Los últimos reyes del delito

Las pintadas, esos mensajes velados escondidos entre callejones o plasmados en las paredes más visibles, esconden el pensamiento opuesto a las normas elementales de convivencia que deben regir una barriada.

“Ganamos o morimos, nunca nos rendimos”, se podía leer en uno de los murales de expresión existentes en pleno corazón del Príncipe. Se borran y vuelven a aparecer, es la pescadilla que se muerde la cola en un barrio en el que buena parte de su vecindad vive dominada por el miedo. El propio delegado del Gobierno, Francisco Antonio González Pérez, aludía a ese miedo en una de sus últimas comparecencias públicas que, sobre seguridad, ofreció en la sede del PP.
Mucho ha llovido desde entonces. El robo de motos, el tráfico a pequeña escala de hachís, el enfrentamiento entre grupos de jóvenes delincuentes que disponen de armas define algunos de los últimos tiroteos ocurridos en la ciudad y algunos de los ataques que se han saldado, de milagro, sin heridos, como sucedió a finales del pasado enero con los disparos dirigidos hacia agentes de la Policía Nacional y cuyo autor sigue escondido pero identificado. Otros episodios nunca han salido en los papeles. Al menos en los mediáticos, pero sí en las investigaciones internas de la Policía Nacional. Los atentados entre quienes forman parte de estos grupos de bandas no se denuncian, ni cuando a uno le cortan la cara ni cuando a otro le disparan en una pierna. Tienen quien se preste a coserles las heridas con tal de no ser atendidos en el Hospital Universitario en donde, al momento, pasarían a estar detenidos nada más conocerse sus identidades. Acusaciones a sus espaldas tienen, y variadas. Lesiones, disparos, atentado contra agentes de la Policía Nacional... a cada uno le adorna un rosario de delitos por los que deberán responder en cuanto sean detenidos.
Mientras los vecinos han roto la tradicional barrera de silencio o esa omertá a la que aludía González Pérez pidiendo intervenciones, la Policía Nacional mantiene varias investigaciones abiertas en torno a estas bandas a las que achaca no ya solo el robo de motos y coches, sino también esos enfrentamientos, disparos, atracos con violencia (como los sufridos hace un mes por unos ciudadanos chinos) y tráfico de pastillas y hachís a pequeña escala.
Con motivo de la última festividad del Patrón del Cuerpo, el propio jefe superior Pedro Luis Mélida, reconocía esta situación y se blindaba reconociendo la existencia de operaciones a las que se les espera poner el broche final más pronto que tarde.
Juan Carlos I, Los Rosales, La Reina, Claudio Vázquez, Manzanera, los dos Príncipes o Hadú son las zonas en las que más sustracciones se han producido en las últimas semanas.
La Policía ha concluido que el robo de motos está articulado también por personas vinculadas al narcotráfico y que han estado relacionados con alguno de los tiroteos recientes y el tráfico de hachís. En las últimas semanas, tal y como ha reconocido la propia asociación vecinal del Príncipe, ha aumentado la presencia policial por la zona.

Los herederos de la vieja escuela y la entrada de armamento

El mercado delictivo siempre ha estado controlado en la ciudad por líderes de bandas. De la vieja escuela se ha pasado a la actual, en la que sus herederos buscan hacerse un hueco a base de enfrentamientos entre ellos, mercado de pastillas, quema de vehículos, tráfico de piezas de unidades robadas y atracos. Sus acciones son reconocidas y no es la primera vez que la Policía ha intentado su detención después de haberse registrado, sin pudor alguno, entradas en domicilios a punta de pistola para saldar deudas. El descaro de estos nuevos reyes del delito llega al punto de ser capaces de salir a la calle pidiendo justicia o protestar de manera extrema reclamando un trabajo para, después, no dudar en disparar a un agente de la Policía. Hay armas y un poder para repartir en un escenario en el que la crisis también ayuda a que el delito sea cada vez más radical y vaya más allá de los que protagonizan el mero ‘paloteo’ que adorna las estadísticas.