El día se apaga en los bajos de la mezquita de Sidi Embarek sobre las 20:58 horas, momento en que la comunidad musulmana ya puede romper el ayuno en este Ramadán 2021, el segundo en pandemia. La aplicación de Mustafa Abdelkader Mohamed, presidente de la ONG Luna Blanca de Ceuta, le avisa de que ha llegado la hora del iftar.
Por fin, estos voluntarios pueden sentarse a la mesa y catar la harira y el arroz con pollo que llevan todo el día preparando para los más necesitados de nuestra ciudad. Desde primera hora de la tarde, el trasiego de los voluntarios de Luna Blanca es un no parar. Son días duros de trabajo para ellos, que en estas jornadas atienden a más de 460 familias. Familias que acuden a diario a los salones que están bajo la mezquita entre las 16:00 horas y las 19:30 para recoger su bolsa que se compone del menú del día, más leche, café, yogures, dátiles y pan.
Todo con el objetivo de que en este mes sagrado nadie se quede sin su iftar, la comida del anochecer. “Ya hemos terminado de hacer el reparto. Hoy teníamos de menú arroz con pollo. Empezamos desde primera hora de la mañana. Después del primer rezo de por la mañana nos metemos en la cocina porque el volumen de personas que atendemos es exagerado. Estamos hablando de entre 450 o 470 familias. Hoy por ejemplo, han sido 477 y para atender a toda esta gente tenemos que echarle muchas horas”, confiesa el presidente de la ONG Luna Blanca.
La mezquita es conocida en toda la ciudad por ser un epicentro de ayuda social, que cada día reparte comida principalmente a personas sin hogar, pero también a familias a las que esta crisis les ha tocado de lleno y que antes no tenían esta necesidad.
“Todo son familias en una situación de vulnerabilidad porque el tener que venir aquí, hacer la cola y beneficiarte de lo que les ofrecemos es realmente porque la gente está muy necesitada. Son menos, pero también acuden a nosotros transeúntes e inmigrantes. Tenemos nuestras horas de reparto, pero siempre están las puertas abiertas porque no decimos a nadie que no podemos ayudarle hasta que nos quedemos sin nada. Y son cantidades enormes porque tenemos 13 ollas de comida y dos de harira de 250 litros cada una”, explica Mustafa.
Trabajan a destajo guardando las medidas sanitarias con el fin de asistir al máximo de personas posible. Todos los días hacen las compras para el día siguiente y desde primera hora de la mañana se comienza a cocinar. Todos se ponen manos a la obra.
A pesar de los 30 años que Mustafa lleva trabajando en ‘Luna Blanca’, el coronavirus ha supuesto un reto para esta ONG. Ahora manejan cantidades más altas que en toda su historia. “Por ejemplo, para el menú de hoy hemos usado unos 350 kilos de pollo, unos 70 de arroz, unos 800 panes redondos, otros 210 panes que han repartido los militares que también nos ayudan, 476 kilos de café y otros 476 de dátiles y de yogures. Son cantidades muy importantes”.
Este año, igual que el anterior, el mes sagrado para la comunidad musulmana es algo diferente a lo habitual. El iftar no puede ser esta vez el mismo evento social festivo, abierto y concurrido que solía ser antes de la COVID-19. Tampoco se puede celebrar en las mezquitas la última oración del día, la de las 22.00 horas, puesto que es el momento en que empieza el toque de queda. Pero el espíritu del Ramadán “sigue intacto”. Y eso es lo más importante para estos voluntarios, que demuestran que desde el alba hasta que se pone el sol hay mucho más que el ayuno. Y es que el Ramadán también es ayudar y compartir con los que peor lo están pasando.
El toque de queda a las 22.00 horas ha hecho que “tengamos que adaptarnos para poder seguir repartiendo comida”. Por la mañana vienen los voluntarios que se dedican a organizar las bolsas para que a las 16:00 horas todo esté listo y las personas que hacen cola fuera se las puedan llevar.
El equipo de esta organización, compuesto por nueve voluntarios, además de dos cocineros con sus ayudantes y dos personas encargadas de la limpieza, se enfrenta al iftar más solidario y humano de los últimos años: servir casi 60.000 menús durante este mes a la comunidad musulmana más vulnerable. La planificación es esencial para poder llegar a tantas personas desde la organización y trabajan sin descanso “casi las 24 horas, de día”.
“Tenemos un menú semanal que se mantiene todo el mes de Ramadán. Pero lo típico que solemos tener es la harira, que es un plato tradicional del Ramadán que es como una sopa donde suele haber pollo, legumbres como garbanzos y lentejas, también huevos y verduras como tomate, zanahorias, cebolla y cilantro. Por supuesto, tiene pasta de sopa como fideos y especias como la pimienta”.
Pero el Ramadán no es solo harira, sino muchos más platos con especias y dulces basados en la miel y las almendras. “Como estamos tantas horas de ayuno pues a cada persona y a cada familia le apetece algo especial, pero siempre dentro de lo típico y dependiendo del bolsillo de cada uno. Nosotros, además tenemos carne, pescado, arroces, chocos, fideuá con marisco o carne picada con macarrones. La verdad que lo que ofrecemos es una cosa variada”, comenta Mustafa Abdelkader Mohamed, presidente de la ONG Luna Blanca.
En 1991, una asociación destinada a ayudar a los más desfavorecidos de la ciudad, se instalaba en los salones de la Mezquita Sidi Embarek. La pandemia está dejando secuelas emocionales, físicas y, sobre todo económicas haciendo al pobre, más pobre aún si cabe. Y ahí, en esa lucha por ayudar a los más desfavorecidos seguirá Luna Blanca.
La ONG organizaba cada año una carpa en Sidi Embarek para que cientos de personas pudieran romper el ayuno juntos. Una carpa que por ahora quedará en el recuerdo hasta que la situación sanitaria lo permita ya que al igual que el año pasado no han podido ponerla. De todos modos, la labor de la ONG no para, y se amoldan a la crisis actual para que pueda beneficiarse de su ayuda en Ramadán muchas familias que antes no necesitaban esta ayuda, pero a las que la pandemia ha dejado sin nada.
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