“La globalización abre el mundo en todos los sentidos. El que no quiera reconocer esto, se ha quedado un siglo atrás”. “Vienen los más valientes”.
El salón de actos del Palacio de la Asamblea acoge esta tarde las primeras intervenciones en las XIV Jornadas sobre Geopolítica y Geoestrategia, que en esta edición llevan el título de ‘Geopolítica en un mundo globalizado’. Estos actos, organizados por la UNED y la Comandancia General de Ceuta, comienzan con la intervención de Carlos Echeverría Jesús, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNED, que las 17:15 horas hablará de la ‘Reconfiguración de equilibrios en el Islam’. A continuación, a las 18:15 horas, será el turno de Enrique Ávila Pérez, profesor tutor de la Facultad de Ciencias Políticas en la UNED Ceuta, que abordará el tema de la ‘Globalización y movimientos migratorios en la era de la movilidad’. Ávila adelanta en El Faro alguno de los asuntos que desarrollará esta tarde.
–¿Presentará un nuevo enfoque relacionado con la inmigración?
–A estas alturas sería muy difícil que yo pretendiese presentar un enfoque diferente a lo que ya hemos visto. La inmigración es el reto más importante que tienen las sociedades occidentales. Somos sociedades opulentas con poblaciones envejecidas. Y esa opulencia supone un atractivo para otras sociedades jóvenes y pujantes que necesitan un nuevo marco para su desarrollo. Es un fenómeno muy estudiado, aunque quizás en España vayamos con un poco de retraso porque el fenómeno migratorio lo empezamos a notar más tarde.
–La palabra ‘globalización’ tiene un carácter positivo, en el sentido de intercambio de ideas, económico... Mientras que ‘inmigración’ se ve como un problema.
–Efectivamente, se le está dando a la inmigración una connotación negativa, pero yo no se la veo. Una de las cosas que hay que tener en cuenta siempre que hablemos de la inmigración es que las políticas que se adopten se van a aplicar sobre personas. Hay que tener un conocimiento lo más cierto posible del fenómeno porque las consecuencias las van a sufrir seres humanos. Yo creo que el emigrante no tiene ninguna connotación peyorativa. Además, está demostrado que en las sociedades emigran los más audaces, los más capaces, los que se consideran más valientes... Desde mi punto de vista, no tiene ninguna connotación negativa. Todo lo contrario.
La emigración forma parte de la globalización. La globalización abre el mundo en todos los sentidos. El que no quiera reconocer esto, se ha quedado un siglo atrás.
Si ahora mismo en España más del 35% de los españoles no vive en el lugar en el que nacieron, eso quiere decir que la siguiente generación o las dos siguientes no vivirán en el país donde nacieron. La globalización ha abierto el mundo: se ha producido una revolución en los transportes tanto en la facilidad para viajar como en los precios, en la capacidad de viajar a través de las redes y de conocer otras realidades.
–Fluyen por el mundo el conocimiento, las mercancías..., pero no las personas. ¿No resulta contradictorio?
–Sí, choca contra otro elemento del Derecho Internacional, que son los Estados. El Estado basa su esencia en el control del territorio, de personas, de riquezas... y el flujo libre de personas (igual que el de capitales). Esta teoría transnacional que va acompañada de la globalización no ha terminado aún de justificarse ni de imponerse. Es un mundo en el que la gente se mueve, pero también hay una serie de normas y de trámites que hay que cumplir porque el no respetarlos hace que podamos caer en que el inmigrante se ‘cosifique’, se convierta en una materia con la que se puede mercadear, que es lo que hacen estas organizaciones criminales que se dedican a pasar personas.
–Se aprovechan de un sueño que no es real, porque cuando el inmigrante llegue al país de destino, no va a ser un ciudadano de pleno derecho.
–Efectivamente, no es lo que esperan. Decíamos antes que las imágenes vuelan en el mundo de hoy en día. Si nosotros vemos un anuncio de una bebida refrescante en un ambiente paradisiaco, quien no conoce nuestra realidad corre el riesgo de pensar que esto es así; nosotros sabemos que es un anuncio. La inmigración es un fenómeno muy complejo, que no se puede dejar al libre albedrío. Es como los mercados, cuando decimos que no se puede quedar totalmente liberalizados porque se comen a los más débiles.
–Además de que quienes vienen son los mejores, ¿qué otro aspecto positivo se puede destacar de la inmigración para el país receptor?
–El primer elemento es que demográficamente ayuda a rejuvenecer la población, se recuperan las tasas de natalidad. Contribuye a rejuvenecer sociedades envejecidas, a darles pujanza. Además, normalmente los inmigrantes ocupan empleos que no han querido ocupar los naturales del país.
–¿Qué mensaje le gustaría que permaneciera tras su intervención en estas jornadas?
–Que la inmigración no es buena ni mala. La inmigración es un hecho con el que debemos convivir; sería absurdo ahora defender acabar con la inmigración. Debemos procurar que se haga en las mejores condiciones para el país emisor, para el receptor, para el de tránsito y, sobre todo, para los individuos que la protagonizan.
No hay una política de inmigración si no ha existido antes una política de emigración: el mejor control se hace en el país emisor.
Y sobre todo, el mensaje de que estamos hablando de seres humanos, que las medidas que se adopten deben servir, entre otros fines, para protegerlos. En cada momento lo recordaré. Además, el ser humano es nómada por naturaleza, la revolución neolítica fue hace cuatro días si hablamos de la historia de la humanidad. Es un derecho universal el buscar la mejor forma de vida, se recoge en la Carta de los Derechos Humanos, aunque ese derecho hay que compaginarlo con otros, como los de los Estados, los de los nacionales de otros países... Hay que llevarlo de forma regulada para evitar que se transforme en el tráfico de esclavos del siglo XXI, que es a lo que por desgracia más se va asemejando.