Ganadora del Nobel de la Paz y menor de edad, desafió con la palabra a los talibanes de su país, Pakistán l El Jurado falló por unanimidad
“Por decisión unánime de todos los miembros, se concede el Premio Convivencia de la Ciudad Autónoma de Ceuta, en su decimoquinta edición, a Malala Yousafzai por su coraje y ejemplaridad en la conducta, que le ha convertido en un símbolo vivo en la defensa de los derechos más elementales de la persona, como la educación, la paz y la igualdad, y a los valores esenciales para la convivencia, todo ello con una filosofía de no violencia”. Con estas palabras, al filo de las 20:20 horas, el Jurado del Premio Convivencia daba a conocer el nombre de la figura merecedora de este prestigioso galardón, de carácter bianual y dotado con 30.000 euros.
“Malala Yousafzai es la niña que usó la educación para desafiar a los talibanes”, destacó también la organización sobre la ganadora, reconocida el pasado año con el Premio Nobel de la Paz. Natural de Pakistán y con sólo 17 años de edad, Malala se ha convertido en un símbolo de la lucha contra las atrocidades que azotan el mundo y las injusticias que privan de cultura, educación y libertad a miles de personas, muchas de ellas menores. Sucede a Mario Vargas Llosa, también Premio Nobel, aunque en este caso de Literatura, y el Jurado, tras informar que, vía correo electrónico había emitido su decisión a la propia Malala, informó acto seguido que esperaba su presencia en Ceuta para recoger el mismo, si bien la fecha deberá de ser acordada entre ambas partes.
El jurado ha estado compuesto este año por María Almudena Muñoz Guajardo, directora general de Casa Mediterráneo; Elena González González, adjunta de dirección y coordinadora de programación de la Casa Árabe; Esther Bendahan Cohen, directora del Instituto de Estudios Judíos-Centro Sefarad-Israel; Fernando Arias Canga, director de la Fundación Pluralismo y Convivencia, del Ministerio de Justicia; Enrique Beamud Martín, director del Instituto Cervantes de Tánger-Tetuán; Begoña Cerro Prada, subdirectora general de Relaciones con las Comunidades Autónomas del Ministerio de Educación, y Mabel Deu, consejera de Cultura y presidenta del Premio Convivencia.
Nada más conocerse la noticia, la Ciudad emitió un comunicado en el que repasaba algunos de los pasajes que han marcado la vida de Malala y que la han llevado a ser reconocida por instituciones y personas de diversas nacionalidades, razas y creencias. Así, la Ciudad recuerda, a modo de biografía, que la historia de Malala comienza en 2009, cuando la niña tenía 12 años y los talibanes pakistaníes controlaban el valle del Swat, en el noreste de Pakistán, “e imponían su versión rigorista del Islam”. Una de sus primeras medidas fue prohibir que las niñas acudieran a la escuela. El 70 por ciento de sus compañeras había dejado de acudir a clase por miedo o por indicación de sus familias, “pero Malala acudía de manera casi clandestina, sin uniforme, escondiendo sus libros”. Así, comenzó a narrar sus experiencias en un blog diario en la página de la BBC en urdu (una de las lenguas que se hablan en Pakistán), bajo el seudónimo Gul Makay.
La historia llamó la atención del periodista del New York Times Adam B. Ellick, que entrevistó a Malala y le puso cara, para el mundo pero también para sus enemigos. En 2010, el Ejército pakistaní expulsó finalmente a los talibanes del Swat y Malala volvió a su escuela, como ella misma se encargaba de contar contenta a la BBC. El Gobierno, incluso, decidió convertirla en icono y darle un premio nacional a finales de 2011. Pero desde que su identidad había sido revelada, Malala y su familia sufrían amenazas continuas.
El 6 de octubre de 2012, finalmente las amenazas se convirtieron en realidad. Un grupo de hombres armados llegó a la escuela. Preguntaron por ella y la esperaron a la salida. Después, subieron al autobús escolar y le dispararon a bocajarro en la cabeza y el cuello, dejándola al borde de la muerte. El portavoz de los talibanes paquistaníes, Ehsanullah Ehsan, confesaba que el grupo estaba tras el ataque. “Es pro-occidental, estaba hablando contra los talibanes y decía que el presidente Obama era su ídolo. Era joven pero estaba promoviendo la cultura occidental en las zonas pastunes”, dijo.
La joven activista fue trasladada en un avión ambulancia desde Islamabad al hospital Queen Elisabeth de Birmingham, en Reino Unido, donde se sometió a dos intervenciones quirúrgicas. En sus primeras declaraciones, después de recuperar el habla, Malala reafirmó su compromiso con el derecho de la mujer a la educación.
En noviembre de 2012, la ONU dedicó un día en su nombre al derecho universal a la Educación. Durante su discurso, la joven afirmó que no estaba en contra de nadie, ni siquiera de los talibanes en su país, y aseguró que incluso si tuviera una pistola “no dispararía” a la persona que la atacó. “Es algo que aprendí de Mahoma, el patrimonio que recibí de Martin Luther King y de Nelson Mandela, la filosofía de la no violencia que aprendí de Gandhi y la madre Teresa, el perdón que aprendí de mi padre y de mi madre”, aseguró entre aplausos. Quizá por ello ha pedido, recientemente, que se negocie con los talibanes, los mismos que intentaron matarla y le prohibieron ir a clase.
Sin embargo, el predicamento de Malala en el exterior no es correspondido en su país, donde la celebración de la ONU pasó desapercibida. Los talibanes la han vuelto a acusar de abandonar el Islam y de “convertirse al laicismo”, quizá para recordarle que su recién ganada fama internacional no es ningún seguro de vida en la convulsa sociedad paquistaní. La joven, que vive en Birmingham (Inglaterra), sin embargo a día de hoy le gustaría regresar a su país y dialogar con los talibanes.