Sorprende cuando menos leer eso de que se va a controlar que haya menos absentismo laboral entre los funcionarios. En unos momentos de negociaciones, en los que parece que Paco Márquez y los sindicatos han encontrado la paz introduciendo determinados cambios (con sus oportunos beneficiados, por supuesto) suena a chiste algunas de las medidas que se están adoptando. Y me explico, sobre todo para evitar linchamientos de los grupos paramafiosos que hay sueltos. ¿Estamos en una guardería en la que el profesor de turno debe controlar qué hacen sus chiquillos? Responderán que no, así que ustedes me intentarán explicar cómo es posible que en un centro de trabajo en donde se presupone la responsabilidad y la madurez, debe aplicarse un plan para velar porque todos los presentes cumplan sus horas y porque las faltas, de producirse, sean justificadas. Si se ordena aplicar un plan de este calado, como ayer se contaba en ‘El Faro’, es porque algo falla. Si estuviera todavía operativo aquel policía metido a responsable de Recursos Humanos y que ahora anda en batallas defensoras de don Pedro, el mítico de la foto de la bufanda -Díez Nieto- se le podría preguntar que qué pasa en su convento. Pero claro, tras probar como se las gastan los grupos de poder, con denuncias incluidas ante los juzgados y con filtraciones interesadas que dejaron en evidencia como se las estilaban con determinadas plazas, entiendo ahora que esté más a gusto disfrutando su particular venganza de don Mendo y escribiendo libros infantiles (seguro que con moralina incluida por ahí).
¿Quién gana en esta historia?, ¿qué se nos escapa?, ¿con qué recortes nos quedaremos finalmente? El monstruo es el que se ha permitido y duele poner un muro a una maquinaria en la que los poderes, dudo bastante, no están tanto en los despachos de alcaldía, como en los grupos del silbato que protestan cuando les interesa.