A Himo se le partió el corazón cuando el pasado 8 de marzo, su hijo Mohamed Abdesalam Ahmed perdió la vida después de que una patrullera de la Policía gibraltareña embistiera la embarcación que ocupaba junto a dos ceutíes más y un portugués. Esa madrugada murió Mohamed, pero también Mustafa Dris, otro vecino de Ceuta para quien su familia ha pedido justicia. Sus cuerpos fueron trasladados por la Policía de Gibraltar a la Roca y no fue hasta días más tarde cuando se autorizó el traslado a Ceuta para recibir sepultura en el cementerio de Sidi Embarek. Todavía, ocho meses después, no se conocen ni los informes forenses que recogen las causas de esas muertes ni los policiales que identifiquen a los agentes que ocupaban la embarcación oficial.
Gracias a las investigaciones de la Guardia Civil se supo que esa acción fue cometida en aguas españolas, al este de la playa de Santa Bárbara, en el término municipal de la Línea de la Concepción. Hasta allí, en aguas que no son de su competencia, se introdujo la patrullera que no solo embistió a la embarcación española sino que también la trasladó a su territorio, con los cuatro ocupantes a bordo. No se sabe, porque las autopsias no han trascendido, en qué momento murieron los dos ceutíes. Si fue en ese golpe o lo hicieron después, durante el trayecto a Gibraltar, en donde todavía permanece retenida la embarcación. Un juzgado de La Línea investiga el crimen y ya ha dictado una orden europea con la que busca aclarar todo lo sucedido.
En Sidi Embarek, al lado de la tumba de Mohamed, Himo reza por su hijo, reza por una vida perdida mientras reclama justicia, pidiendo que se esclarezcan los hechos de inmediato. Eso sería lo único que puede aportar algo de paz a su vida. Y es que ocho meses después de la tragedia, solo piensa en que se arroje algo de luz en torno a este caso y se identifique a los implicados.
“Pido Justicia, que los encierren, no me quedo tranquila hasta que estén entre rejas. Nos han destrozado a toda la familia, ya no estamos tranquilos”, expresa Himo en declaraciones a FaroTV, recordando a Mohamed, quien estaba casado y tenía tres hijos de 5, 4 y dos años, a los que les arrancaron de forma violenta e inesperada la figura paterna.
Himo no entiende por qué la patrullera gibraltareña actuó de esa manera, por qué embistió a la embarcación si no estaban huyendo y si, además, nada se encontró en su interior. Por qué entró en aguas españolas si no se estaba desarrollando ninguna acción que tuviera que ser perseguida es, todavía hoy, una incógnita. “Los han matado queriendo, porque estaban parados, ni huían ni nada. Fueron hacia ellos y así no debe ser... vamos a ver, para qué está la justicia entonces”, denuncia emocionada. “Yo no voy a quedarme parada hasta que sufra su familia lo que estamos sufriendo nosotros, que estamos sufriendo mucho porque lo han matado porque han querido”, añade refiriéndose con duras palabras a los policías de la patrullera.
La madre de Mohamed tiene confianza en que todo se aclare, es lo único que le queda: esperar y confiar en que la investigación dé sus frutos para terminar poniendo las respuestas a la hilera de interrogantes que se agolpan en su cabeza desde que esa madrugada perdiera a su hijo. “Yo solo espero que se aclare todo y que terminen entre rejas y que sufran lo que estamos sufriendo nosotros. Estamos destrozados, ni comemos ni dormimos... No tengo vida ninguna, ni yo ni el padre. Mi marido está que no veas, estaba muy unido a él y ahora estamos destrozados. Esto así no tiene que ser, lo han matado como si hubieran matado a un perro. Después del homicidio hicieron un secuestro, lo mataron en aguas españolas y se lo llevaron a Gibraltar, ¡por qué!, ¡por qué hicieron eso! Y después, con esa lancha asesina que tiene un serrucho,... por qué, ¿no faltaba con cogerlos? No se merecen esa muerte”.
La madrugada del 8 de marzo dos españoles, dos vecinos de Ceuta, fueron víctimas de un caso que todavía hoy sigue teniendo demasiadas sombras. Himo se enteró a las nueve de la mañana de ese domingo, fue ahí cuando el tiempo se paró para siempre, cuando todo se detuvo, cuando sufrió el mazazo nunca esperado. Mientras le quede vida no cesará en su lucha, no se detendrá en la petición de justicia. Advierte de que no parará hasta que todo lo que ocurrió se aclare. “A las 9 me levanté, me llamó mi marido y contó lo ocurrido. No se merecía esa muerte, le pusieron además que era marroquí. No es de Marruecos, mi hijo nació y se crío aquí. Ellos se pensaban que era de Marruecos, que los habían matado y ya está, no pasa nada... Pues no, mi hijo es de aquí. Tiene que haber justicia para mi hijo y mientras esté viva iré a donde sea. Él era mi amigo, mi hijo, venía todas las mañanas a tomar café, me contaba sus cosas y yo las mías, nos reíamos y se iba. ¿Ahora quién viene? Me levanto, ¿hago café, no lo hago?, pienso, esperando a ver si viene, pero no viene...”, relata.
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