Podemos optar por un discurso fácil: exigir a nuestras autoridades que tomen cartas en el asunto de los ‘niños del pegamento’ que amedrentan a los ciudadanos cuando van de copas al Poblado o acuden a comerse una hamburguesa.
Tan fácil como reduccionista y sin sentido. ¿Acaso vamos a poner a un policía detrás de cada menor para impedir estas situaciones que obedecen a un problema de mucha más altura?
Llama la atención que algunos empresarios acudan a las puertas de algunos medios para hablar de repunte de inseguridad por culpa de los MENA que ven cerca de sus bares, cuando hace unos pocos años solo un puñado de esos empresarios alzaba su voz de forma valiente por los atracos y homicidios que se produjeron en este mismo recinto: por cierto, no los cometieron los menores, fueron adultos y de Ceuta.
Insistir en la necesidad de un debate equilibrado de este asunto me cansa. Es chocar contra un muro porque hay quienes no quieren debatir y analizar la realidad a la que nos enfrentamos, no quieren sostener un debate con una mínima coherencia. A nadie nos debe agradar ver a los llamados ‘niños del pegamento’ pero, principalmente, porque son niños y porque están destrozando su salud y su vida.
Habrá que penar por qué un país permite que su juventud se marche, se degrade, se deteriore sin hacer absolutamente nada para remediarlo y hasta qué punto Ceuta no debe clamar un basta ya ante un Gobierno de la Nación inoperante ante esto y ante demasiadas cosas
Son los eslabones rotos del sistema, son la infancia de un Marruecos que pierde de forma sangrante a su juventud lo que repercute directamente a nuestra ciudad por ser punto fronterizo. Las leyes, que están mal hechas, encorsetan la actuación que puede tener la Ciudad con los casi 200 niños que tiene ya en La Esperanza y los que son abandonados por sus padres al presentar una discapacidad.
De estos se habla menos: de los niños sordomudos, los que presentan una enfermedad rara, los que tienen alguna discapacidad física... que aparecen por sorpresa en algún punto de nuestra Ceuta.
A todos ellos se suman los menores que vemos por la calle, los que no se quieren someter a las normas, los que están expuestos a abusos, los que se drogan, los que matan su infancia en las escolleras.
Niños que no pueden estar en un centro de internamiento, como algunos exigen, porque las leyes son las que son y la capacidad gubernamental obedece a las mismas. Ante esta situación podemos obcecarnos en pedir el auxilio policial, en protestar porque nos fastidia ver ante nuestra puerta la realidad de un mundo fronterizo roto... o podemos asimilar que existe una problemática de envergadura cuyas soluciones van más allá de la queja, de la exigencia.
Habrá que pensar primero por qué un país permite que su juventud se marche, se degrade, se deteriore sin hacer absolutamente nada para remediarlo y hasta qué punto Ceuta no debe clamar un basta ya ante un Gobierno de la Nación inoperante ante esto y ante demasiadas cosas. Reconducir las reflexiones públicas es necesario, otro tipo de proclamas no hacen sino sacar las venas radicalizadas que so
La verdad que del escrito de Echarri me he enterado y muy bien porque ha sabido poner un altavoz con la emisora bien sintonizada. En cambio del tuyo Silvio no me he enterado ná de ná. Quizá sea mi ignorancia pero tu respuesta ha sido tan larga y con tanta y tanta vuelta que no pille ni una, discúlpame....
Lo que percibí eso si en tu réplica, es un tono ácido y de poca empatia, no sé si personal, profesional o de otra índole hacia unas reflexiones que comparto por completo y conste que no conozco a quien con nombre y apellidos dá valientemente su opinión en un país donde hasta donde yo sé, todavia puede hacerse sin temor a represalias, sin que ello implique inquina contra ningún gobierno o partido......aunque pensándolo bien no se yo si es así o no ....ya se sabe aquéllo de que el clavo que sobresale es el que el martillo aplasta.
Menudo tema éste de los MENA querido Silvio........ menudo jardín ....como para meterse en él sin casco protector .......
No se trata de optar por discursos fáciles, ni de poner un policía detrás de cada delincuente, se trata de poner orden en este asunto de los menores no acompañados. Parece que estuvieras escribiendo, Echarri, en un momento de acaloramiento, con las vísceras a flor de piel, estás mezclando unas cosas con otras. Y además se te ve el plumero de tu inquina contra el gobierno de la nación e incluso con el de la ciudad. Nadie que no sea Marruecos va a poder arreglar los problemas de los jóvenes marroquíes, primero, porque no nos compete al ser un asunto interno de otro país y, segundo, porque no tenemos herramientas para solucionar lo que sucede al otro lado de la frontera. El problema fue que mucho antes que se secara la tinta con que se firmó el convenio sobre menores, que España firmó en su día, ya se estaban agolpando menores marroquíes en la frontera. Antes de firmarlo se debería haber pensado en lo que se nos iba a colar por la frontera.
Una vez firmado, no es de recibo que esos menores campen a sus anchas por la ciudad, en este caso, por el puerto y por el Poblado Marinero. Como dices, no nos agrada verlos tirados, esnifando y abandonados, pero de ningún modo vamos a cruzarnos de brazos y a no exigir que se cumplan leyes, normas y reglamentos con los que nos regimos en esta sociedad y en la vía publica, por muy menores que sean y por muy marroquíes que puedan ser.
"Las sociedades occidentales se basan en un "contrato social" (¿te suena?) entre el Estado (y sus representantes) y el Pueblo. El Estado se compromete a mantener la ley y el orden, a proteger a sus ciudadanos de la violencia y la invasión extranjera (¿te suena?) y a capturar y castigar a los delincuentes. A cambio, el Pueblo (los ciudadanos) se comprometen a no tomarse la justicia por su mano. De todo ello se sigue (ojo a esto, Echarri) que si el Estado no cumple su parte del contrato social, el derecho (la obligación) de protegerse a uno mismo, a la familia, a los vecinos y la comunidad VUELVE a los ciudadanos (al Pueblo)".
Para resumir, nos dan pena esos menores, sin duda; proceden de un país extranjero tercermundista al que no podemos (ni debemos) dar lecciones de cómo cuidar a sus menores; pero el contrato social exige que el Estado nos proteja con todas las de la ley, es su obligación, mediante el uso de la fuerza que le es característica, y si el Estado abdica de sus funciones de vigilancia y de cuidado de sus ciudadanos, entonces, éstos podrían acudir a tomarse la justicia por su mano, a defenderse ellos mismos.
Lo que hay que hacer, eso sí, sin demagogia, es obligar al Estado (y a sus representantes) a tomar cartas en el asunto y a solucionar el problema en la medida de sus posibilidades. Pero si el ciudadano se queja públicamente de este estado de cosas, no creo que sea de recibo someterlo al tercer grado por ello, ni debe "llamarnos la atención " que eleve quejas en los medios de comunicación. Como parece que se desprende de tu escrito.
En fin, Echarri, entonces, ¿habría que sacrificar la sociedad del bienestar en nombre del humanitarismo?
Gracias por publicarlo y sin acritud.