Minutos antes de las nueve de la noche, las ventanas de la torre de la mezquita Sidi Embarek, también conocida como Sumah, se encienden para dar paso a la voz del almuédano. Esta es la persona encargada de avisar, a través de megafonía, la ruptura del ayuno junto al cuarto de los cinco rezos diarios. El rezo se escucha en los barrios colindantes a esta zona de Ceuta y esto recuerda a los fieles practicantes de Ramadán que ya es el momento de comer, tras una jornada sin ingerir nada de alimentos. A este lugar de rezo acuden quienes acompañarán al almuédano en un momento íntimo, pero a la misma vez especial.
La mezquita de Sidi Embarek se sitúa en la Avenida Claudio Vázquez junto a la barriada Juan Carlos I. Justo al lado está la carpa que se levantó para este mes tan señalado dentro del calendario musulmán. Hasta aquí llegan las personas que, por circunstancias adversas de la vida, no tienen recursos suficientes para sufragar su alimentación, ni la de sus allegados. Aquí rompen el ayuno junto a otros comensales. Todo ello crea un ambiente hogareño.
Detrás de esta labor social se encuentra la Organización No Gubernamental Luna Blanca, que lleva en activo desde hace más de 30 años. Sus miembros tienen los objetivos bien marcados, saben cuáles son las encomendaciones. Mustafa Mohamed Abdeselam, vicepresidente de esta ONG, explica que “atendemos a familias desfavorecidas de Ceuta durante todo el año pero el mes de Ramadán, por la importancia que implica, nos lleva a atender no solo a los ceutíes, sino que también a gente que está en la calle sin hogar”. Además, para especificar algunas de las tareas que se llevan a cabo durante los 365 días, Abdeselam añade que “reparten medicinas a los que las demandan, se les ayuda con respecto al alquiler, el recibo de la luz o la reparación en sus propios domicilios”. Todo esto se convierte en tareas sociales que ayudan a los que más lo necesitan en estos momentos.
‘Luna Blanca’ cuenta con una serie de subvenciones provenientes de la Ciudad, además de los colaboradores que forman parte de esta, empresarios y el Banco de Alimentos de Ceuta. Ayudas, aportes económicos que permiten que tiren hacia delante y hagan frente a la demanda que existe y que no siempre es la misma. Como por ejemplo ahora, cuando se ha notado un crecimiento de peticiones. “Quizás este año hay más familias, lo hemos notado este 2022 por la guerra de Ucrania, la huelga de los transportistas, el encarecimiento de los alimentos. A la gente le cuesta hacer la compra del mes y por eso vienen a solicitar ayuda”.
A las consecuencias anteriores no puede faltar el cierre de la frontera. “Mucha gente se ha ido al paro y los comerciantes y empresarios han tenido que cerrar por falta de clientela. Esto lo hemos notado mucho en la ciudad”, añade el vicepresidente de Luna Blanca. Una tormenta perfecta a la que no le falta detalle y que perjudica a muchos núcleos familiares.
Tras el cuarto de los cinco rezos diarios, los practicantes del Ramadán proceden a comer. Este hecho, cada día que pasa, tiene lugar unos minutos más tarde. Esto se debe a la puesta del sol. Por ejemplo, ayer se dio a las 20.58 horas y hoy a las 20.59.
La carpa que colinda con la mezquita de Sidi Embarek se convierte en la casa de todos. Un lugar cálido, familiar. La gente llega y se coloca en fila para esperar su turno. Cada uno coge su bandeja correspondiente y espera hasta que los encargados les sirven la comida. Lo primero de todo, para así abrir el estómago, es un vaso de leche acompañado de dátiles o chuparquía. Luego le sigue la harera, una sopa compuesta de lentejas, garbanzos, fideos, huevo, harina o carne, entre otros ingredientes. Posterior se encuentra la comida del día. Esta vez corresponde estofado de carne y verduras. No siempre es el mismo plato principal, sino que cada jornada hay algo diferente. Para cerrar este menú tan completo y variado, un postre a modo de yogur o natillas.
Una vez que los usuarios ya tienen sus bandejas llenas, cada uno se sienta a las mesas que hay colocadas en la carpa. Este espacio está repartido. Algo más de cinco personas por cada una ya que la decisión se ha tomado así por motivos de preservar las medidas sanitarias de seguridad de la COVID-19. Mencionando a la pandemia, cabe decir que esta es la primera vez que se retoma la carpa tras dos años de ausencia.
Mientras se degusta la comida, algunos mojan su pan en la harera, otros comen con cubiertos y algunos con las manos. Cada uno lo hace a su manera, pero en lo que sí coinciden es en disfrutar conversando los unos con los otros. Algunos de ellos se conocen, pero otros asisten por primera vez. Los novatos son bienvenidos y en pocos minutos se convierten en conocidos. Además, a la zona acuden usuarios del Centro de Estancia Temporal para Inmigrantes de Ceuta, personas que viven en la calle o musulmanes que se han quedado atrapados en la ciudad y no tienen modo para regresar a su casa.
No solo se ofrece alimentos a los que hacen acto de presencia en la carpa. Minutos antes de las 16.00 horas, de lunes a domingo, familiares que carecen de recursos se dirigen a la sede de ‘Luna Blanca’ y obtienen sus respectivas bolsas de alimentos para así tener algo que llevar al estómago tras la ruptura del ayuno. De esta manera, estas familias podrán celebrar de igual modo la otra parte del Ramadán. “Alrededor de unas 270 o 280 personas acuden a diario para llevarse sus víveres”, especifica Mustafa Mohamed Abdeselam. Y es que del mismo modo, aquellas que se encuentran con movilidad reducida, disponen de la salvedad de que los colaboradores se lo llevan a sus respectivos domicilios.
Las fechas del Ramadán se convierten en una época más en la que ‘Luna Blanca’ ofrece amparo a los más desfavorecido. El resto de días en el año, también continúan activo. Los horarios de recogida de alimentos se hace antes, más o menos a la hora del mediodía. Aproximadamente a partir de las 12.00 horas.
Detrás de estos ricos platos se encuentra un grupo de cocineros que no tienen tiempo que perder para elaborar grandes cantidades de alimentos. A lo largo de un día se puede ofrecer hasta 450 litros de harera.
Una de las miembros es Nihad Amar, cocinera oficial que lleva en activo en ‘Luna Blanca’ desde comienzos de 2022. “Mi labor es preparar los alimentos, puesto que la pre-elaboración se hace mucho antes. Entonces, yo me encargo de todo ello para que antes de las cuatro quede hecho para el reparto”. Sin duda, esto se convierte en una contrarreloj, pero a la que siempre llegan a tiempo. La coordinación está servida por parte de todos sus trabajadores.
La cocina en la que se desenvuelven es amplia. Aquí las ollas siempre se encuentran entre los fogones calentando algo. En su interior lo mismo se hace un estofado, verduras, pasta o pollo. Lo que corresponda en ese momento. Los cocineros se envuelven en una nube con aroma a hierbabuena, siempre oliendo rico. En las estanterías son muchos los botes de especias que hay, muy típico y de uso cotidiano en la gastronomía marroquí. Por los alrededores también hay platos ya acabados, como por ejemplo tortillas de papas, dulces como las chuparquías o verduras y frutas de temporada.
El lugar de trabajo siempre debe quedar impoluto, limpio como si nadie hubiese pasado por allí. En ‘Luna Blanca’ son varios los higienistas que se encargan de mantenerlo todo decente. Nayat Abdeselam, igual que Amar, lleva desde enero aquí y ella es una de las que se encarga de fregar los cubiertos, pasar la bayeta por las mesas o la fregona por el suelo, entre otras tareas. Sus manos son de oro al igual que las del resto de compañeros. “Esto se vive con mucha emoción y es un no parar, pero muy gratificante y satisfactorio”, comenta Abdeselam.
Todos reconocen que las labores son duras, pero la recompensa es aún mayor. Contentos con lo que hacen y con un objetivo bien claro, el de ofrecer ayuda al que más lo necesita en estos instantes. La labor humanitaria es para reconocerlo ya que permite que los practicantes de esta festividad musulmana puedan celebrarlo sin inconveniente.
Durante todo este mes de Ramadán, el comedor situado en la carpa de la oenegé Luna Blanca estará abierta a raíz de la ruptura del ayuno. A partir de aquí, ya con las luces encendidas de la Avenida Claudio Vázquez, los comensales podrán acercarse tras el cuarto rezo. La comida está servida, el buen ambiente igualmente y tras una consistente cena se da paso al quinto y último rezo. Con él se despiden hasta el día siguiente. Vuelta a empezar, pero siempre con la misma fe.
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