Manuel Abad. geólogo y profesor de la Universidad de Atacama (Chile), asegura que este fenómeno, junto a los terremotos, son los que Ceuta menos tiene que temer, sin embargo, alerta de otros peligros geológicos y climáticos.
El Instituto Geográfico Nacional (IGN) registró más de 250 réplicas del terremoto de 6,3 grados en la escala Richter que tuvo lugar a las 5.22 (hora española) de este lunes al sur del Mar de Alborán frente a las costas de Alhucemas, y que se sintió con fuerza en el norte de Marruecos, Melilla, Andalucía y, en menor medida, en la ciudad autónoma.
Según los expertos, los seísmos que se producen en el Mar de Alborán desde hace semanas liberan energía en la presión que se produce por el choque de las placas continentales euroasiática y africana, lo cual significa que la probabilidad de que se produzca un gran terremoto seguido de un maremoto disminuye considerablemente. Sin embargo, de haber escalado pocos grados más en la escala Richter, este movimiento sísmico hubiese podido provocar un tsunami.
La costa atlántica de España y Portugal, así como el sector suroeste del Mediterráneo, están “expuestos” a este tipo de procesos, pero su periodicidad es “muy baja”, según explica el ceutí Manuel Abad, geólogo y profesor de la Universidad de Atacama (Chile). Los expertos clasifican la zona de bajo riesgo sísmico y de tsunamis, “aunque no inexistente”, puntualizó. Según los análisis menos conservadores, el también doctor en Ciencias de la Tierra apuntó que podríamos experimentar un gran tsunami cada 500-1000 años y, el último, tuvo lugar en 1755. “No se trata, por tanto, de una amenaza real”, tranquilizó Abad.
Por otro lado, la naturaleza siempre es impredecible y, como recomendó este ceutí afincado en Sudamérica, “debemos estar preparados ante esta situación”. Investigadores españoles, marroquíes y portugueses está trabajando en colaboración con los gobiernos de estos países para establecer sistemas de alertas tempranas y modelizar qué zonas resultarían más dañadas y con qué intensidad en caso de un tsunami destructor.
La zona que se considera potencialmente más expuesta sería el litoral de Huelva y Cádiz, señaló Abad, como consecuencia de un “terremoto submarino de gran magnitud en el Golfo de Cádiz”, en un escenario sísmico “equiparable” al del terremoto y tsunami de Lisboa de 1755.
En cuanto a Ceuta, el profesor aprecia que su localización supone un “problema” a la hora de considerar el riesgo, debido a su ubicación entre el Mediterráneo y el Atlántico. Dicho de otra manera, puede ser atacada desde el este y oeste por tsunamis generados por terremotos en el Golfo de Cádiz o en el Mar de Alborán, respectivamente. A favor de los ceutíes cuenta la topografía de la ciudad. “Las costas acantiladas que caracterizan su litoral y la altura topográfica donde se concentran los núcleos urbanos e infraestructuras disminuyen considerablemente el riesgo”, argumentó Abad.
Dentro de las zonas pobladas, tan solo los “terrenos portuarios, ganados al mar, y el entorno de Playa Benítez resultarían dañados”, siempre considerando un tsunami con “altura de ola muy importante” y una “dirección de avance de la onda adecuada”, enumeró. Como es “lógico”, las zonas de playas y desembocaduras de los arroyos se verían “afectadas de igual forma”. En cualquier caso, las probabilidades de que esto suceda, como reiteró Abad, son “muy bajas”.
Ceuta es una ciudad con una fisiografía y geología “complejas”, estimó Abad que, incluso, desde un punto de vista meteorológico deben ser analizadas con “meticulosidad” a la hora de estudiar los procesos geológicos peligrosos a los que está expuesta. “Sin lugar a dudas, los terremotos y los tsunamis son los que menos deben preocuparnos”, aseguró; “como todos los caballas sabemos, las lluvias torrenciales, generadoras de crecidas en sus barrancos e inundaciones en sus zonas de desembocaduras, o la inestabilidad de laderas que producen deslizamientos y derrumbes cada poco tiempo en las zonas de mayor relieve de su territorio, suponen amenazas mucho más serias”.
Ambos procesos, de hecho, están muy relacionados en el tiempo ya que las lluvias, y la saturación por el agua infiltrada en los suelos que provocan, favorecen considerablemente las remociones en masa –desplazamientos–. “La atenuación y prevención de este tipo de procesos es donde deben concentrarse los esfuerzos de la administración para evitar pérdidas económicas y de vidas, más considerando el contexto de cambio climático en que nos encontramos en el que se están incrementando la frecuencia e intensidad de estos fenómenos”, concluyó este geólogo ceutí.