El separatismo radical despliega en Cataluña todos sus tentáculos con voracidad insaciable. Absorbe toda la vida individual, social e institucional catalana, donde todo ha de ponerse al servicio de la causa secesionista, sin importar los medios, sólo el fin: romper España y declarar a Cataluña estado independiente, tras haber fabricado la más injusta de las mentiras, inventándose la Historia y Cataluña como nación, sin serla.
Recientemente consiguieron “meter un gol” en la propia puerta del Barça, arrancándole al Club una declaración política de adhesión absoluta a la causa separatista. Pero lo que los fieles cristianos nunca podíamos imaginar es que también a los obispos catalanes iban a conseguir doblegar haciéndoles “comulgar con ruedas de molino”. Es triste tener que decirlo, pero creo que los monseñores han cometido un tremendo error cuando el 11-05-2017 publicaron un manifiesto del que entresaco algunas frases: “Creemos que conviene que sean escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán, para que sea estimada y valorada su singularidad nacional, especialmente su lengua propia y su cultura…Nos sentimos herederos de la larga tradición de nuestros predecesores, que les llevó a afirmar la realidad nacional de Cataluña”. Analizo dichos texto entrecomillado, en su doble vertiente jurídica y de la doctrina de la Iglesia:
“Legitimidad legal”: Saben muy bien los obispos que lo que ellos llaman “legítimas aspiraciones” sobre la realidad nacional” catalana, de “legítimas” no tienen nada. Es “legítimo” lo legal y lo ajustado a derecho. Y la Constitución es muy clara: Artículo 1. 2. “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. Artículo 2. “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”. Esa pretendida “realidad nacional” catalana, ni existe, ni nunca ha existido, sencillamente porque jamás Cataluña fue nación, sino un condado. Y, en un Estado de derecho, lo inconstitucional nunca puede ser legítimo, al igual que para la Iglesia Católica tampoco podría serlo cualquier movimiento que promoviera el cisma contra su unidad.
¿En qué cabeza cabe que al Estado se le pida que autorice un referéndum para destruir al propio Estado autorizante?. ¿Autorizaría Puigdemont un referéndum para que cualquiera de las provincias catalanas se separara de Cataluña?. Pero, aun si los separatistas tuvieran algún resquicio de la legitimidad con que los obispos han bendecido la secesión, la perderían, “ipso facto”, por su forma antidemocrática de incumplir sistemáticamente las leyes y desobedecer las sentencias de los Tribunales, presionando a los Jueces con tumultuosas manifestaciones ante sus sedes; haciendo prevalecer sus leyes de ruptura anuladas por el Tribunal Constitucional sobre las del Estado; llamando uno de sus antiguos dirigentes a la confrontación contra España; circulando un borrador de ruptura, según el cual, todos los bienes del Estado y funcionarios en Cataluña pasarían a ser de la supuesta República catalana; con continuas provocaciones, confrontaciones, retos, desafíos, amenazas, chantajes, ultimátum, desobediencias al Estado de Derecho; sembrando la división e incitando al odio entre catalanes y a éstos contra los demás españoles; catalogándolos en separatistas buenos, y en españolistas malos, etc.
La legitimidad emanada de los votos en Cataluña trae causa del referéndum de ratificación de la Constitución. Lérida votó “sí” el 91,9 %. Tarragona el 91,7 %. Gerona el 90,4 %. Y Barcelona el 91,0 %. La media total de Cataluña que votó “sí”, fue del 91,09 %. La media nacional sólo fue del 88,54 %. En 2014 hubo un simulacro ilegal de referéndum, todo amañado. Aun así, la propia Generalidad tuvo que reconocer que sólo el 48 % votó “sí” a la independencia. La Constitución y el Estatuto, son las únicas legitimidades nacidas de la voluntad del pueblo, que ahora pisotean. Los separatistas mienten luego diciendo que no se les deja votar. Pero ocultan que lo que quieren votar es inconstitucional, y que el referéndum está prohibido por ley y por sentencias un referéndum para romper España. ¿Por qué no piden que votemos todos los españoles para ver si cambia la Constitución?. Eso, sí sería legal y legítimo. Votando ellos solos, a los demás sí que nos impedirían votar en algo fundamental que nos afecta a todos. Por su parte, los obispos carecen de toda legitimación legal para inmiscuirse en los asuntos políticos del Estado, máxime tratándose de liquidar al propio Estado.
“Legitimidad moral”. Es la única legitimidad que los obispos podrían arrogarse y otorgar a los secesionistas, si también éstos la tuvieren, en base a los siguientes documentos y doctrina de la Iglesia:
1). Juan Pablo II, en su discurso en 1984 al Cuerpo Diplomático, defendió el derecho de los pueblos “colonizados” o “invadidos” a independizarse. Este discurso lo reivindican siempre los separatistas, pero falseándolo. Ellos lo retuercen y desvirtúan, ocultando que el Papa lo pronunció en base al Derecho Internacional, Resolución 2625 de las Naciones Unidas, que dispone: “Ninguna de las disposiciones de los párrafos precedentes se entenderá en el sentido de que autoriza o fomenta cualquier acción encaminada a quebrantar o menospreciar, total o parcialmente, la integridad territorial de los Estados soberanos e independientes”. O sea, la independencia de una región respecto del Estado al que ya pertenece, está terminantemente prohibida. Eso siempre lo esconden los separatistas.
2). Pablo VI, en su Encíclica Populorum Progressio, de 26-03-1967, expresa: “El nacionalismo aísla los pueblos en contra de lo que es su verdadero bien”.
3). Juan Pablo II en 1991, cuando la Liga Norte trató independizarse en Italia (caso parecido al de Cataluña), manifestó a los obispos italianos: “Me refiero a los peligros de separatismo que están surgiendo en Italia. Es preciso superar decididamente las tendencias corporativistas y los peligros del separatismo con una actitud honrada de amor al bien común de la propia nación y con comportamientos de solidaridad renovada”.-
4). En su libro “Memoria e identidad”, este Papa expresa: “Se debe evitar absolutamente un peligro: que la función insustituible de la nación degenere en nacionalismo”.-
5). Y en su discurso a la ONU el 5-11-1995, advirtió: “Los nacionalismos exacerbados no se detienen ante nada en sus ansias de reafirmación identitaria. El nacionalismo se opone al verdadero patriotismo y hoy debemos empeñarnos en hacer que el nacionalismo exacerbado no continúe proponiendo con formas nuevas las aberraciones del totalitarismo”.
6). La Conferencia Episcopal Española en 2002, en su Instrucción pastoral “Valoración moral sobre el terrorismo en España”, recordó: “España es fruto de uno de estos complejos procesos históricos. Poner en peligro la convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España, sin valorar las graves consecuencias que esta negación podría acarrear, no sería prudente ni moralmente aceptable. Pretender unilateralmente alterar este ordenamiento jurídico en función de una determinada voluntad de poder, local o de cualquier otro tipo, es inadmisible. Es necesario respetar y tutelar el bien común de una sociedad pluricentenaria”.
7). En 2006, la misma Conferencia Episcopal volvió a advertir contra el independentismo en la Instrucción pastoral “Orientaciones morales ante la situación actual de España”, afirmando: “Las propuestas nacionalistas deben ser justificadas con referencia al bien común de toda la población directa o indirectamente afectada. Todos tenemos que hacernos las siguientes preguntas. Si la coexistencia cultural y política, largamente prolongada, ha producido un entramado de múltiples relaciones familiares, profesionales, intelectuales, económicas, religiosas y políticas de todo género, ¿qué razones actuales hay que justifiquen la ruptura de estos vínculos?. ¿Sería justo reducir o suprimir estos bienes y derechos sin que pudiéramos opinar y expresarnos todos los afectados?”.
8). El documento “Orientaciones morales, la unidad de España como bien moral”, fue aprobado con 53 obispos a favor y 25 en contra, recogiendo: “Una decisión como la que algunos apuntan a la secesión, puede generar no pocos sufrimientos tanto en los que habitan en tierras catalanas como los que viven en el resto de los pueblos de España; sin ignorar las muchas y previsibles consecuencias que tendría para todos. Esto también es una cuestión moral (ciertamente para la secesión no se encuentra ninguna justificación moral; por más que buscamos, no encontramos ningún texto del magisterio, ni de ningún autor que lo justifique desde el punto de vista moral)… Recordamos con qué fuerza defendía la unidad de Italia el Papa Juan Pablo II cuando en el asunto similar de La Padania, afirmó: “L’unitá dell’Italia, non sí toca”.
9). Los obispos catalanes parecen desconocer, o no entender, la “tradición” de la que se dicen “herederos” y que, además de las de El Vaticano y Conferencia Episcopal Española, antes expuestas, deberían haberse leído la obra del obispo catalán Josep Torras i Bages, quien en 1892, en su libro, precisamente titulado “La Tradició”, define a España como “conjunto de pueblos unidos por la divina providencia…La idea de una Cataluña catalana, propugnada por el nacionalismo, no era más que de una Cataluña de papel, enfrentada a la Cataluña real: la cristiana. Los nacionalistas nunca creyeron aquello de que Cataluña sería cristiana o no sería; siempre despreciaron la Cataluña cristiana por su carácter tradicional e hispano, y se empeñaron en crear una Cataluña catalana. Ahora recogen los frutos. Cuando el nacionalismo más extendido está, Cataluña menos cristiana es y su supervivencia, en términos demográficos, cada vez es más problemática”. Y, si todavía tuvieran los obispos dudas, les sugiero lean la recomendación del Papa Francisco al clero: “Más atención a la sociedad y menos vecindad con la política”.
10). Los obispos han desoído a los catalanes que viven fuera de Cataluña, que han emitido el siguiente comunicado: “Junto con el resto de compatriotas españoles, ante la ofensiva del nacionalismo radical que pretende alcanzar la ruptura definitiva de nuestra tierra con el resto de España, queremos hacer oír nuestra voz para denunciar lo que supone un ataque contra nuestros sentimientos, al obligarnos a elegir o hacer querer hacernos extranjeros en nuestra propia casa. Denunciamos el nacionalismo excluyente, que sólo busca la diferencia la diferencia y no entiende la posibilidad de una sociedad integradora, donde cabe tanto el amor a Cataluña como a España, a Europa y al resto de la familia humana. Cataluña junto con el resto de España, forma una realidad social e histórica. No podemos decir ahora que nuestros antepasados, abuelos, padres, hermanos e hijos vivieron, viven o vivirán al otro lado de una frontera. El catalán es una lengua y forma parte de nuestra cultura. Pero como tal lengua, debe ser utilizada como medio de comunicación entre las personas, no para separar, usándola como arma para desentendimiento”.
“Denunciamos la mentira del nacionalismo cuando dice que España roba a Cataluña, o el supuesto desprecio a los catalanes. Por nuestra experiencia de vida, podemos decir que siempre hemos estado en familia, ya fuera en Manresa como en Cartagena, Badajoz o Barcelona. Denunciamos la falta de libertad que sufre Cataluña, donde el discurso del nacionalismo parece ser el único correcto para representar a los catalanes. La invasión de una política del pensamiento único en los medios de comunicación oficial y administraciones públicas local y autonómica, va en contra del más elemental deber de neutralidad y pluralidad democrática. Alertamos a Europa sobre el riesgo que supone la vuelta al argumento del victimismo nacionalista, que tanto sufrimiento ha traído a sus pueblos durante el pasado reciente. Cataluña forma parte de la esencia de España, por lo que recordamos a todos los españoles que el secesionismo es un problema de todos los españoles, catalanes o no, a que se movilicen en la defensa de la convivencia en la diversidad, en una España de todos”.
En resumen, los señores obispos, posicionándose políticamente y tomando partido en favor de la que llaman “realidad nacional” catalana, se deslegitiman a sí mismo. Se apartan de la doctrina de la Iglesia; no promueven el bien común de todos, sino el bien particular de quienes, a toda costa quieren romper España; hacen de mejor derecho a los poderosos separatistas, que a los humildes y sensatos que quieren permanecer unidos; ignoran a la otra mitad del pueblo de Dios no independentista; silencian la imposición a los niños catalanes de la enseñanza en catalán, impidiendo a los padres que sus hijos estudien en la lengua oficial del Estado; no ven el adoctrinamiento y la manipulación ideológica en los colegios denunciada por el sindicato de profesores AMES, educándoles con manuales de Primaria en los que se falsea la Historia y se ridiculiza la religión católica; no ven que muchos campanarios enarbolan banderas separatistas con su disimulada complacencia; y no ven que una minoría independentista excluye y discrimina a una mayoría integradora obligada a resignarse.
Y ante todo ese estado de cosas, con todo respeto creo que la misión pastoral de los obispos no es avalar la secesión, con la que saben se rompería el Estado, dividiría el territorio, a la sociedad y las familias. Su labor pastoral es ponerse al servicio del pueblo de Dios tratando de unirlo, iluminando las almas con la verdad y la justicia cristianas, en lugar de refrendar con su manifiesto la serie de abusos, injusticias y desafueros que sobre Cataluña los medios informan que se cometen, traspasando los separatistas todas las líneas rojas, rayanas ya con el golpismo institucional.
Por algo, Puigdemont, vía twitter, les agradeció tan calurosamente: "el apoyo de los obispos de Cataluña al derecho de los catalanes a decidir”. Si sólo les ha faltado sacar bajo palio en procesión al President, como el mesías prometido del independentismo.
¿Pero, por qué sobre esa otra Cataluña excluida, que sufre desprecio, sectarismo, marginalidad y discriminación por no pensar como los independentistas, no tienen nada que decir los obispos catalanes?.. Qué buena ocasión han perdido para interceder a favor de esa otra mitad del pueblo de Dios, de la Cataluña trabajadora, humilde y sufrida. Ponerse a su lado, eso sí que hubiera conferido a los señores obispos la legitimidad moral que su sagrado ministerio les impone.
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