Oficiales y Suboficiales de Complemento) con sus variaciones para la Marina y el Ejército del Aire. A partir de ese momento una losa de silencio cayó sobre las Milicias Universitarias como si esos 150.000 hombres no hubieran existido jamás. Los universitarios que comprendieron la grandeza e importancia del Ejército, intentaron mantener algún lazo de unión, pero la política militar no tenía previsto seguir en contacto con aquellas futuras élites civiles del país e incluso los que quisieron hacerse socios de Casinos Militares tuvieron que inscribirse como “paisanos”, con lo que su condición de oficiales duró un verano. Justo es reconocer que en Ceuta, en ocasiones puntuales, los oficiales de complemento en la reserva fueron invitados, como tales, a algunos actos militares y acudieron al completo, pero esta costumbre también se perdió aunque subsisten ciertos casos.

Algunas Asociaciones de milicios intentaron abrirse paso para mantener ese matrimonio Ejército-Universidad como la Asociación Española de Oficiales de Complemento pero no consiguieron consolidarse, sobre todo porque opino que no existían suficientes cauces para tal cooperación. Con ello, las Fuerzas Armadas perdieron una conexión muy importante con la sociedad civil porque esos miles de universitarios que sirvieron en los Campamentos de la IPS, se convirtieron con el tiempo en las clases dirigentes y pasaron a ocupar puestos claves, con lo que la simbiosis habría sido beneficiosa para todos.

Ya los tiempos han cambiado. Los oficiales de las Fuerzas Armadas más tarde se han integrado en gran parte como alumnos en la Universidad graduándose y también muchos universitarios siguen cursos en organismos de Defensa, hasta el punto que incluso los ministros del ramo son civiles. Pero a pesar de todo, valía la pena recordar aquel feliz sistema de hacer el servicio militar, ahora que esa experiencia única ha pasado de moda.

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