Resulta encomiable el esfuerzo constante que realiza la asociación Septem Nostra por situar en el ámbito del debate público cuestiones trascendentales relacionadas con la sostenibilidad de Ceuta. En una Ciudad, a la que tradicionalmente le ha gustado presumir de iletrada, es digno de reconocimiento, en su justa medida, un trabajo intelectual de una categoría más que aceptable. Sus informes y opiniones deberían ser tomados en consideración con más frecuencia. Sin embargo, el modo de presentar su reciente informe sobre el crecimiento demográfico ha sido lamentable. Se ha apartado de su espíritu académico (es lo que imprime valor a su trabajo) para deslizarse hacia la política. Y lo ha hecho en la peor de las versiones posibles.
Es rotundamente cierto que el incesante e inquietante aumento de la población en Ceuta debe ser objeto de preocupación para cualquier persona con un mínimo sentido de responsabilidad. En primer lugar porque aunque solo fuera por el hecho natural de imposibilidad de expansión geográfica, ya sería necesario diagnosticar el futuro demográfico inmediato. Pero es que, demás, una Ciudad que aspire a desarrollarse equilibradamente, debe planificar adecuadamente sus pautas de crecimiento para lograr que sea, sobre todo, ordenado. Si el aumento de población se produce de manera descontrolada, y no viene acompañado de las correspondientes dotaciones de servicios esenciales (vivienda, educación, sanidad, espacios libres…), desemboca en un caótico espacio de conflictos sociales de toda índole.
Pero el análisis serio y riguroso de este asunto requiere una serie de información y conocimientos que lo circunscriben, en su primera fase, al ámbito científico. Sólo expertos cualificados pueden explicar las diferentes alternativas que se pueden plantear en esta coyuntura partiendo de datos y previsiones fiables, y aplicando las técnicas correctas y los métodos idóneos. Sólo a partir de aquí se puede someter a la consideración política (opinión ciudadana). No es sencillo “calcular” el número de personas que “caben” en una Ciudad. Máxime en una Ciudad como la nuestra, urbanísticamente amorfa y políticamente desatendida. Es oportuno recodar que el cuarenta por ciento del suelo está injustamente secuestrado por el ministerio de defensa que lo ocupa sin utilidad alguna. O que la deuda histórica por el déficit de inversión pública en relación con la media nacional supera los cien millones de euros. Es probable, en consecuencia, que la recuperación inmediata y gratuita de ese suelo, sumado a un justo y legítimo plan urgente de inversiones (en el que se incluyan promociones de vivienda pública hasta alcanzar la media nacional) produjera una modificación sustancial de la realidad. Pero es que, además, se produce una extraña contradicción que será necesario resolver previamente. El Plan Estratégico, y otros muchos documentos que gozan de amplio consenso, establecen como un objetivo de enorme valor el “arraigo” de la población, ya que el éxodo de ceutíes se considera muy perjudicial. Muchas medidas de compensación (incluido el plus de residencia) se fundamentan en esta idea. ¿Sobra o falta gente?
Por eso es una temeridad actuar como lo ha hecho en esta ocasión Septem Nostra. Además de exponer públicamente el problema, ha apuntado las conclusiones y la solución, otorgando vitola de cientificismo a lo que no son más que pobres conjeturas. Según el estudio presentado, sobran residentes que se han ido asentando al reclamo de unas ayudas sociales desproporcionadas. Espantoso. Estas afirmaciones concatenadas en mentalidades rudimentarias significan que Ceuta debe expulsar a los pobres. Los sectores más reaccionarios de la sociedad siempre han criminalizado la pobreza. Para ellos, pobres y parados son excrecencias del sistema perfectamente prescindibles. No entiende que el paro o la pobreza no son una condición sino una circunstancia. Salvo cuando afecta a algún allegado, en cuyo caso en lugar de la expulsión lo que corresponde es un enchufe en el Ayuntamiento (al que por supuesto tienen más derecho que nadie). Si a esto sumamos el nutrido ejército de racistas irredentos, siempre atentos a encontrar un argumento para despotricar de la presencia de musulmanes en la ciudad, ya tenemos cerrado el fétido círculo vicioso: el problema de Ceuta es que muchos musulmanes se han asentado, y se siguen asentando, en la Ciudad porque viven estupendamente con los servicios públicos y las ayudas sociales que pagamos con nuestros impuestos. El rancio discurso racista (lo que algunos llaman valentía) ya dispone de un flamante soporte intelectual. Al ataque!
El primer riesgo de esta forma de abordar la hipotética “superpoblación”, es que cada individuo se siente con suficiente autoridad moral para clasificar a los ciudadanos según su peculiar interpretación de la vida y, por supuesto, para decidir quién se debe marchar y quien se debe quedar. Una deriva intrínsecamente conflictiva, que esta Ciudad no se puede permitir.
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