Han sido unos días de mucho calor en nuestro país y todavía no ha desaparecido la amenaza a pesar de que algo ha disminuido la temperatura. No está el ambiente para ajetreos y se viene aconsejando tranquilidad, sosiego, descanso para el cuerpo y hasta para la mente. Así lo aprecia cualquiera por sí mismo y procura defenderse, lo mejor que puede, de ese sol que luce con tonos fuertes y de ese aire que sofoca, así como de los problemas que sobrepasen un mínimo nivel.
La consigna es sobrevivir y cada cual, según su edad y medios económicos, se dedica a dar solución a esa cuestión en la que todos estamos inmersos. Sin embargo parece que hay quienes estiman que no hay tiempo que perder en la carrera hacia el logro de algunos objetivos y se han lanzado a llamar a la gente para que atienda sus razones.
Ya han empezado a sonar los tambores que anuncian el comienzo de la lucha para la conquista de la Alcaldía de Madrid y de la Presidencia de Comunidad Autónoma madrileña. Sus sonidos no son ensordecedores todavía, pero ya han motivado unas primeras inquietudes y una vuelta anticipada de algunos a sus puestos de combate dialéctico.
No cesará ya el reclamo y los tambores irán sonando con más fuerza y contagiarán a otras regiones. La llamada a esa lucha se generalizará, aunque con características distintas en cada lugar y con alguna que otra huelga de más o menos importancia. Tomen fuerzas en lo que queda del tiempo de descanso; las vamos a necesitar.
Una vez más se nos va a pedir opinión y es importante llegar a estar en condiciones de dar una respuesta bien meditada para beneficio de los intereses de todos, que van más allá de los económicos.
Estos tienen una importancia manifiesta en la vida de cualquier persona, tanto mayor cuanto menos bienes materiales posea, pero no son los únicos; no se debe olvidar lo que supone la formación de la persona, su preparación para poder hacer frente a las vicisitudes de la vida con espíritu fuerte, su fundamento para poder superar con éxito los problemas que cada día dificultan las relaciones con otros países.
Es necesario dedicar la máxima atención a la calidad humana, tanto en el desarrollo de la capacidad de acción de su inteligencia como de su espíritu, de su sentir en la relación con todo cuanto le rodea; con la Naturaleza, con la belleza de las Artes, con la vida de la gente, de toda, de la que sufre y la de cualquier otra característica personal o de grupo. Saber acoger, con humildad, es gran sabiduría.
Es verdad que todavía hay tiempo para pensar en todo ello, pero verás cómo los tambores vuelven a sonar cada día y hasta es posible que te cansen o decidas no oírlos. Su redoble está ahí, adquiriendo más fuerza cada día y mayor debe ser la convicción de nuestra respuesta.
Tal vez moleste algún que otro redoble señalando un camino que se considere equivocado; razón de más para que se afirme la calidad del sentir personal, de lo meditado con serenidad y amor a los demás.
Los tambores vuelven a sonar y hay que oírlos con atención, con toda la que merece la relación con los demás; con la necesaria inteligencia para comprender y con la acogedora humildad de corazón que, en todo trato humano, es morada de la caridad.
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