Categorías: Opinión

Los otros mundos

El hombre envía naves espaciales a explorar el espacio, tratando de descubrir otros mundos, otros seres que nos puedan aportar otra visión de las cosas, que nos puedan ayudar si tienen una inteligencia superior a la nuestra. Mandamos esas naves para encontrar esos mundos desconocidos sin saber que no hay que salir de la Tierra para encontrar otros mundos. Aquí hay otros mundos y algunos de ellos están muy próximos, pero estamos tan ciegos que nos los vemos…
Hace algún tiempo me ocurrió un caso curioso. Una tarde me llamó una señorita de una compañía telefónica ofreciéndome una oferta si abandonaba la que yo tenía y me pasaba a la suya. Creo recordar que el precio por el acceso a Internet era inferir al que yo pagaba y también me ofrecía llamadas telefónicas gratuitas y canales de televisión. La verdad es que la oferta me pareció interesante, pero no quise darle una respuesta en ese momento porque quería pensarlo mejor.
También quería buscar información sobre esa nueva compañía telefónica y saber qué tal era el servicio que daban. De modo que le dije a la amable señorita que lo quería pensar y que me volviera a llamar a cabo de unos días para darle una respuesta definitiva. Ahí quedó la cosa.
Pasaron dos o tres días y no me volví a acordar del asunto del cambio de compañía telefónica, pero en ese momento me di cuenta de que no podía acceder a Internet desde el ordenador de mi casa. Apliqué mis escasos conocimientos de informática pero no pude solucionar el problema. Pedí ayuda a un amigo mío informático (éste sí que sabe del tema) pero tampoco encontró la solución, aconsejándome que me pusiera en contacto con mi compañía porque debía tratarse de un problema que solamente ellos podrían resolver.
Así lo hice y cuál fue mi sorpresa cuando me dijeron que no me podía conectar a Internet porque yo había solicitado la baja en esa compañía y ahora se estaba tramitando a la de la señorita que me había llamado por teléfono. Durante los días que duraran los trámites del traslado, no tendría acceso a Internet.
Entonces le expliqué que no podía ser, que yo no había solicitado ningún traslado, que no había firmado nada, que incluso si habían grabado la conversación que mantuve cuando me ofrecieron el cambio, se vería que en ningún momento lo acepté sino que dije que lo iba a pensar y que me volvieran a llamar. El señor que me atendía me respondió que la otra compañía había solicitado el traslado en mi nombre y que ellos lo tenían que dar por bueno.
Yo no salía de mi asombro. ¿Cómo se podían hacer las cosas de esa forma?. Sin contar con el cliente y sin comprobar si, efectivamente, se había solicitado el traslado. Maldije a la señorita que me llamó, a mi compañía, a la otra compañía, a la legislación, al que hizo la legislación, presenté recursos ante las compañías, ante la Oficina de Consumo, pataleé todo lo que pude…
Estuve un mes sin conexión a Internet y al final me quedé en la misma compañía que estaba. Me causaron un gran perjuicio ya que muchas veces utilizo Internet por cuestiones relacionadas con mi trabajo, pero todas mis maldiciones no me sirvieron absolutamente para nada.
Hace unos días me disponía a cruzar la frontera con Marruecos con la intención de ir a comprar frutas y verduras a Castillejos. Iba con un amigo, eran alrededor de las cuatro de la tarde y a los dos nos llamó la atención la cantidad de “porteadoras” que a esa hora se agolpaban allí.
Muchas de ellas llevaban una enorme “joroba” a sus espaldas que las hacía ir completamente dobladas hacia delante. No sé cuánto podrían pesar algunas de esas “jorobas” pero por el tamaño y por la deformidad que causaban en sus cuerpos, estoy seguro de algunas igualaban e incluso superaban el peso de sus propios cuerpos.
Mi amigo y yo quedamos impactados por una escena de la que fuimos testigos.
Una mujer de mediana edad estaba arrodillada, llorando delante de un guardia marroquí. La mujer lloraba y suplicaba algo en árabe. El guardia la miraba despectivamente y con gestos le indicaba que se levantara y se marchara. Nosotros avanzábamos lentamente en el coche, siguiendo la larga fila que nos conducía hasta la caseta donde tenían que sellarnos los pasaportes. Avanzábamos sin perder detalle de lo que estaba sucediendo.
Cansada de suplicar de rodillas y viendo que sus súplicas no servían para nada, la mujer se levantó y  pesarosamente se dirigió con las manos vacías hacia la cola donde se agolpaban muchas otras porteadoras. Mi amigo y yo nos miramos y sin decirnos nada, nos dijimos que habíamos tenido la misma idea: queríamos saber de labios de la propia mujer qué había sucedido.
Nos quedamos con la cara y la imagen de la porteadora, cruzamos la frontera con el coche y esperamos hasta que ella también la cruzó. La vimos llegar abatida y todavía sollozante. Mi amigo habla árabe bastante bien, así que nos acercamos a ella y él el preguntó qué le había pasado.
Nos explicó que vivía en Castillejos, que era viuda con cinco hijos y que se dedicaba a pasar mantas por la frontera. Las mantas que compraba le costaban entre cuarenta y cincuenta euros y por cada una ganaba un euro y medio. Cada día iba y venía cuatro veces a Ceuta andando, porque se cogía un taxi perdía una buena parte de su exigua ganancia. De esa forma pasaba ocho mantas diarias y ganaba unos doce euros.
Pero algunas veces pasaba lo que había ocurrido hoy: que le quitaban una o las dos mantas y perdía la ganancia de muchos días. Ahora no sabía qué hacer porque no tenía dinero para comprar más mantas.
La vimos alejarse arrastrando los pies entre sollozos.
El primer ejemplo que he expuesto ha sido un ejemplo de problema de nuestro mundo, el de una sociedad civilizada que tiene todas las necesidades básicas más que cubiertas y usa tecnología de vanguardia como divertimento o como ayuda en el trabajo. Para mí fue un “gran problema” no poder hacer uso de esa tecnología durante un mes.
El segundo es un ejemplo de otro mundo que yo no conozco, que no sé ni que existe, pero que está a unos pocos metros de mí. En ese mundo, las personas no tienen nada seguro, salen cada día a la aventura, a ver si hay suerte y pueden ganar algo, aunque sea tan poco que no les pueda cubrir ni las necesidades básicas. Pero es lo que tienen, no hay más.
Les podría hablar de otros muchos mundos que nos rodean: el de la droga, el de los que viven luchando contra una cruel enfermedad, el de los ancianos, el de los deficientes… Pero creo que es suficiente, habrán comprendido que esos mundo o submundos (como les quieran llamar) están ahí y nosotros a veces miramos para otro lado para que su visión no nos dañe la vista.
Por eso decía al principio que no hace falta salir al espacio para descubrir otros mundos. Aquí mismo tenemos muchos mundos por descubrir.

Entradas recientes

Sobre la transmisión de concesiones administrativas exenta de impuestos

Frente al criterio de la Agencia Tributaria de considerar que estas operaciones habituales en Ceuta…

21/07/2024

La identidad recuperada de Youness, el mecánico de Castillejos muerto en la frontera sur

La tumba 4859 del cementerio de Sidi Embarek tendrá un nombre. Al menos, ahora sí,…

21/07/2024

Condenada por resistencia tras cruzar con pasteles por el Tarajal

El Juzgado de lo Penal número 2 de Ceuta ha condenado a una vecina de…

21/07/2024

La Autoridad Portuaria reforzará la protección marítima e infraestructuras

La Autoridad Portuaria de Ceuta (APC) contará con una empresa externa que se encargará de…

21/07/2024

La salida de Gamarra y los peperos

La clase política debe tener una misión clara: hacernos la vida un poco más sencilla…

21/07/2024

Cada vez más accidentes, algo habrá que hacer

Circular por la ciudad se ha convertido en un deporte de riesgo a determinadas horas…

21/07/2024