Desde el Kremlin, el dictador Stalin dictaminó que los socialdemócratas europeos eran más enemigos que la derecha reaccionaria, lo mismo que había procedido con los anarquistas por razones ideológicas y con los trotskistas por motivos de disputas de poder.
Esa desunión acabó provocando que los nazis llegaran al poder en enero de 1933.
El 30 de enero de ese año, tras no pocas carambolas, presiones, intrigas, jugadas sucias y amenazas, el presidente Paul von Hindenburg nombra a Adolf Hitler Canciller de Alemania, inducido por el convencimiento y las presiones de los partidos de que las mieles y los privilegios que otorgan gobernar lo suavizarían. De la misma manera que no se le pueden borrar las manchas al leopardo, los totalitarios de cualquier pelaje nunca cambian de rumbo. Nunca.
A las 21:25 horas del 27 de febrero de 1933 se declara el incendio del parlamento alemán que es rápidamente pasto de las llamas. La policía, haciendo un registro del Reichstag, curiosamente encuentra en el lugar de los hechos al ciudadano holandés Marinus van der Lubbe, de filiación comunista. Inmediatamente, y mientras se arresta al sospechoso, Hitler obtiene del presidente Hindenburg la firma de un decreto de emergencia que suspende las libertades civiles para “contrarrestar la confrontación despiadada del Partido Comunista de Alemania” (sic).
Van der Lubbe es salvajemente torturado hasta confesar ser el autor del incendio y guillotinado el 10 de enero de 1934. Posteriormente, la justicia alemana revisará el juicio y la condena, determinando que Marinus van der Lubbe era inocente de todos los cargos; es más, se llegó a la conclusión de que el incendio era obra de los propios nazis.
El caso es que el 28 de febrero de 1933, con la ilegalización del Partido Comunista, empiezan los encarcelamientos masivos de todo aquel que piensa en clave progresista o que se signifique como opositor al nazismo, aunque incluso forme parte de los diputados que gozan de inmunidad parlamentaria. Obviamente los francmasones también son duramente represaliados... de hecho vienen siendo amenazados por Hitler desde el inicio de sus andanzas, y bien que lo recoge en "Mein Kampf" basándose en el falso documento “Protocolos de los sabios de Sion”, un libelo antisemita que se publica por primera vez en 1902 en la Rusia zarista, cuyo objetivo era justificar ideológicamente los pogromos que sufrían los judíos.
El 22 de marzo, un día antes de la promulgación de la mencionada ley y ante la enorme presión existente en los centros penitenciarios, abre sus puertas un recinto de dantesco recuerdo que pronto se clonará por toda Europa: con su siniestro “El trabajo os hará libres”, el campo de concentración de Dachau abre sus rejas solo hacia dentro, mientras que la Libertad cierra su devenir.
En agosto de 1935 Hitler anuncia en el periódico del partido nazi, el Völkischer Beobachter (en español, “el observador popular”), la disolución definitiva de todas las logias de Alemania. Sin embargo, los francmasones son detenidos mucho antes e internados en los campos nazis por el mero hecho de ser masones. Los datos apuntan que al menos 200.000 masones alemanes (aunque todos coinciden en afirmar que la cifra está muy por debajo de la realidad) perecieron en los campos de la muerte. A esa cifra hay que añadir los Hermanos a los que deportan posteriormente desde los demás países ocupados a medida que el ejército alemán va invadiendo Europa. Una verdadera brutalidad.
Mucho solemos hablar de la barbarie totalitaria de los nazis, pero en demasiado pocas ocasiones nos ponemos frente al espejo del dolor para intentar entender tanto vacío, tanta maldad, tanto dolor, tanto odio, tanta sinrazón y tanta brutalidad.
¿Qué sintieron estos hermanos nuestros al llegar a Dachau, Auschwitz Birkenau, Ravensbrück y Malchow (a 90 y 70 kilómetros de Berlín, respectivamente) o Mauthausen?
Hay relatos capaces de dibujar el infierno en toda su naturaleza, y este, vomitado desde el corazón por un superviviente de Auschwitz, no necesita más introducción:
“Cuando llegábamos a los campos de concentración en esos trenes infectos, para ganado, nos desnudaban, nos mordían sus perros, nos deslumbraban sus focos. Nosotros éramos personas normales, como ustedes. Nos gritaban en alemán 'links-rechts (izquierda, derecha)'. No entendíamos nada, y no entender una orden te podía costar la vida.
Hay que recordar a esos niños, siempre en la oscuridad, que eran como la simiente del diablo, según los nazis. No tenían capacidad de reír y tampoco de llorar. Aquellos niños a los que las madres no podían salvar, los destruían en cuanto tenían ocasión. Cuando llegaba la primera selección y nos ponían a los hombres a un lado y a los niños y a las mujeres a otro, las mujeres formaban un círculo y defendían a sus hijos con sus cuerpos y con los codos, lo único que tenían. Hay que recordar toda esa cosa tan turbia.
Aquellas noches en las barracas, en las cuales sentías un alarido, un grito de animal herido. Aquel hombre que durante el día todavía tenía cierto orgullo y dignidad para esconder sus debilidades, pero que en el momento de la noche se desataba. No podemos repetir. No podemos ver más a esas madres con los críos en brazos muertos de hambre y las ubres vacías para darles leche.
Tengo la esperanza de que esta vez la lección sea aprendida por todos. A los jóvenes, que no saben nada de la historia, les falta alguien que se la cuente.
Tendremos que hacer alguna cosa que no sea lamentarnos, muchas cosas para que nuestra juventud no se vea captada por estas doctrinas que dicen que Hitler defendió Europa cuando le costó 50 millones de muertos”.
Otro superviviente asegura, de forma desgarradora que:
“Al bajar del tren, en el campo de concentración de Sachsenhausen (cerca de Berlín) teníamos que ir deprisa. Teníamos detrás los perros de las SS”.
Permanecí en el campo de concentración entre 1943 y 1945. Aquellos dos años fueron de palizas , vejaciones, hambre, enfermedades, miedo, horror, y de asesinatos por sí o por un no. Había miradores en los que uno o dos militares vigilaban, con ametralladoras, todo lo que ocurría desde las vallas electrificadas hacia adentro. Era como una ciudad, 9.000 personas trabajaban en una auténtica fábrica. Pero los obreros, en este caso, éramos esclavos”. La asquerosidad culmina en el mensaje de la entrada, “El trabajo os hará libres”.
Había diferentes símbolos que acoplar a la ropa, según el motivo de reclusión: El triángulo verde era para los criminales comunes, el rosa para los homosexuales y el amarillo para los judíos, aunque éstos últimos iban más bien a Auschwitz.
El mío era el triángulo rojo, el de los presos políticos, de los opositores y el de los francmasones.
Trabajábamos 12 horas de día o de noche durante 15 días. Había 200 personas por estructura y en la nuestra construíamos aparatos para bombarderos. Quien no moría por los gases moría por los trabajos forzados y por una alimentación casi inexistente. Muchos murieron porque sólo nos daban un cacho de pan y un litro de agua al día.
Antes de acostarnos, nos daban el cacho de pan o media docena de patatas para comérnoslas crudas. Una noche, un compañero francés se guardó seis patatas para coger otras tantas. Y le pillaron. Nos obligaron a salir y lo dejamos solo con el castigador del campo, con una madera entre las manos. Lo mató a palos. Al principio, si mataban a un compañero, lloraba muchísimo; con el tiempo, perdí la capacidad de llorar porque quien no moría por los gases moría por los trabajos forzados y por una alimentación casi inexistente
Recuerdo un muy buen amigo, Mario Zampetti, un chico italiano de 25 años. Un día que nevaba, nos reunimos en la plaza del campo, como siempre, para que nos contabilizaran. Al final del recuento, Mario se quedó de pie, quieto y dijo ‘Se acabó, no puedo más’. Decidió no moverse nunca más y vino la SS y le disparó. Cayó delante de mí... Y nos fuimos a trabajar ¿En qué pensábamos? Sin duda, en que Mario ya estaba muerto. Y nosotros, vivos. Y que teníamos que vivir”.
En Sachsenhausen vi lo peor y lo mejor del ser humano. De lo mejor recuerdo la enorme solidaridad que muchos demostraron. José Calabaza era un chico catalán que trabajaba en la cocina, al que nunca le pedí favores y me respetaba mucho. Yo llevaba meses vomitando sangre y estaba perdiendo fuerzas. Un día me dio un trozo de pan con mantequilla, que compartí con otro compañero. Me dijo que me lo comiera porque al día siguiente el campo sería liberado. Come esto, que te podrá salvar, me dijo. Tenía la certeza de que me hubiera muerto de hambre. Fue él quien me salvó la vida.
Ante la llegada de las tropas aliadas, las SS se marcharon, era domingo. Nos quedamos allí, sabíamos que el final de la guerra estaba cerca. La puerta grande de hierro se abrió. El primero en entrar fue un joven de 20 años con una ametralladora en mano: Vimos que era ruso y saltamos todos por la ventana para ir a su encuentro. Éramos unos esqueletos, corriendo hacia él. Al tenernos delante, nos miró y se le cayó la ametralladora al suelo. De rodillas, rompió a llorar. Y nosotros, también.
Esto era lo que se respiraba en los campos de concentración donde nuestros Hermanos fueron asesinados. Pero quizás porque un francmasón nunca aspira al descanso, muchos Hermanos no se contentaron de sobrevivir entre las inmundicias de un infierno que ni siquiera Dante hubiese podido imaginar.
Más allá de las lágrimas, del dolor, del asco, de la muerte siempre presente, de la miseria o de las inmensas ganas de dejarse ir, los francmasones en los campos de la muerte, cuando se reconocían, buscaban siempre la manera de fortalecer nuestra cadena de unión. Y los que pudieron fueron más allá en el ideal de Fraternidad, mucho más allá, y, arriesgando lo poco que aún tenían, “levantaron columnas” (esta expresión se utiliza cuando se crea una Logia) en mitad del horror.
Así nacieron las logias “Liberté Cherie” (Querida Libertad), “Les frères Captifs d’Allach” (Los hermanos cautivos de Allach, cuyo Libro de Arquitectura (libro donde se recopilan los escritos masónicos) se encuentra en el museo del GODF, en París) y “L’obstinée” (la obstinada) al Oriente de los campos de concentración de Esterwegen, Dachau Allach y Oflag, respectivamente.
Aquí parece pertinente señalar brevemente, y a modo de referencia masónica histórica, que el Hermano Pierre Rey, Orador de l’Obstinée al Oriente del campo de concentración de Oflag, fue nombrado primer presidente de la Comisión Europea el 2 de julio de 1967.
La Respetable Logia “Liberté Chérie” (Querida Libertad) se fundó el 15 de noviembre de 1943 por siete hermanos del Gran Oriente Belga, internados en Esterwegen por ser miembros activos de la resistencia contra los nazis.
Estos francmasones se reunían en torno a una mesa que normalmente se utilizaba para la clasificación de los envases de cartón. Llegaron a iniciar a un profano que incluso fue “exaltado” a Maestro. Los Hermanos que lograron sobrevivir a tanta miseria describen las ceremonias como sencillas, con un ritual simplificado pero que permitía que, posteriormente, se pudiese trabajar normalmente en cualquier logia. No hará falta subrayar la tremenda fuerza de esta última observación: no solo estaban trabajando en unas condiciones extremas arriesgando su vida constantemente, rodeados de muerte, de muertos, de desolación, de olor a cuerpos quemados y de concertinas, sino que trabajaban para que, el día de mañana, esos masones pudiesen seguir trabajando en un taller masónico sin ningún tipo de problemas. La propia masonería les marcó el punto en el que tenían que situarse como francmasones, y su trabajo les permitió ir continuar caminando hacia el ideal de Fraternidad. Deberíamos aprender del ejemplo... y mucho.
Pero no vayamos a pensar que en la R.·. L.·. Liberté Chérie las Tenidas eran de trámite, ni mucho menos. Organizaron varias Tenidas temáticas; como ejemplo habría que citar la que se llevó a cabo dirigida al símbolo del Gran Arquitecto Del Universo, otra que analizó el futuro de Bélgica después de la guerra y otra más estudió el papel de la mujer en la Masonería.
Las condiciones eran tan infernales que perdían cuatro kilos al mes y muchos no volvieron de las canteras cercanas en las que los nazis les obligaban a trabajar en esclavitud.
Para finalizar el capítulo de los trabajos de la Respetable Logia Liberté Chérie al “Oriente” de Esterwegen, deberá señalarse que las Tenidas (reuniones) se celebraban bajo la protección de unos curas católicos y de otros prisioneros que impedían que miradas profanas se entrometieran en los trabajos masónicos. A su vez, nuestros Hermanos hacían lo propio junto con otros internos cuando los sacerdotes celebraban misa. Sinceramente, se agotan los calificativos para describir tanta solidaridad.
Los trabajos de Liberté Chérie cesaron en la primavera de 1944 cuando los nazis transfirieron todos los prisioneros en una acción de Nacht und Nebel (noche y niebla, expresión alemana que equivale a algo secreto u oculto) hacia otros campos de concentración ante la llegada de los aliados.
Es de señalar que la Respetable Logia Libertad Querida conserva aún el número de matrícula 29bis del Gran Oriente de Bélgica.
(El programa de encarcelamiento “Noche y Niebla” preveía que no se diese información de los motivos de la detención, ni el lugar de encarcelamiento; los prisioneros se perdían literalmente en “la noche y en la niebla". Más gráfico, imposible.).
Parecidas trayectorias tienen las otras dos logias. Si bien la logia l’Obstinée” (la Obstinada) al Oriente del campo de concentración de Oflag también estaba formada por francmasones belgas, la R.·. L.·. “Les frères Captifs d’Allach” (Los hermanos cautivos de Allach) al Oriente del campo de concentración de Dachau Allach era de influencia francesa, concretamente del Gran Oriente de Francia (obediencia masónica a la que pertenece el Triángulo Hércules de Ceuta y la Logia Pitágoras de Málaga).
Nuestros trabajos deberían calificarse de miserables en el hipotético caso de que no recordásemos a esos francmasones que lo dieron todo en esos campos donde la muerte en su forma más horrible tenía su hogar, incluso su vida, para que hoy nosotros podamos trabajar, gracias a todos ellos, por el ideal de Fraternidad.
El triángulo rojo con el que nuestros Hermanos se vieron marcados en su pijama de rayas (por cierto, se entregaba un solo pijama a cada interno) debería ser un símbolo, un icono, una referencia que todos deberíamos llevar con orgullo y respeto por quienes tuvieron el valor de seguir creyendo en el mundo nuevo que llevaban en sus corazones a pesar de los fusilamientos, las horcas, las alambradas electrificadas, las guillotinas, las palizas mortales, las congelaciones, el hambre, el tifus y otras mil enfermedades más, las cámaras de gas, de los hornos crematorios y del humo negro como el luto que a cada instante instalaba su bandera negra sobre los grises cielos que los aplastaban.
Este artículo entiende que recordar a estos Hermanos, cuyo horizonte vital nunca pasaba del minuto siguiente, es esencial para seguir dándole sentido a nuestra vida masónica. Si unos francmasones, que se sabían condenados de antemano, fueron capaces de mantener viva la llama de la Fraternidad en la noche oscura de la muerte y del sinsentido, nuestro deber no puede ser otro que el mantener bien alta la antorcha del Librepensamiento, de la Libertad, de la Igualdad, de la Fraternidad.... en definitiva, de la Francmasonería.
Para este francmasón era un deber, en una plancha de estas características, rememorar los nombres de algunos de los HH.·. afiliados a estas logias y su devenir con los datos que ha podido reunir.
-Hermano Paul Hanson, juez de profesión, fue el venerable maestro de la R.·. L.·. Liberté Chérie, y era miembro de la logia «Hiram» al Oriente de Lieja. Participando en un servicio de informaciones y de acción contra los nazis, es arrestado el 23 de abril de 1942. Es transferido de Esterwegen a Essen donde muere el 26 de marzo de 1944.
-H.·. Franz Rochat (afiliado a la Respetable Logia “Les Amis Philanthropes nº3” del Gran Oriente Belga al Oriente de Bruselas), profesor de universidad, farmacéutico y director de un importante laboratorio farmacéutico, es arrestado por su trabajo en el periódico clandestino de la resistencia “La voz de los belgas”. En abril de 1944 es transferido desde el campo de Esterwegen al de Untermansfeld. Muere el 6 de enero de 1945.
-H.·. Jean Sugg (perteneciente a la Respetable Logia “Les Amis Philanthropes nº3” del Gran Oriente Belga al Oriente de Bruselas) es traductor y colabora con el H.·. Franz Rochat en diversas publicaciones clandestinas contra los nazis (Bélgica libre, Legión negra, El pequeño belga y El antinazi). Es arrestado y transferido al campo de Esterwegen. Es trasladado al campo de concentración de Buchenwald donde muere el 6 de mayo de 1945.
-H.·.Guy Hannecart (afiliado a la Respetable Logia “Les Amis Philanthropes nº3” del Gran Oriente Belga al Oriente de Bruselas) es abogado, poeta, novelista y dramaturgo. Miembro del resistente Directorio Nacional del Movimiento Nacional Belga, es detenido el 27 de abril de 1942 e internado en el campo de concentración de Esterwegen. Es trasladado al campo de Bergen-Belsen donde muere el 25 de febrero de 1945
-H.·. Josepeh Degueldre (Respetable Logia “Le Travail” al Oriente de Verviers, Bélgica) es doctor en medicina. Miembro de l’Armée Secrète y jefe del Servicio de Acción e Información, es detenido el 29 de mayo de 1943 e internado en el campo de Esterwegen y transferido a Ichtershausen en abril 1945. Logra escaparse y es repatriado por la aviación estadounidense el 7 de mayo de 1945. Muere el 19 de abril de 1981 a los 78 años de edad.
-H.·. Amédée Miclotte (Respetable Logia “Los verdaderos amigos de la Unión, al Oriente de Bruselas) es profesor. Cuando es detenido el 29 de diciembre de 1942 desempeña la labor de Jefe del Servicio de Acción e Información del ejército secreto contra los nazis. Es trasladado a Esterwegen y posteriormente enviado al campo de Gross-Rossen. La última vez que se le vio con vida fue el 8 de febrero de 1945. Nunca más se supo de él.
-H.·. Jean De Schrijver (miembro de la R.·. L.·. La liberté, al Oriente de Gante) es coronel del ejército belga. Detenido el 2 de septiembre de 1943 por espionaje y posesión de armas e internado en el campo de Esterwegen. Es trasladado al campo de Gross-Rossen donde muere el 9 de febrero de 1945.
-H.·. Henry Story (afiliado a la R.·. L.·. Le Septentrión, al Oriente de Gante). Es arrestado el 20 de octubre de 1943 por desempeñar el cargo de capitán de los Servicios de Acción e Información del Ejército Secreto contra los nazis e internado en el campo de Esterwegen. Es trasladado al campo de Gross-Rossen donde muere el 5 de diciembre de 1944.
-H.·. Luc Somerhausen (miembro de la R.·. L.·. Action et Solidarité nº 3 y fue gran Secretario Adjunto del G.·. O.·. de B.·. al Oriente de Bruselas) es periodista. Detenido el 28 de mayo de 1943 en Bruselas por ser suboficial del Servicio de Acción e Información del Ejército Secreto y enviado al campo de Esterwegen y trasladado posteriormente al campo de Oranienburg-Sachsenhausen cerca de Brandenburgo. Es el encargado de elaborar un preciso informe de gestión de la Logia clandestina “Liberté Chérie” al Gran Maestro del G.·. O.·. de B.·..
-H.·. Fernand Erauw era secretario del Tribunal de Cuentas de Belgica. Es detenido el 4 de agosto de 1942 por su pertenencia al Ejército Secreto con el grado de teniente. Es internado en el campo de Esterwegen. En 1944 también es trasladado al campo de Oranienburg-Sachsenhausen cerca de Brandenburgo. Repatriado el 21 de mayo de 1945 e ingresado en el Hospital Saint Pierre de Bruselas en un estado crítico: pesaba 32 kilos con una altura de 1,84m.
Es de reseñar que estos dos Hermanos, Luc Somerhausen y Fernand Erauw se reencontraron en 1944 en el mencionado campo de Oranienburg-Sachsenhausen. Desde ese día, y hasta el día de su muerte, fueron gemelos inseparables.
El Hermano Luc Somerhausen muere el 5 de abril de 1982 a la edad de 79 años y el Hermano Fernand Erauw, último superviviente de la Respetable Logia Libertad, muere en 1997 a los 83 años de edad.
Quiero aclarar que, cuando en el texto se dice “trasladado posteriormente al campo de”, debe traducirse por “marchas de la muerte”.
Las marchas de la muerte fueron traslados forzosos de prisioneros a lo largo de enormes distancias, en condiciones insoportables, durante las que eran castigados por los guardianes que los custodiaban y, en muchísimos casos, asesinados por ellos.
Los nazis llevaron a cabo numerosas marchas de la muerte durante el Holocausto, la mayoría de ellas al aproximarse el fin de la Segunda Guerra Mundial, durante la evacuación de los campos de concentración para internar a los prisioneros en otros campos más alejados de la línea del frente. El término «marcha de la muerte», utilizado originalmente por los prisioneros de los campos de concentración, ha sido posteriormente adoptado por los historiadores del Holocausto.
En estas marchas, los prisioneros que, por agotamiento o enfermedad, no podían seguir caminando eran asesinados in situ. Se calcula que, aproximadamente, unos 300.000 prisioneros de los campos de concentración fueron asesinados o murieron en las «marchas de la muerte» forzosas durante los últimos diez meses de la Segunda Guerra Mundial.
Esta Plancha llega a su fin y, aunque aquí sólo se han reflejado los campos de concentración nazis, queda por hablar de los campos franceses de Pétain, los portugueses de Salazar o los españoles de Franco en el que tantos HH.·. perdieron la vida.
Mención aparte merece la persecución de nuestros HH.·. por parte de los regímenes comunistas de Lenin, Trotsky, Stalin y otros muchos. Esa labor queda por hacer.
El 13 de noviembre del año 2004 fue inaugurado un monumento en honor a la R.·. L.·. Liberté Chérie, en forma de Cadena de Unión y otro de una piedra cúbica emergiendo de unas rejas, diseñados por el arquitecto Jean De Salle, financiado por Masones belgas y alemanes y que forman parte del complejo del Memorial de Esterwegen.
Sirvan las palabras del Gran Maestro de la Federación Belga del Derecho Humano, pronunciadas en la inauguración del monumento, para concluir esta Plancha:
“Estamos reunidos aquí hoy en Esterwegen, pero no para mostrar nuestro luto, sino para expresar públicamente un pensamiento libre: A la memoria de nuestros Hermanos, los Derechos Humanos jamás serán olvidados”.
Ellos lo hicieron porque no sabían que era imposible y, desde el “Oriente eterno”, seguro que están orgullosos que la llama que ellos encendieron en los campos de la muerte está tan viva como su memoria en nuestros corazones.
Estar fraternalmente a la altura de toda esta carga histórica nos toca ahora a cada uno de nosotros.
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