En solo unos días, una treintena de menores consiguió entrar en Ceuta. Lo hizo por la frontera del Tarajal aprovechando las avalanchas de porteadores o la mayor presión incapaz de ser controlada por las fuerzas de seguridad mermadas en número. Su objetivo era llegar al puerto y lo hicieron. El dato lo dan los propios protagonistas de este pase, que conviven el día a día entremezclados con los adultos, marroquíes y argelinos, que han convertido la zona portuaria en un particular laberinto en donde buscar huecos para acceder a las zonas restringidas y alcanzar los buques que les llevarán a la Península.
El paso del Tarajal es un auténtico coladero cuyo control está bastante alejado en cuanto a eficiencia de la famosa frontera inteligente que debía estar funcionando desde hacía meses, según los anuncios de una Delegación del Gobierno que lleva más de un mes callada, sin posicionarse en torno a lo que sucede en esa auténtica patata caliente que tiene entre manos. Las obras de impermeabilización ejecutadas por la Autoridad Portuaria con respaldo económico de Puertos del Estado no han hecho sino reactivar el ingenio de quienes buscan cualquier vía para llegar al embarque de los vehículos. Y lo consiguen, aunque sea a costa de arriesgar sus vidas.
Con vallas de obra construyen escaleras para llegar hasta las concertinas que arrancan con ganchos. Saltan los muros en donde las planchas metálicas no son todavía un obstáculo y se rozan con las hileras de pinchos que han causado ya varios heridos. Una vez en la zona de embarque comienzan las persecuciones, la burla a las fuerzas de seguridad siempre bajo mínimos extremos y los intentos por alcanzar alguno de los vehículos o llegar hasta los propios buques.
Mientras el puerto se va transformando en un auténtico búnker yendo camino de convertirse en otro perímetro fronterizo, la cada vez mayor población de inmigrantes sortea las batidas preparadas por las fuerzas de seguridad y los obstáculos que se van levantando en todo el perímetro portuario.
Hace un par de meses un joven estuvo a punto de morir tras precipitarse de uno de estos muros, las secuelas sufridas son graves y le han apartado de momento de la calle. Sus compatriotas, en cambio, continúan ocultos en todos aquellos recovecos que les sirven para conseguir un pase al otro lado aunque sea a costa de dejar en el camino su propia vida.
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