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Luisito y Ceuta

Mi sobrino Luis Olivencia, junto con su esposa Sofía, sus dos hijos y la madre de aquella, han venido a pasar el fin de semana en la casa de Ronda. No, no se trata de hacer público  un “eco de sociedad” de aquellos que aparecían en la prensa de hace bastantes años, sino de resaltar una curiosa y bella realidad que encierra, a mi juicio, todo un ejemplo de amor a la tierra de los mayores. El mayor de los niños, Luisito Olivencia de las Moras (con perdón, pero así se apellida su madre) es un chico sevillano, espigado para su edad -diez años-, despierto y vivaz, que esta primavera ha hecho su Primera Comunión. Tanto su abuelo, mi hermano Manolo, como su propio padre, al cual ya supo transmitirle aquel ese especial cariño, le han inculcado una alta dosis de amor por Ceuta, a la que creo que ni siquiera conoce físicamente. Luisito sabe que tiene una segunda patria chica, en la que reposan sus bisabuelos paternos, sus tatarabuelos y los padres de su tatarabuela, y en cuyo Colegio Lope de Vega y en el Instituto que existió detrás del Casino Militar su abuelo Manolo se forjó hasta llegar a ocupar un lugar privilegiado, primero y principal como jurista y después en el desempeño de cargos relevantes.
Y así, Luisito expresa su afecto tanto a la tierra en que nació y a la de su familia paterna del modo más lógico desde el punto de vista de su edad: es un bético acérrimo y sigue los resultados del Ceuta con un extraordinario interés, consultando clasificaciones, así como calculando -durante toda la temporada pasada, y espero que en ésta pueda hacerlo también- si logrará o no jugar los play-offs para ascender a la Segunda División A, lo mismo que hace con su Betis, pensando en la Primera.
Ayer, por fin, mi mujer y yo pudimos entregarle nuestro  regalo por su Primera Comunión, una equipación de la A. D. Ceuta, tamaño infantil, luciendo su nombre a la espalda, con la que, ya puesta, estuvo jugando durante toda la tarde.
Creo que en este caso, tanto mi hermano, especialmente, como mi sobrino Luis -otro sevillano que supo apreciar las enseñanzas de su padre y se siente como un ceutí más- han conseguido darnos,una bonita lección de ceutismo del bueno. A nuestra tierra hay que amarla. Es más; nuestra tierra necesita vitalmente ser amada, por su singular situación geográfica,, por su historia, por sus paisajes y monumentos, por todo lo que la rodea, incluido -¿por qué no?- su equipo de fútbol, y de forma todavía más intensa, porque es un trozo entrañable de la Patria común e indivisible de los españoles.
Pues como el Ceuta ha logrado clasificarse para la cuarta ronda de la Copa del Rey, y a finales del mes que viene jugará en Alfonso Murube contra un equipo grande de Primera División, ese día confío poder tener a mi lado, en la tribuna, al forofo Luisito, para que así, además, conozca bien la ciudad de la que tanto y con tanto cariño le han hablado sus mayores.

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