Hace unos meses me habló una persona sobre los hechos que ocurrían en la casa de su madre. No se podía entrar en ella debido a unos ruidos constantes que existían. Incluso según me afirmó le habían intentado ahogar una vez. Me quedé de piedra y lo único que hice fue tomar nota e ir transcribiendo para luego pasarlo a este medio.
“Mi madre María era una persona muy ordenada. Le gustaba la limpieza. Nos aleccionó a todos nosotros, sus hijos, a tener la casa en perfecto estado de revista siempre. Incluso cuando terminábamos de hacer nuestras necesidades elementales allí estaba encima para dar su visto bueno en la pulcritud del estado de limpieza de los utensilios utilizados. Era un martirio. Pero a la larga se veía recompensado que cuando entraba en nuestro domicilio cualquier persona se quedara prendado por lo bien que olían las estancias y todo estaba bien recogido. Éramos siete hermanos de los cuales las dos últimas eran mujeres. Esto tenía un poco de razón que todos cuando conseguíamos tener la mayoría de edad, que por aquellos entonces eran los 21 años, saliéramos por patas de nuestro querido nido de crianza. Mi madre estaba muy orgullosa por lo que había conseguido con todos nosotros. Pero los que salíamos no regresábamos nunca. Procurábamos besarla en la calle y si teníamos que felicitarla igual o por teléfono. Todos nos acordábamos de lo mal que habíamos estado en casa. Y eso que nos trataba con mucho amor. Pero no quería ningún fallo. O si no utilizaba la zapatilla con una habilidad terrorífica. Este trauma era suficiente para tener un respeto muy elemental. Yo fui el primero en salir. Encontré un boquete gracias a ser militar y me quedé en la milicia. Allí podía comer con el rancho y teniendo una cama pues tenía todo solucionado. No me arrestaron nunca por falta de policía, es decir, por tener la cama mal arreglada, o estar desaliñado en cuanto a barbas, ropas, etc. El entrenamiento de mi querida madre me había valido para estos menesteres. Un diez para ella. De todos modos me casé a los 24 años y tuve 5 hijos. Los nietos los veía con regularidad. Yo sabía por dónde se movía ella y a las horas y la buscaba para que los tuviera un ratito.
Ella había sido hija única y además adinerada la familia pero por culpa del amor, o sea, de estar con mi padre había perdido todas las garantías de tener una vida súper sencilla. Pero el estar siempre rodeada de sirvientes le había valido para saber dar órdenes y con mucho respeto. Pero muy enérgica. Muchas noches la he escuchado chillar. Para mí que sería dando órdenes a cualquier espectro que se le hubiera presentado en la habitación. Era una broma muy generalizada entre nosotros. Los hermanos. Pero luego quedarse tan joven sin marido creo que le afectó un poco más. Nunca lo vimos con ningún otro hombre y eso que era muy guapa. Lo máximo que hizo al final cuando sus nenes se habían ido de casa era quedar con alguna vecina para tomar café o ir a bailar en alguna verbena. Yo, particularmente, no me acerqué nunca después de salir de casa. Por un lado la rabia que me había traumatizado de ser súper limpio y por otra la zapatilla voladora me daba mucho ‘yuyu’. La quería pero era una cosa superior a mí. No podía entrar en casa. Ella nunca aceptó está decisión mía. Y mira que me invitó muchísimas veces muy especialmente en época de Navidad para estar toda la familia reunida. Yo nunca acepté ir. Yo también la invité en muchas ocasiones y pocas me hizo caso. Cuando llegaba todos los presentes de mi familia tenían miedo y nos tirábamos casi una semana limpiando la casa para evitar comentarios innecesarios. Generalmente evitaba los chismorreos. Creo que siempre estaba dispuesta a buscar un nexo de unión para que yo volviera por lo menos una vez al hogar. Pero cuando salí de el fue con la determinación de no volver. Los nietos la querían con locura y muchas veces me preguntaban por qué no podían estar más tiempo con ella. Muy especialmente la mayor que le pusimos por ella también María.
Se parecía mucho a ella en aspecto. Menos mal que no era tan limpia. Al revés había que estar siempre con ella regañándola para que tuviera el cuarto en especial en condiciones. Por mi parte yo era igual. Cuando llegaba a casa me quitaba la ropa y la dejaba en cualquier lugar, si no hubiera sido por mi madre que me inculcó ser un poco ordenado...